Editorial Febrero 2024

10.02.2024

¿De qué rayos hablamos? *

Formas de entender, de esculpir un sentido. Como aquel viajero solitario a quien solo acompañan los ejes de su carreta. "Es demasiado aburrido seguir y seguir la huella". La tierra es media y extensa, pero sus noches le tiran besos luminosos como lluvias. El viajero saca un viejo y sobado volumen y bajo esa luz comienza a leer. La nochitud de la pampa del medio va apagándose cuando el viajero se siente transportado a otros tiempos que aún nunca fueron y los caballos duermen alucinados, al igual que la carreta y sus ejes. Y oye hablar sobre un autor que le cayó en gracia a los lectores, más no a los críticos. Y por eso, como lectores, no lo olvidamos. Sí, ha pensado bien el lector viajero cuando se fue al nosotros, instado por la lectura. Somos todos nosotros junto al hermano viajero los que leemos en medio de la nada. Leemos también, y hasta podemos oír a una compositora y cantautora oriental contar las fases de su carrera. Luego hay ecos de otro cantautor cuya música impacta en un segundo cantautor para luego rebotar en un tercero. Eran los años sesenta, en inglés (con subtítulos). Y de pronto emergen como amenazantes riscos una ristra de fieros lawfares que afean el panorama, anoticiados de lo cual no podemos sino instalarnos por un rato en un mundo con los dedos en ve, los ojos achinados, apartando leyes y demonios. Echando el humo al cielo vemos pasar, ralentizado, el escuadrón de un solo avión naranja dibujando sonrientes figuras. Con los ojos de la lectura somos leídos y escritos, somos mirados, aprendemos a leer. Se publican ediciones. Hablan las voces de los que aman leer. Incluida la lectura que no entra por los ojos ciegos, pero sí por sus oídos, para privilegio de la entonación poética. Una entonación de tal vigor que de ella nace un bosque, luego varios, y la flora principal de los bosques es la poesía. Y no va que por los oídos llegan también las palabras de locutores encantados de hacer aportes al dudoso mérito de empobrecer el idioma. Es la condena de la audición que puede ser rehén de cualesquiera. Entonces alguien sueña con atroces criaturas del planeta rojo y visita una caverna donde proyectan sus sombras los condenados, y se ve metido entre comparsas de un carnaval silente. Puede que una atrasada discusión sobre el futuro lo alerte y le haga girar la cabeza, y nos encuentre siguiendo las fintas del cursor en nuestras pantallas. Es allí que miramos hacia la nada, como nos lo señala una fotógrafa mediante sus tomas, cuya lección es desmentir el vacío. Dos hermanas conversan y ponen y reponen objetos "pinchados en la goma eva de los recuerdos", un bello cuadro que le saca una sonrisa al viajero solitario, que comienza a regresar a la noche estrellada en la pampa a traviesa. Lo trae de vuelta el idioma hablado de los gauchos, sus colegas, los nuestros. Un imprentero cordobés (antes oriental) del otro siglo lo despierta y ya no es más literatura. Es él mismo, en carne y hueso. Palpándose de pies a cabeza. Un gaucho letrao que hasta puede cantar si se le antoja; o sea léido, y que tal vez se durmió con su viejo y sobado volumen en la falda, apoyado en un árbol escuálido y escaso, y tuvo un sueño en el que la lectura allí, en la tierra media de la llanura, lo despertaba de ese sueño a otro, confuso y distópico pero irrecusable. Él, al despertar del primer sueño y del segundo sueño (el último sería el de la muerte), ha entendido la prodigiosa industria de la lectura y ha regresado con la cabeza clara ante una serena revelación. Ha entendido que sus prendas criollas raídas no lo privan de ser algo que no entiende del todo: el lector universal. Aquel que somos cada uno y a quienes se rinden las facetas de textos que, ensambladas, forman esta otra Tierra Media en las nubes. Cada una de ellas, al contar un tiempo, evocar un lugar, refiere muchos tiempos y lugares, se allana a la lectura. En esos menesteres, amanece. Tras unos mates, el lector viajero devuelve su libro a la alforja, hace rechinar de nuevo las enormes ruedas de la carreta y sigue viaje por un territorio que parece no tener fin. Ya se encontrará con otros en un alto junto al río, y en torno a un fogón, tal vez templando la guitarra, les contará lo que ha leído o soñado, sembrando rimas en inapelables nosotros.

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* Todas las explicaciones se hallarán en el sumario y más específicamente en las notas de Tierra Media N° 8, leídas una por una, en cualquier orden. Leer hace girar al mundo.



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