Editorial Septiembre 2023

10.09.2023

Preguntas a una nave que va

Ilustración: KomChingón
Ilustración: KomChingón
¿Es un rejunte de notas esta publicación, o una serie de limaduras imantadas hacia aproximadamente un mismo rumbo? ¿Cuáles son los hilos secretos que hilvanan las cuentas de los textos concebidos por un número dado de autores que trabajan cada uno y cada una en su propia vibración, con su propia cualidad de pertenencia? ¿Cómo se colabora, cómo se suma, cómo se intentan definir parches de la realidad cultural y artística de una ciudad X, según fue alguna vez definida por otra revista esta urbe, que a su vez portaba una incógnita? ¿Qué consignas circulan en la red propia de este grupo de personas deteniéndose frente a fenómenos abruptos o silenciosos, fugaces o duraderos, actuales o históricos, que llamean a su ritmo como lámparas votivas, susurrando su pertenencia y su existencia en el vendaval del tiempo? ¿Qué intereses, qué amores, qué certezas y dudas, qué deseos, qué saberes se alzan y se asientan en un proyecto parecido a una nave que va? ¿Cómo mirarse en un reflejo continuo de ventanillas que pasan y desfilan velozmente ante nuestros ojos y rostros, que a la vez se despiden y se quedan? ¿Qué puñados de tierra, de ideas, de sueños y de apuestas, o promesas, o inquietudes sientan a las personas a pergeñar un texto que conecta con alguna realidad exterior, palpable, transmisible, activa? ¿Qué tipo de objeto constituye una revista, colección de momentos y de haces de luces y de miradas, palabras dichas para quién o quiénes, o sea algo a averiguar y a conocer? Lugar de plantear preguntas y responder a otras antes de ser planteadas; o no responder, pero al menos decirlo. Que alguien parió un disco, o un libro; que alguien más atrapó un recuerdo; que otros quisieron narrar algo para conocerlo, masticarlo, para entenderlo, para convertirse también en el que escucha, en el que lee. Que más acá otra lectora amasa sus impresiones hechas a la orilla de diversos libros. Que muy cerca, alguien se internó en el bosque para que este le dejara ver el árbol y fotografiarlo, y que otra alguien se preocupó por la inclusión en busca de acceso a los consumos culturales. Que no faltó quien vibrara al pie de la poesía de otro, o de otra. Que varios y varias tratasen de evocar a alguien a la vez ausente y presente, e incluso alguien se tomase el trabajo de tirar del hilo de unas músicas y hacer brotar una historia no tan lejana, atada a ella. Que alguien se dedicó a aclarar los tantos sobre lo que otros deciden que está bien consumir, o lo prohíben. Que se responda a preguntas sobre poesía, con más poesía. Que haya quien se obsesione por desenterrar minucias de una historia dormida. Y así, caso por caso, paso sobre paso, con los oídos, con los ojos, con el olfato y el tacto, con la inteligencia despierta y atenta, es que el tercer número de Tierra Media está -si no en la calle, al menos en ese andarivel digital donde las ideas platónicas desfilan como sombras. Y nos acerca algo tan consistente como inminente: una palabra de aliento para seguir esperando el soplo que reinicie cada vez el viaje. Unas respuestas a preguntas acumuladas, y la certeza de que el movimiento se demuestra andando, aunque no enseñan menos las lecciones de la quietud, como aprendimos hace muy poco, y no gratuitamente.


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