El control de Tica

06.06.2024

Para Micaela, Magalí y Gabi

Luis E. Altamira

Estábamos en la cantina de la escuela con Tica, Anahí y Fabi, en el medio módulo que va de las 1615 a las 1655. Hablábamos del control del gusto que se ejerce descalificando a todo lo que se considera antiestético ("En casa el chocolate Aero ¡no! – decía Anahí - ¡Tenía que ser Suflair!"), cuando caímos en cuenta de la inminencia del timbre.

- La puta madre, con lo linda que estaba la charla…- dije.

Todas acordaron. Nos disponíamos a ir a las aulas cuando caímos en cuenta de que el resto de los que se encontraban en la cantina permanecían inmóviles, como en una inmensa fotografía tridimensional.

¿Qué les pasa a éstos?, pensé. Evidentemente, estaban haciendo una coreografía, una coreografía para nosotros. Pero, ¿por qué para nosotros? Nos miramos sin entender.

Anahí se puso a aplaudir y a proferir bravos, pero los de la coreo continuaron inmóviles. Fue entonces que caí en cuenta del silencio imperante.

- No se escucha nada, ¿vieron? – dije.

Todas se callaron.

- Ni siquiera un ruidito lejano… – especificó la Fabi, después de un rato.

Fui hasta la puerta de entrada, a mirar la calle. Un auto doblaba detenido en la esquina de Brasil y José Hernández (la tierra levantada por la rueda delantera izquierda permanecía suspendida en el aire).

- Vengan a ver… – dije.

Las chicas se acercaron.

- Ese auto no puede estar de acuerdo… - deslicé.

- ¿De acuerdo con quién? – preguntó Anahí.

- Con los de la coreo…

- Ni aquel pájaro… – agregó la Fabi, señalando a un benteveo a un tris de posarse en los cables de la luz.

Anahí quería abrir la puerta de entrada pero no conseguía bajar el picaporte.

- No ofrece resistencia y, sin embargo, no lo puedo ni mover – explicó, un tanto asustada -. ¿Cómo puede ser?

Entonces oímos la voz de Tica llamándonos desde el pasillo de las aulas. Fuimos. Al entrar vimos a un chico saliendo del baño de varones y a Lidia Zemborain, al fondo, levantando un libro de temas del piso.

En las aulas, profes y alumnos permanecían inmóviles en diversas posiciones.

- ¿Qué está pasando? - dijo la Fabi, con pavor indisimulado.

- ¿No será el principio de una invasión? – preguntó Anahí.

Todos la miramos.

- ¿De una invasión extraterrestre? – aclaró.

Tica largó entonces un carcajadón.

- ¡No! – dijo y no podía parar de reírse - ¡Ninguna invasión extraterrestre!

Tica sacó entonces un control remoto de su cartera y dijo:

- ¿Ven este control?

- Sí.

- Bien. Fijensé ahora en la tecla de la pausa…

Tica apretó la tecla y, sin más ni más, reaparecimos en la circunstancia en que nos encontrábamos en el momento en que se había detenido el mundo, en la misma posición, diciendo las palabras que nos aprestábamos a decir. Recuerdo el impacto que me produjo el sonido ambiente y la desconcertante sensación de estar de vuelta en el tiempo, con el recuerdo de lo que acababa de pasar…

- ¿Es verdad lo que acaba de pasar? – preguntó la Fabi.

- ¿Y a vos que te parece? –respondió Tica y volvió a poner la pausa.

*

- ¿Cómo podés hacer eso…? – le pregunté.

- Sí, ¿cómo? – dijo la Fabi.

- Ah… - respondió Tica - Misterio, misterio…

- Digamos que detenés el tiempo… - agregué.

- Algo así…

- ¿Y por qué a nosotros no?

- Porque yo decido quién sí y quién no.

- ¿Y cómo es que lo podés decidir?

- No sé cómo, pero lo puedo decidir… Siempre que estés a una distancia no mayor de cinco, seis metros, puedo…

Anahí quiso saber si el tiempo pasaba para los que estaban detenidos.

- Creería que no – dijo Tica.

- ¿Y para nosotros?

- Me parece que tampoco.

- Está bueno porque, ponéle que te olvidás algo y no tenés tiempo para buscarlo – planteó la Fabi - : apretás la pausa y listo.

- Sí – acordó Tica -, podés ir a buscarlo. Pero no te lo podés llevar…

- ¿Por qué?

- Porque no se puede alterar una situación detenida. Supongamos una hoja en suspensión: no te opone resistencia, pero no la podés mover un milímetro siquiera.

- ¿Y para que te sirve, entonces? – pregunté.

- Para chusmear, te sirve… - acotó la Fabi

Todos nos reímos.

- Más vale – convino Tica.

Y agregó:

- No sé… La sensación de omnipotencia que te da pausar la lluvia, por ejemplo. O el mar… O a un Boeing despegando.

- Qué bárbaro…

- Che, disculpen que los interrumpa – dijo Anahí -, pero, ¿no se nos estará haciendo tarde?

- ¿Tarde para qué? – pregunté y todas se largaron a reír, Anahí incluida.

- La verdad – se sinceró Anahí -, tengo que encontrarme con alguien y no veo el momento de que llegue la hora…

- Paramos acá, entonces – dijo Tica -. La seguimos después.

Y quitó la pausa. Nunca más la volvimos a ver.

Foto: Luis E. Altamira
Foto: Luis E. Altamira


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Comentarios:

- Mario Saieg: Una vez más Altamira vuelve a sorprenderme deteniendo el tiempo y me regresa a un lugar muy presente en los recuerdos de mí pasado. Excelente cuento.

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