Las enseñanzas del maestro, una experiencia inolvidable

10.12.2023
El predicador - Ernesto Deira, 1967
El predicador - Ernesto Deira, 1967

Éramos parte de una patrulla perdida, no más de una decena de seres extraviados que buscábamos agua en el desierto. Fue en esas circunstancias que surgió la posibilidad de una convivencia con un ser luminoso y extraño, a veces cruel, en una pequeña comuna serrana. Ahora cuando la tragedia se cierne sobre nosotros es que lo recuerdo. No sabíamos cómo llamarlo, si el gran profeta, el gurú de las nieves o simplemente maestro. El primer encuentro fue un golpe duro para nosotros, los amantes de la libertad. Así comenzaba todo:


El Maestro se paró sobre un tronco de bambú para interrogarnos, ¡Acá no habrá ningún pelotudo que confunda una política de salud pública con un ataque a la libertad?

Sólo un grillo que se hallaba debajo del tronco se atrevió a romper el aire.

En otra ocasión el Maestro señalando al cielo, nos dijo: Recordad cacatúas que ya Aristóteles caracterizó de populismo a la democracia impura, la democracia que parecía escaparse del dominio de los más pudientes.

Y a continuación nos interrogó: Os pregunto, ¿qué le sucede a un pueblo cuando deposita sus esperanzas en un banquero? Arriesgo a rumiar que o bien viven todos drogados con sustancias ilegales de mala calidad, o están buscando a un nuevo reverendo Jim Jones, o bien el mundo se va definitivamente a la mierda.

También a los pueblos originarios inquiero, ¿realmente confían en que un delincuente de las finanzas hará una ofrenda a la Pachamama?

Luego de un día de ayuno, a su retorno el Maestro deslizó un comentario: ¡Qué les dije yo! Murió el príncipe Felipe de Edimburgo a los 99 años, marido de la reina Isabel II. ¡Vieron! hay que trabajar lo menos posible para tener larga vida, toda la misma rascándose el higo.

En otra oportunidad luego de haber oído algunos de nuestros comentarios nos precisó: Sé que uno de ustedes tropezó en un supermercado con la intelectual, antes de izquierda, Beatriz Sarlo; el hecho ocurrió justo frente a la góndola de precios cuidados. También estoy anoticiado de que, al preguntarle uno de ustedes si era quién suponía que era, la pensadora le dijo que sí, pero le aclaró inmediatamente: ahora no vayas a pensar que soy populista.

El Maestro solía sorprendernos con sus sentencias. Un día cualquiera, masticando una ramita de pasto verde nos advirtió: No incorporéis un bartender al grupo, traerá discordia.

El Maestro, supongo ahora, ante nuestras pobres inquietudes reaccionaba con cierta violencia y lo solía hacer girando sobre sí para volver a iluminarnos: Manga de miserables, me usan para luego perseguir la quimera de escribir libros de autoayuda, pero sepan que no será posible, no habrá dónde mierda publicar esa porquería; hoy el grupo de fabricante de papel prensa más poderoso del mundo, Norske Skog, reconvirtió sus máquinas y ahora fabrica cartón para hacer cajas para Amazon.

Dicho esto, el maestro sacó un billete de mil pesos de un bolsillo de su túnica y nos pidió que le compráramos una caja de vino blanco y una botellita de soda.

En las extensas caminatas que solíamos realizar el Maestro de pronto, sin mediar canto de pájaro alguno, ni el revolotear de una lechuza, solía detenerse en el camino y sentarse sobre una gran piedra. Mirándonos detenidamente uno a uno, nos interrogaba con cuestiones que escapaban a nuestros pobres saberes: Ustedes, alegres cotorras del vivir ¿qué creen que sucede cuando se modifica un código de edificación? Al maestro le respondió el silencio. Ustedes, todos, la verdad son más pelotudos de lo que yo creía. El negocio pasa de unas manos a otras, del interés común que se arreglen entre ellos los muertos de hambre.

En un atardecer apacible, al escuchar sospecho ahora comentarios sobre los modos de armonizar con el universo el Maestro nos dijo: No se lo tomen tan en serio a eso de fluir, ojo al piojo, se van a cagar encima.

Al enterarse de que en el grupo se intercambiaban lecturas de poemas al anochecer, el Maestro al borde de la ira nos increpó: ¿Ustedes son pelotudos de toda la vida o de ahora nomás? ¿Cuándo se reconocieron poetas? ¿Pregunto por qué mierda uno de ustedes escribió, en vez de palta, palto, digan si se quieren hacer los raros, qué mierda les pasa?

Recuerdo vívidamente los momentos en que nos sorprendía con observaciones poéticas: Ahora resulta que Venecia se quedó sin agua, ¿hay algo más triste que una góndola en el barro?

También un día les habló a los poetas con dureza: Recordad bien esto: un kilo de merluza vale más que mil palabras.

El gurú no dejaba de sorprendernos y nos desafiaba a desentrañar uno de sus habituales y crípticos mensajes: Ojalá que le vaya bien a Mozart.

Recuerdo aún aquellas palabras suyas: La ignorancia ilustrada te hace prosperar, tengan en cuenta que la prosperidad llega con la ignorancia ilustrada, como bien podrán observar en cualquier programa televisivo.

Una mañana, luciendo un colorido sarape mexicano, el Maestro miró a sus discípulos y sentenció: Todos tenemos un plan hasta que recibimos la primera trompada en la boca, como bien dijera el portentoso Mike Tyson.

Una noche cuando tarareábamos una canción alrededor del fuego el Maestro salió al cruce para romper ese idílico momento: Yo sabía, se llenó de pelotudos cantando canciones que dicen que necesitan conocerse más.

Un día, al amanecer, en el curso de una caminata dijo: Muchachos, síganme de a uno, en fila india, no en manada. Recuerden que vamos sobre la ruta, nos puede hacer mierda un Scania.

Siempre atento a nuestro porvenir nos advirtió: Ojo con ustedes que son bastante ingenuos y medio pelotudos, no se aferren nunca a un dogma neoliberal porque los va a pisar el camello de la historia.

Ahora a la luz de los acontecimientos de dominio público debo destacar la lucidez del Maestro: si ustedes sueñan con un tweet, al poco tiempo se soñarán libertarios.

Siempre tengo presente esos instantes donde sus cavilaciones filosóficas nos deslumbraron: Piensen, si cae una nevada una siesta de estas, ¿quién tendrá la culpa?

Aquí, en este anotador, registré algunas citas que nos maravillaron:

No deja de sorprender la cantidad abrumadora de perdedores que se identifican con una camiseta de fútbol con el número 10 en la espalda.

¡Deteneos! No vayamos todos juntos para allá, que hay un pozo.

Muchachos, ojo que ahora la cosa se puso más jodida, se llenó de pelotudos cantando canciones pandémicas.

Y no solo eso, ahora viene un coso que hace canciones y dice que en la soledad que le produjo la cuarentena descubrió que estaba lleno por dentro. Y solo muestra un estertor de la esclavitud.

Ante nuestra insaciable sed de conocimientos, recuerdo que en uno de nuestros últimos encuentros el Maestro fue tajante: ¿Por qué no se van un poquito a la mierda y dejan de preguntarme idioteces?



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Comentarios:

- Arturo Arce: ¡BRUTAL! ¡GENIO!

- Guille Posada: Escatológico y brillante!!! Vamos por más!!!

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