Querida Tierra Media
-cuarta entrega-
Querida Tierra Media: te escribo estas líneas a mediados de octubre. Me decís que estás satisfecha con las anteriores –estaría al día, mal que mal, con los deberes– y me proponés un nuevo tema. Veré de complacerte.
Esta vuelta me preguntás por lo poético. Por lo poético y las poéticas. Me decís que un poco siempre te ha desconcertado el uso de estos dos términos; como si fuera algo en el fondo arbitrario, como si ellos fueran usados de una manera hasta capciosa. Usos significativos pero quizá confusos o incluso inesperados, cuando no inconducentes.
Antes que nada, no hay que olvidar que en estas materias uno nunca terminará de elucidar nada al cien por ciento, sobre todo porque hay distintos pareceres, distintos enfoques, distintas, cómo decir, pasiones y hasta cegueras pululando. Ese dato: somos ya más de ocho mil millones de personas en el Globo; algunos de nosotros nos dedicamos al Arte y, en general, todos nos relacionamos de algún modo u otro con sus productos. Cómo llegar a un acuerdo unánime, total.
Lo que hay que hacer es lo de siempre: dividir para vencer. Primero, lo poético. (Qué voy a escribir ahora. Me mira de acá de un costado la Biblioteca adusta y calla, solemne. Innúmeras reflexiones se han hecho a lo largo de, anotá, milenios; yo, autodidacta arrebatado y díscolo, vacilo ante tamaña empresa.)
Poético puede ser un poema, una canción, un cuadro; pero también un paisaje, un momento, una pausa, un sobrecogernos, en fin, por una nonada, tuquito que se fue.
Decir que algo es poético es decir que eso nos conmueve de algún modo u otro. Quizás usamos el término como un comodín que nos viene bien para afirmar vagamente que algo nos resulta bello, o raro, o significativo. Una vieja con su mañanita, a la vera del camino, que oferta, quietita ella, yuyos para el mate, nos puede resultar más bella, más poética, más conmovedora (la queremos más) que la última foto de la última modelo o actriz frente a las siempre obsecuentes cámaras, tan deleznables. Mujeres como mundos. La primera pide detención, sosiego, simpatía; las otras, consumo voraz.
Ahora, eso bello, eso raro o significativo, te insisto, no es algo en que todos concordemos sin más. Sin ir más lejos, la canción que nos hiciera estremecer de emoción a nuestros veinte años ("habla de algo verdadero", sentíamos; "una verdad que no es la de la Ciencia ni de la Filosofía u otras mayúsculas importantes, sino de, no sé, la vida"), al cabo de los años, deja impávidos muchas veces a nuestros hijos o sobrinos, como lo que es: cosas de antaño.
Así que lo poético puede marchitarse, sometido, como lo está todo, a los oficios del tiempo. O, al contrario, supera la prueba y entra a ser parte de lo así llamado clásico.
La poética, por su parte, suele ser asunto más bien de ciertas personas un poco más pensantes. Veamos.
Vos me decís, querida amiga, que siempre te causó extrañeza el que hubiera no sólo poéticas de la poesía sino del cine, de la música y así. ¿Será metáfora, me preguntás, será una especie de analogía, una correspondencia entre las diversas Artes?
De lo poco que sé (no olvides nunca que soy más bien un autodidacta; como cantó el poeta, "un bárbaro lector en plena Docta"), la cosa viene de los griegos. Tenían el verbo poiein, como quien dice "hacer", elaborar. Hacer poesía consiste, de última, en combinar palabras. Alberto Williams –¡otro manual!– afirmaba que la música es el arte de combinar los sonidos. Como un material al que se dota de cierta estructura que nace de la naturaleza misma del primero pero con el que el artista elabora, ahora sí, algo insólito, inesperado, bello, en suma: coleta de Münchhausen el artificio.
Hace realmente ya mucho, gente como Aristóteles cranearon "Poéticas", es decir, teorías o al menos consideraciones sobre obras de arte ya existentes. Así, se habló de la tragedia a partir de las que se tenían a mano.
Para complicarla, esas teorías en principio descriptivas se vieron luego como modélicas y hubo entonces períodos enteros de la historia del Arte en Occidente en que, repitamos, a Aristóteles se lo tomaba como norma para todo lo que se quisiera hacer. Así, durante mucho tiempo el teatro tuvo que sujetarse a las famosas tres unidades.
Volviendo de paso a tu pregunta, te cuento que esas cosas más bien pasaron. Hoy se dice, por ejemplo, que la poética de determinado cineasta tiene que ver con la lentitud, o con una paleta de colores tenues, o que tiene pocos diálogos, etcétera. Pasa por describir lo que efectivamente el autor propone y no evaluarlo según lo que supuestamente debería haber hecho.
La cosa no acaba aquí. Para volver a los poetas (disculpame, querida amiga: pertenezco a dicho gremio, tan venido a menos), existen cosas llamadas "ars poetica". ¿De qué se trata esto? De poemas que dicen cómo proponen que la poesía sea hecha, o cómo suele su autor hacer sus poemas, o con qué clase de poesía futura sueñan.
Cuando Paul Verlaine dice "de la musique avant toute chose" (la música ante todo), está concibiendo la poesía de ese modo. Así como –¿quién era?, ¿Quinto Horacio Flaco?– se habló de "ut pictura poesis" (poesía como pintura). Y, mira tú por dónde, se da vuelta lo que vos me preguntabas: no el cine, la música, la pintura como poéticas, sino una poesía musical, o pictórica. (Vos bien sabés que, desde el siglo XX, se habla mucho de técnicas cinematográficas en literatura.)
Como verás, la explicación me salió toda desbolada. Resumiendo: poética puede ser una cosa, una persona, un mero instante, en fin, una obra de Arte que hace vibrar una fibra íntima en nosotros; poética puede ser también el estudio, ya sea descriptivo ya normativo, de obras de Arte; y también puede haber un "Ars poetica" de tal o cual autor, escrita por él mismo.
Te insisto: no soy Doctor. Todo esto lo podés encontrar mejor explicado en los consabidos manuales. Había ambigüedad en el término; algunas distinciones, que espero que te vengan bien, hice. Pero ya habrás visto: las palabras tienden a ser ambiguas; exactitud en las Artes no la hay. (Las únicas Exactas que me caen bien son las de Luis Alberto Spinetta.)
De última, más allá de las poéticas, y de las "Ars poetica" que uno tenga a mano, y ahora te hablo como el poetito que soy, todo se resuelve de nuevo y siempre a la hora de escribir. No hay fórmula. No podemos ordenarles a las palabras que se den según queramos. Ellas aparecen siempre siendo las que tenían que venir. Podrás corregirlas mucho o bien poco pero las que las sustituyan, en la corrección, también surgirán por su cuenta, no por nuestra hipostasiada voluntad.
Bueno: me fui del tema o tarea que me habías encomendado. Vos me dirás si te son más o menos útiles estas disquisiciones. ¿Podés creer? Este grumete ya casi llega a su medio siglo de vida (regalos, en noviembre) y ahora se sabe mucho más burro que cuando empezó. No por ello dejes de enrolarlo para la próxima travesía. Avisame más bien pronto qué nota se merecen estas líneas ¡y que se rompa mi corazón de poeta!
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