¿A dónde va la scooter?
Fernando Vélez

La última película de Rosendo Ruiz se estrenó en casi todos los cines del país, claramente un esfuerzo encomiable del reconocido realizador cordobés. No vamos a realizar un repaso de su filmografía y vamos a ir directamente a lo que resultó disfrutar de la película en el día de su estreno.
Las salas de los cines Hoyts del Patio Olmos siempre me trasladan a esa sensación de estar ingresando a un dibujo de Escher, esta vez no fue la excepción.
La primera pregunta que me surge es ¿El cine cordobés puede ser criticado? ¿Los realizadores locales están preparados para recibir una crítica? ¿Por qué todos los comentarios que escuché sobre la película se dicen casi en secreto?
La trama de la película se resume en las travesías de dos personajes que tienen una banda de cuarteto under en la ciudad de Córdoba y que por el descuido y el afrecho de uno de esos personajes quedan envueltos en un crimen. Rosendo intenta explorar dos géneros: el thriller y un cuasi musical. Una apuesta más que arriesgada para cualquier realizador en cualquier lugar del globo. El resultado es, como mínimo, incierto. En este punto es bueno que diga cuál es mi posición como espectador: me considero un cinéfilo sin formación académica, soy capaz de ver más de 30 veces una película y he incursionado en la realización del lenguaje audiovisual. Desde ese lugar veo todo lo audiovisual, no puedo correrme de mi experiencia. Creo que la película tiene aciertos y cosas incomprensibles dentro de los géneros que se propone abordar, sobre todo el thriller. El guión debería estudiarse en las escuelas de cine como un caso curioso de cómo no escribir un thriller. Personajes que desaparecen de la trama inexplicablemente. La noción de los hechos y su hilo temporal parecen no haberse conocido ni saludado dentro del film, uno tiene la sensación que un día dura más de 72 horas, eso sin ninguna explicación que la sustente hasta el final de la película. Si hubo una intención de explorar esa circunstancia como algo experimental no se nota. Es decir: no estamos ante un homenaje a David Linch. Muchos sabemos que realizar escenas de acción/violencia es sumamente difícil, tanto que hay expertos para eso. En la película hay intentos de ese tipo de secuencias. Dentro de estas es difícil seguir la lógica de los sucesos de la acción, específicamente la continuidad dentro de la escena. La lista de elementos fallidos del guión es enorme, debería verla de nuevo para tomar nota y no viene al caso. Los personajes dan muy bien con el casting, todo el casting es bueno. La fotografía está lograda lo mismo que la banda sonora que por sí sola lleva público a las salas, me refiero a las canciones de La Monada. Los personajes, a veces verosímiles, tienen la capacidad de volverse entrañables a pesar de todo lo anterior. Incluso a pesar que no haya referencias a las drogas, algo que es imposible de soslayar en el ambiente cuartetero. Una misma escena que funciona como transición entre locaciones está repetida 8 veces. Me refiero a La Zurda yendo de un lado a otro en su scooter 110. Volviendo al inicio, a las primeras tomas antes de la persecución, se nota claramente que esas tomas iniciales no suman nada y fueron de relleno realizadas con una cámara de inferior calidad. Especulo que eso se debe a un arreglo con las autoridades de la Provincia de Córdoba para conseguir financiamiento.
Desde mi lugar de espectador la disfruté como una comedia involuntaria de enredos inexplicables, donde la presencia casi permanente de La Zurda arriba de su motito en un día que no tiene fin me llevaba a pensar: ¡Por favor! ¡En esta tiene que chocar!
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