Alfredo Lemon

10.07.2025

"La poesía es una revolución de fe"


Hernán Jaeggi


Alfredo Lemon nació en Córdoba en 1960. Se recibió de abogado y ejerció como Profesor Universitario. Fue miembro del Ateneo Filosófico de Nueva Córdoba. Colaboró con el suplemento cultural de La Voz del Interior desde el año 1990 hasta el 2000. Por su libro de ensayos El mono metafísico obtuvo el Premio Asociación de Escritores Argentinos en 1991. Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, italiano, catalán y francés. Colaboró en medios literarios del país y del extranjero.

En poesía publicó: Eclipses, arritmias y paranoias (1983), Cuerpo amanecido (1988), Humanidad hecha de palabras (1991), Sobre el cristal del papel (2004), 23 (2023) y El búho levanta vuelo al anochecer (2025).

Esta presentación es, a grandes rasgos, la faceta pública de Alfredo Lemon, la piel, la persona como máscara que encubre a otro personaje –él mismo- que ha vivido grandes e intensos momentos de la poesía de Córdoba de los años ´80. Como poeta siempre exhibió la alegría y la tristeza, el amor y el desamor, el deseo y la frustración, la fe y la duda en una poesía de tono confesional y místico, con referencias simbólicas de lo sagrado y lo sensorial, desde la persistente mirada de lo filosófico.

Alfredo Lemon ha sido siempre un poeta en permanente y tensionada búsqueda de lo trascendente en un mundo finito.

¿Cuándo y cómo comenzaste a escribir poesía? ¿Cuándo pensaste en convertirte en poeta? 

 Mi primer contacto consciente con la poesía se produjo cerca de mis 21 años, luego de recibirme de abogado. Anteriormente solo leía libros que tenían que ver con la carrera de derecho. Por supuesto que en el colegio leí la literatura que se daba, pero fue luego de leer "Límites", el famoso poema de Jorge Luis Borges, que me impactó e impresionó tanto que dije, a este autor quiero estudiarlo y conocerlo. Y a partir de leer su obra poética completa, me enganché y fue así que investigué a otros autores, Ernesto Sábato, Alberto Girri, Enrique Molina, y me lancé a escribir algunos textos. Reconozco que fue entonces cuando esa gran poesía del más universal de los escritores argentinos, me abrió al horizonte creativo de las letras, a seguir leyendo principalmente y a entregarme a la pulsión de decir sobre una página. Mi primer libro lo escribí a los 23 años y lo titulé "Eclipses, arritmias y paranoias". De esto hace ya 42 años. En la presentación se vendieron 70 ejemplares.

Tu vida estuvo marcada por el mandato de ser abogado y el deseo de ser poeta…¿Cómo viviste esta dualidad? 

Reconozco que abracé con vocación el derecho, me dediqué a su estudio con ahínco y me recibí joven (hice la carrera en 5 años). A los 18 años entré a tribunales y durante muchos años trabajé, primero en el Poder Judicial de la Nación y luego en el Ministerio Público Fiscal, hasta mi jubilación. En realidad, agradezco esa actividad y no puedo renegar de su ejercicio, porque ha sido, junto a la docencia, las que me han sostenido materialmente para poder desarrollarme en otros ámbitos. Pero hoy, en la distancia y a mis 65 años, la veo y la siento como algo de un pasado que ya no me pertenece, sombras o pasajes de otra vida anterior que tuve y que ya fue. Porque uno muere y renace muchas veces en esta misma vida. Estimo que fue entonces, cerca de los 50 años, que comencé como de nuevo, más enfocado en la poesía, en lo artístico, en otras búsquedas, a lo bohemio si se quiere, y a seguir estudiando por mi cuenta y asistiendo a talleres de escritura creativa, específicamente interesado en la literatura argentina. Pero todo tiene que ver con todo a la vez. Recuerdo que un profesor -que fue uno de mis maestros en la facultad (Alfredo Mooney)- me apodó el poeta del derecho constitucional. Y otro (Camel Manzur), exagerando desde luego, al concluir un alegato comparó mi actuación con una escena de Shakespeare. Retomando, estimo que en la formación humanística todo suma y nada se excluye de manera determinante. Igualmente, debo apuntar, que esos conocimientos siguen influyendo en mi estilo y formas de escritura. Lo jurídico y lo filosófico son una parte muy importante de mi bagaje cultural y el ojo lector lo advierte. En definitiva, a esa dualidad que referías al principio, la sobrellevé como pude y tratando de equilibrarlas. Creo que ambos oficios se complementan y se retroalimentan. Te diré además, que siempre sentí la proximidad de palabra y vida con Wallace Stevens, poeta norteamericano que también era abogado especialista en seguros. Sus páginas contienen excelentes enseñanzas y me acompañaron en mis escritos y aún hoy en mi labor. "La teoría de la poesía es la vida de la poesía; la teoría de la poesía es la teoría de la vida". Detenidamente se observa la confirmación que ha surgido de la meditación del hacedor, dado que el poeta ha devenido en pensador por el sendero de la lucidez crítica. Quien siempre me apoyó y me alentó desde el primer momento en el camino de la literatura fue mi madre, de la que yo digo que fue la gran fan de mi poesía. Te cuento algo íntimo que me parece interesante. Luego de la presentación de mi libro "Sobre el cristal del papel" que hizo Susana Cabuchi en el 2004, si bien yo seguí borroneando algunos poemas, no tenía la intención de dar a luz otro libro y estuve más de 20 años sin publicar, salvo cosas sueltas y colaboraciones dispersas. Pero tras la muerte de mi madre en los últimos meses del 2022, tuve un sueño en el que ella me hablaba y entre otros asuntos personales, me decía, seguí escribiendo y no dejes de publicar. A eso sí lo tomé como una visión, un consejo o un mandato y fue por eso que decidí publicar "23" en el 2023, que reúne un conjunto de 40 poemas y rompe de algún modo, todo aquel silencio y espacio.

De los comienzos de tu actividad poética, ¿recordás a otros poetas en especial, de lo que se vivía en aquellos años 80? 

Sí, por supuesto. Recuerdo el último tiempo de la dictadura y la época del regreso a la democracia. Todos vivíamos como en una primavera. Afloraba la creatividad por todas partes. Era un resurgir del país luego de la oscura noche militar y se respiraba un renacer del arte y lo festivo esperanzador. Asomaba una apertura, una libertad que se apoderaba de todos y se presentaba para disfrutarla. Además, en el ámbito de la literatura, no había tantos escritores como pululan hoy, y parecía como que nos conocíamos casi todos y nos respetábamos y compartíamos las diferentes propuestas estéticas de cada uno y en las discusiones y estilos nos enriquecíamos. Particularmente siempre admiré el trabajo que hizo el grupo "Raíz y Palabra" (Arévalo, Garro Aguilar, Jaeggi, Cabral, Vargas) que fueron y son parte importantísima de la historia de la literatura de Córdoba por su compromiso vital y para muchos, eran nuestros referentes. También tengo presentes a Javier Almeida, Eduardo Masset, Gerardo Pérez Taschetta y muy especialmente a mi querido amigo Marcelo Torelli, el "mago", que se nos fue tan temprano con sus apenas 24 años recién cumplidos. Asimismo, recuerdo a los poetas de "Sol Urbano", y a los de la comisión juvenil de la Sociedad Argentina de Escritores que eran rebeldes y audaces para gestionar y agitar la movida cultural de ese momento. Me acuerdo también de mis primeras profes en talleres literarios: Marta Cisneros y María Nélida Astrada en 1982.

¿Podemos decir que tu poesía está atravesada por un fuerte sentimiento de lo sagrado? 

Sí, es así. Parto de la idea del poema como contemplación. Dado que el poeta con su palabra, puede observar casi como desde un templo, el desenvolvimiento de las cosas, su sí mismo y lo demás. Apuesto a la poesía como una razón personal, una vocación, un destino, una devoción y manifestación espiritual. Y porque la poesía es uno de los pocos éxtasis que nos quedan para sentirnos vivir.

¿Qué es lo que más te fascina de lo místico en la poesía? 

Eso que se intuye. Lo no racional, lo que se escapa y que sólo se roza en lo más intenso y fugaz que somos. Lo que no puede referirse, aura invisible, umbral metafísico. La poesía es la forma más sutil de conectarse con el ser. Conforma una enorme zona de expansión, posibilidades y catarsis, visión y profecía. Para mí, en el fondo, se trata de otro de los lenguajes de la sabiduría… "la canción de una alondra que busca el cielo".

¿En qué tenés fe? 

En Dios, en la palabra, en el amor, las utopías.

¿Sentís que a través de la poesía te acercás a Dios, a lo más humano? 

De algún modo sí, porque el poema rasguña lo absoluto en la medida que se interroga por las grandes preguntas de la humanidad de todos los tiempos y que son comunes a cada mortal. Al pensar y habitar poéticamente el mundo (parafraseo a Heidegger) se cala hondamente en la palabra que se intenta pronunciar y nombrar. Se "re-significa" la realidad, para modificarla, conferirle nuevas interpretaciones y aristas renovadas desde diferentes ópticas. La poesía nos ayuda a asumir nuestra orfandad, vulnerabilidad, condición frágil. Allí nos refugiamos y atrincheramos para curarnos de las cicatrices que cargamos a lomo de mula como especie… y el peso del vivir en esta hora.

¿A veces te preguntás dónde está Dios en este mundo lleno de violencia, odio y maldad? ¿Encontrás alguna respuesta en la poesía? 

Seguramente Dios, el ser, el universo, dejan huellas y rastros en lo más intenso e insondable de la poesía y en el corazón del lector creyente. Dios, cualquiera sea el nombre que le pongamos y la forma que le adjudiquemos, la energía, el universo, habitan y sostienen la esencia y la pulpa de la poesía. Ahora bien, el odio, la maldad, la inmundicia de un mundo "in-mundo" interpelan esa conceptualización y cada uno desde su subjetividad y su convicción, encontrará o no, una respuesta.

¿Podés establecer alguna conexión entre la apreciación de lo místico de un religioso y la de un poeta? 

Se tocan y convergen en algún punto. El místico y el poeta cuando son rozados o sacudidos por la gracia o el don de una epifanía o una revelación, están juntos en el sendero de la beatitud y lo etéreo en su grado más elevado.

La filosofía y la poesía aparecen muy integradas en tu obra, especialmente en tus dos últimos libros: "23" y "El búho de Minerva levanta vuelo al anochecer"

Sí, es correcta tu observación. A la poesía la sentí siempre, como una forma de conocimiento. Un intento de ordenar el caos de nuestro propio ser y estar en el aquí y ahora, en esta época opaca poblada de incertezas que nos ha tocado. La poesía se yergue como un bastión de resistencia y de resiliencia ante los embates que nos acucian en lo cotidiano existencial de la contemporaneidad. Fue mi primer profesor de filosofía José Ramón Pérez, quien sembró en mí esa inquietud e interrogación que aún hoy me atraviesa y acompaña: por qué existe el ser y no más bien la nada; cuál es la unidad entre tanta multiplicidad… qué hacer con los contrarios…También me acuerdo de los diálogos que solíamos tener al respecto con Osvaldo Pol, que se ponía firme a la hora de diferenciar poesía y filosofía como quehaceres distintos. No quisiera dejar de mencionar un libro ya clásico entre nosotros, "Filosofía del poema" escrito en 1982 por Aldo Parfeniuk, que inteligentemente y con maestría, analiza estos tópicos y arroja luz sobre los mismos. Sintetizo: para mí, la poesía más pura es esencialmente filosófica. Y los filósofos más claros (por ejemplo, los griegos) han hecho de sus obras, grandes poemas. ¿Quién hubiera convencido a Shelley de que Platón no era, ante todo, un poeta? En "La verdad" de Karl Jaspers aparece más veces el nombre de Calderón que el de Spinoza o el de Descartes, más veces los de Esquilo, Sófocles y Eurípides que los de Bacon, Leibniz y Schopenhauer. Y la obra trata no de cuestiones estéticas sino de asuntos de lógica.

¿Cuál es el propósito de la poesía para vos? 

No sé si hay un propósito, por lo menos explícito. Si tuviera algún propósito sería el de contar y cantar -develando- las diversas circunstancias que conforman los grandes temas de la existencia y el devenir. Los dramas, el amor, el tiempo, el dolor, el poder, la conciencia de fugacidad, la muerte. La poesía nos ayuda a encontrar en nosotros algún propósito. Y estimo que eso no es algo menor. La poesía no puede cambiar al mundo pero puede cambiar "mi" mundo con respecto a lo otro y lo demás. Te agrego y señalo: la poesía (y todo quehacer artístico) puede cambiar el mundo porque lo embellece. La poesía es una revolución de fe.

¿Creés que la poesía es un escape o un cable a tierra? 

No debe ser un escape o mera evasión. Es un cable "a cielo" porque desde su aparente insignificancia ante los sucesos externos, busca y anhela una trascendencia, perdurar un poco más en lo que dice e insinúa en su intangible perspectiva y olvido. Por otra parte, también es un cable "a tierra" más que necesario. Acuerdo con Ernesto Cardenal, en cuanto pienso que siempre puede hacerse una lectura política de nuestras poéticas con más o menos argumentos. La poesía nos permite auscultar los problemas que nos interpelan como sociedad. Nada de lo humano debe resultarle ajeno. Todo puede ser motivo o tema de un poema. Como autores, ahora puntualmente, creo que debemos estar atentos a las crisis que arrastra y vive la Argentina. No olvidar ni a los 30000 desaparecidos, los exilios, las Malvinas, las Madres, las Abuelas, la defensa de los 40 años de democracia, los femicidios, los ecocidios, las secuelas psicológicas de la pandemia, los duelos, los discursos del odio, el reconocimiento que faltan de más derechos, las incertidumbres que se vislumbran ante el avance de las derechas a nivel global, la violencia amenazante de los gobiernos con sus motosierras… Concluyendo y volviendo a tu pregunta: la poesía debe ayudar a mirar y mirarnos entre todos. A seguir escribiendo ese ser vivo (lo que está ocurriéndonos) en el poema del diario transcurrir. Ese artefacto, esa creación, tiene su preocupación en su presente y su futuro, porque las palabras exponen lo oculto pidiendo un horizonte más justo para más. La poesía con su voz, debe señalar la indignidad de los vulnerables y marginados en la sombra. Como una creencia, una apuesta, una intensión, reivindico para la poesía ese lugar de estar trabajando con la memoria. Cuerpo y memoria, poner el cuerpo para seguir…Porque militamos leyendo…Y la escritura también es una militancia… Cito a Juan Gelman: "A sacudir las palabras cansadas y que la lengua eche a volar de nuevo".

¿Qué es la belleza? 

Ante tu pregunta necesariamente rememoro los versos con que comienza el poema "Endimión" de Keats: "A thing of beauty is a joy forever". Pero, ¿cómo traducir sin traicionar el auténtico significado de lo escrito por el poeta inglés y la música que nos trasmite? "Lo bello es una dicha para siempre". "La belleza es un regocijo para siempre". "Una cosa bella es un goce eterno". "Un objeto de belleza es eternamente un goce". "Algo bello es una alegría para siempre". Vemos que la frase trasciende el mero decir porque no sólo define de un modo bello a la belleza, sino que además, las palabras resplandecen al conjuro de quien al pronunciarlas las piensa. Son fogonazos que hechizan de eternidad la definición y redimen al sentir divagante en su finitud. "A thing of beuty is a joy forever". El artista susurra con religiosidad: quien rozó o gozó la belleza, aunque más no fuese por un instante, la recuerda para siempre; no podrá olvidarla. Así, la belleza es esa propiedad de los seres y de las cosas que por sus perfecciones objetivas o subjetivas, las hace querer amarlas, infundiéndonos deleite espiritual. Impresiona a los sentidos, al intelecto y a la sensibilidad; ya como sentimiento, aspiración, anhelo o posesión. Igualmente, y en relación a otros valores morales como la virtud y la bondad; lo bello ha sido considerado como uno de los principios anímicos más altos: lo bello es esplendor del bien; la belleza es un modo de ser de la verdad. Pero avancemos un poco más: ¿la belleza es cosa de la razón o de la sensibilidad? De ambas cosas… Como ocurre con los asuntos importantes, la belleza es un misterio que no descifran ni la psicología ni la retórica. Acertadamente señaló Oscar Wilde, "los que trabajamos en el arte no podemos aceptar teoría alguna a cambio de la belleza misma; y así, lejos de pretender aislarla en una fórmula dirigida a la inteligencia, procuramos materializarla en una forma que otorgue alegría al alma por medio de los sentidos. Se pretende crear belleza, no definirla".

Muchos de tus poemas están escritos en un tono confesional

Sí, eso es lo que pareciera principalmente… pero todo también es parte de una ficción que a veces el autor se inventa y pone en escena a través de un relato o diversos párrafos. Digo, no todo es necesariamente cierto, pero lo es ciertamente…

¿Qué necesitás confesar a través de tu poesía? 

Creo que lo que intencionalmente pongo en letras cursivas cuando escribo, es lo que me digo a mí mismo en lo más profundo. Y ese sentir, esa frase, sentencia, palabras o revelaciones, sensaciones o sentires que me invaden, son lo que quiero subrayar -quizá- como lo más valioso y real del poema. Ahí puede buscarse alguna confesión. En eso que tipográficamente resalto.




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