Atrofias
Adrián Savino

Me enganché hace unos meses con una entrevista en la tele.
Era un filósofo o neurólogo, o las dos cosas juntas.
El tipo contaba de un experimento que se había hecho en Francia.
Veinte taxistas: diez que trabajaban con GPS, y diez que lo hacían a la usanza tradicional.
(A lo sumo recurriendo a algún "nomenclateur cartographique", ponele.)
Después de un año, se les hicieron estudios neurológicos.
A los diez últimos les dieron más o menos normal; a los otros, no.
Todos éstos registraron, según el entrevistado, "una atrofia leve en ciertas funciones cerebrales vinculadas con la orientación y la ubicación".
Pensé, al escucharlo, en las personas que antes de ir en auto a cualquier lugar (incluso alguno que ya han visitado varias veces), piden invariablemente la ubicación.
Son muchas, diría que cada vez más.
Y apuesto a (bah, en más de un caso me consta) que no les interesa en lo más mínimo la lectura.
Ya tú sabes, me refiero a una lectura más compleja y elaborada que chats de wsp, memes o posteos en redes. Digamos por caso: libros.
Como Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción de Jorge Volpi, donde el autor afirma:
"Prefiero pensar que la ficción ha existido desde el mismo instante en que pisó la Tierra el homo sapiens. Porque los mecanismos cerebrales por medio de los cuales nos acercamos a la realidad son básicamente idénticos a los que empleamos a la hora de crear o apreciar una ficción. Su suma nos ha convertido en lo que somos: organismos autoconscientes, bucles animados. Verdad de Perogrullo confirmada por las ciencias cognitivas: todo el tiempo, a todas horas, no sólo percibimos nuestro entorno, sino que lo recreamos, lo manipulamos y lo reordenamos en el oscuro interior de nuestros cerebros —no sólo somos testigos, sino artífices de la realidad. (…) Reconocer el mundo e inventarlo son mecanismos paralelos que apenas se distinguen entre sí."
Me pregunto ahora si la merma, o si se quiere la falta absoluta de lecturas, producirán también algún tipo de atrofia cerebral.
En estos tiempos de televisorcitos portátiles personalizados, capaz que una respuesta por sí nos ayudaría a entender al menos dos o tres cosas.
Lo que estaría dispuesto a asegurar no es que hoy se lee menos… pero sí que se lee peor.
Que hoy alguien puede leer atentamente y de punta a punta una explicación pormenorizada de cuestiones como la redondez de la Tierra o el Holocausto, y tras el punto final, persistir como si nada en sus convicciones terraplanistas o negacionistas.
Frente a ese tipo de personas, no puedo menos que escandalizarme como lo hizo alguna vez un gran futbolista ante el discurso de un diminuto presidente.
Así tal cual, con ojos desorbitados de rabia y asombro, me salgo por completo de la vaina y le grito al mundo entero:
-¡¡¡No sabe leer!!!
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