Crónicas desde un país en recomposición (dois)

10.12.2025

Pablo Ramos Basta


Aruana
Aruana

Chuva de mais

Llueve, casi todo el tiempo llueve, y mucho. Pero no hay relámpagos, y por ende, tampoco, truenos. Los nubarrones oscuros provienen del este, de la costa marítima. Se deslizan veloz y erráticamente por el cielo siempre soleado, y en minutos descargan un intenso aguacero. Trato de aprender alguna lógica que permita anticiparme al chaparrón, pero es inútil, con las mochilas armadas, las bicicletas prestas a salir, hay que meterse adentro y aguardar que el sol vuelva a emerger propiciando la visión de arcoíris perfectos estampados en el horizonte. A veces es al revés, cuando el plan casero va templando las expectativas de mar, acontece un cielo despejado y hay que apurar los preparativos y el pedaleo para conquistar la playa. Por si acaso, los pronosticadores meteorológicos siempre vaticinan que va a llover y aciertan, en parte.

En el nordeste, la diferencia de las estaciones la marcan los períodos de lluvia. De mayo a agosto, la continuidad de las aguas caracteriza lo que podría denominarse invierno. No la temperatura, que apenas desciende para estabilizarse entre 20 y 30 grados. Sin embargo, para los nativos hace frío, y es el momento de ponerse una campera. La postal se repite a diario. Tirado en la rede, pasa un vecino abrigado y se queja de que está fresco. En musculosa, bermuda y descalzo, le digo:

¿Frio? Você não tem ideia do que é o frio.

Y le cuento que en esos momentos, en las sierras de Córdoba, el mercurio está por debajo de cero. El cara asiente con un gesto de incomprensión existencial. ¿Acaso eso es posible?

En esa otra vida, estoy cortando leña para alimentar la boca infinita de la salamandra.

Contrabandistas culturales

Los cruces de frontera están agujereados por el contrabando, la migración permanente, las lenguas mezcladas, y otras especies desobedientes. Los conquistadores europeos se dividieron el continente entre caprichos y masacres. Los portugueses se quedaron con todo eso que hoy es Brasil y los Españoles con el resto. Paraguay y Uruguay, y eso que llamamos el Litoral, fue un terreno en disputa hasta entrado el Siglo XX. La mayor división es lingüística. Dos idiomas, que funcionan mejor que los ejércitos fronterizos, galvanizaron las diferencias nacionales. El portuñol salvaje prospera entre esas zonas demarcadas con un lápiz imperial. Sin embargo, hacia adentro, a miles de kilómetros de las fronteras los habitantes escuchamos con delay el sonido extranjero. La música, identidad móvil, sin márgenes, dislocada, nómada, ha perforado esos silencios colectivos.

Nuestros amigos Jean y Sonia, van a asistir a un show de Capital Inicial, banda emblemática del rock brasilero en los noventa. Como en Argentina, el revival del rock es ya una rutinaria práctica vampirezca. Conozco esa banda porque en una incursión pasada escuché una melodía, un riff, una letra que rápidamente identifiqué. Era una versión bastante similar, aunque con la letra cambiada, del tema Música Ligera, de Soda Stereo. Hasta el nombre trocaron por A sua maneira. La canción fue un gran hit, pero casi nadie sabía que era casi un cover de una banda argentina. La misma historia ocurrió con Track Track de Fito Páez, que se convirtió en un himno de Os Paralamas do Sucesso, sin dudas, la banda brasilera que más exploró la cultura rock de Argentina. Y al revés también ocurrió, un contrabando de canciones no siempre reconocidas en sus expresiones originales. La versión de una mítica composición de Cazuza, fue tomada por la Bersuit, que ya tenían antecedentes de afanos con Sr. Cobranza de las Manos de Filippi, para que "El tiempo no para" sonara en todos sus shows. Por su parte Los Pericos se inspiraron en Mulher de Fases de Os Raimundos para hacer otro éxito que se gastó en las radios, retitulado como "Complicado y aturdido".

La cuestión fue conversada en varias noches regadas de cachaça con amigos, que tan poco conocían de la música del otro lado del río. Varios, como Jean, gustaban mucho de Cerati. Alguno me habló de Sumo. Otros iban a clásicos como la Negra Sosa o Yupanqui. Una chica llevaba una remera de Almendra y se proclamó fanática del Flaco. Y poco más.

Desde entonces me convertí en un detective de estos contrabandos musicales, a veces sinceros y manifiestos, a veces encubiertos y sospechosos, entre una y otra frontera. Por supuesto la rigidez de idiomas, las identidades nacionales (con z también), los sesgos extorsivos de la industria cultural, son permeables a la escucha atenta, la sensibilidad asemántica, la hermandad sureña, de tantos artistas que se cagan en las fronteras cuando el arte ataca con su pulsión vital.

Macacos en bicicleta
Macacos en bicicleta

Nordeste psicodélico

Vuelo nocturno. El avión que salió de Campinas cruza en diagonal hasta Bahía y desde allí bordea sutilmente la beira do mar, atravesando las nubes hasta zambullirse en la pista de aterrizaje de Aracajú.

A las 2.45 consigo un Uber. Desde el aeropuerto son apenas cinco minutos hasta Aruana, el bairro de nossa morada, justo lo que dura una canción escupida por la sincrónica bandeja de un DJ Orisha en alguna estación de radio. Camino desde la entrada del condominio hasta casa repitiendo mentalmente el estribillo. No quiero olvidarla. No es la primera que la oigo, pero sí la primera vez en que me dejo afectar.

Me voy a despertar, la voy a tararear en portunhol y Sole me va a decir que es Alceu Valença, que la canción es Anunciação. Otro eslabón perdido que se abre para explorar una parcela de lo inaudito. Allí donde el algoritmo no se atreve a entrar, regido por la lógica inobjetable de lo ya probado, guiado por la necesidad de no errar, de satisfacer el gusto modelado, aparece la fruta desconocida que fascina, que tensiona los prejuicios, que enriquece el paladar cultural. La zona mistérica acecha allí donde la maquinaria de las plataformas nunca nos invitaría a pasar. La escucha abierta y atenta hackea lo programado, abre surcos para surfear las olas domesticadas en los laboratorios de la cultura digital. Así llegué, a la psicodelia nordestina, una selva sonora donde se mixturan los colores marrones del sertão con la exuberancia cromática de la Amazonía, donde las ideas revolucionarias de los sesenta son deglutidas y tamizadas en la materialidad del territorio. El canibalismo cultural es un emblema de la identidad múltiple, del nomadismo ancestral. Oswald de Andrade lo hizo Manifiesto Antropófago. El Tropicalismo lo convirtió en flujo creativo, esa Hidra vanguardista que estalló en las cabezas de Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Nara Leão, Tom Zé, Os Mutantes y Jards Macalé. Esa historia es más conocida, pero descubrí un vector que se extendió hacia el norte e impregnó la espiritualidad del candomblé, la resistencia de la capoeira, la festividad del forró y la teatralidad del maracatú, con las alucinaciones rockeras de los jóvenes de Recife, Belém o João Pessoa. Rítmicas que inducen al trance, poética surrealista, mensajes plagados de referencias sociales, estructuras armónicas complejas y mutantes, guitarras distorsionadas y sintetizadores en diálogo con acordeones, pífano, zambumba, triángulo y berimbau, todo cocinado en el calor analógico del desierto y permeado por el sudor de la floresta.

No se trata de un género cerrado, sino de una atmósfera sónica, situada en sus raíces y diversa en sus derivas, donde los pioneros son Alceu Valença, Zé Ramalho, Lula Cortes, Geraldo Azevedo, Ave Sangria, Elba Ramalho y Zé Brown. En los 90s podemos localizar el revolucionario manguebeat de Chico Sciencie & Nação Zumbi, con su viraje hacia la electrónica, el punk y el hip-hop. Y una generación contemporánea que revitalizó el legado, con Mombojó, Siba, Silverio Pessoa, Junio Barreto y Banda Curupira, que agregan ingredientes sutiles y poderosos de pop, folk, indie y rock garaje.

Uberlandia

Jair manejando un Uber (IA)
Jair manejando un Uber (IA)

El despliegue de la economía de plataformas del capitalismo senil, que precariza aún más la fuerza de trabajo y somete a los cuerpos a la esclavitud motorizada, copó, también, Brasil. 99 y Uber monopolizan el transporte en autos y motos, Ifood y Rappi los deliverys. Taxis y colectivos han sido desplazados de la movilidad urbana, y si bien nadie puede esperar que desaparezcan los bares, cada vez son más dispersos y sus horarios más acotados. A la hora de comer y beber un ejército de motoboys cruza as ruas en todas las direcciones imaginables para proveer a las familias que prefieren guardarse en sua morada. Otro círculo concéntrico del Capitaloceno que multiplica las huellas de carbón y se hunde en un destino desastroso, un colapso imaginado, temido, pero desconectado de esas prácticas mínimas exponencialmente nocivas.

Al mismo tiempo, la uberización aplana las experiencias sociales y las reduce a ámbitos cada vez constreñidos. A pesar de eso, para un extranjero con un apetito curioso, los intercambios en los viajes rentados son interesantes. Cuando el motorista identifica el país de origen, habitualmente habla de Messi, Maradona, Scaloni o Boca Juniors. Por supuesto, cuando la conversa se orienta al fútbol, este cronista saca pecho de campeón y aprovecha la ventaja deportiva que hoy tenemos sobre nuestros hermanos rivales. Pero también se habla de política, y ahí la cuestión se pone riesgosa, resbalosa, incierta.

              E agora vocês estão todos bem alí

Lanzan para palpar de primera mano, lo que los jornales de tv y los conductores de radio falam sobre Argentina.

              Não, nem tudo está bem.

             Mas Milei acabou com a inflação.

             Na verdade, não, mas a economia está bem se você for dono de uma empresa ou financista. Se você for um trabalhador, seu salário é péssimo.

Y así, repito y contradigo lo que as midias cuentan sobre lo que acontece. Sin embargo, la mayoría prefiere reproducir e insistir en ese imaginario diseminado, de mercado liberado, de oportunidades neoliberales, de mesías distópicos. El credo ultracapitalista ha penetrado profundamente en los sectores más excluidos del bienestar, en los que cuentan los escasos reales que les quedan de cada viaje, después que la corporación digital se queda con su onerosa comisión.

Sonhos para adiar o fim do mundo

Ese es el título de un libro del escritor y líder indígena Ailton Krenak. Al igual que en "La caída del cielo" de Davi Kopenawa Yanomami, entre otros saberes ancestrales que son remedios para el hechizo del fetichismo capitalista que nos empuja hacia el colapso, encuentro una revalorización de la actividad cotidiana y transformadora de soñar. Para los chamanes el acceso a la dimensión onírica implica una revelación, una advertencia, una orientación, un mensaje que puede provenir de un tiempo otro que no es pasado ni futuro. En su cosmología no hay dualidades fijas ni opuestas, ese enfermedad cartesiana que estructuró la modernidad. No hay división entre cultura y naturaleza, no hay jerarquía entre sueño y vigilia, no hay silencio entre muertos y vivos, no hay tabique que separe mente y cuerpo, nada nos escinde, nos aleja, como humanos, de eso que llamamos tierra.

Todas las culturas originalmente le dieron importancia y atención al mundo de los sueños. Entre los pueblos indígenas existe una costumbre elemental de narrar lo soñado a las personas íntimas antes de emprender el trajín diario. Algunas personas tienen la misión de compartir algunas ensoñaciones públicamente, son guías que traspasan portales para compartir misterios develados.

Un sueño

Después de una afiebrada discusión con Mãe salgo raudamente dejando atrás el eco de un portazo. Bajo corriendo por las calles empedradas del vilarejo, y pienso en Pai, que duerme doente en esa cama cansada de soportar un cuerpo hastiado de vivir. De las janelas emerge en sordina el relato radial de un partido de fútbol y luego el estruendo nítido de gol, que se replica en gritos sacados de rabia y alegría. Flamengo gana 2 a 1 y parece que saldrá campeón en la liga nacional. Me aseguro que llevo la billetera en el bolsillo trasero de la bermuda y encaro hacia el bar de la terraza. Con pasos apurados serpenteo por las ruas vacías. En una esquina, un grupo de conocidos toma cerveja junto a una pila de latas compactadas por puños ansiosos, mientras miran de reojo como el equipo trata de apurar el final con jugadas arriesgadas cerca del área. Alguien sube remotamente el volumen del televisor y el silencio se hace cada vez más intenso. Una conversación sin sentido demora la noche en su ocaso y decido subir por el viejo ascensor del edificio. Hay pocas mesas con personas, una pareja que estira la calentura entre risas y caricias sensuales, un gordo con las pupilas dilatadas y el cuerpo anestesiado de alcohol, y el mozo con la oreja pegada a una radio. No logro recordar por qué fue la pelea con Mãe, eso me entristece mucho, tem mais de viente años, un padre que agoniza, una hija que duerme hasta que suene el despertador para ir a una escuela argentina, una amante que sueña con otro. A lo lejos huelo la brisa salada y escucho el rumor del mar. Con un gesto conciso pido una caipirinha. No hace calor, pero en unas horas, cuando el sol pegue perpendicular a los techos, estaremos agobiados y sudados, bebiendo más cerveza y rogando que llegue la luna. Por un rato, logro desconectarme del culebrón que da vueltas en mi cabeza, y lembro cuando llegamos a Brasil en un Renault 12 destartalado.

Otra vez despidieron a Pai por comunista, y seguimos el rastro de un comentario fugaz de un amigo, que dijo que en São Paulo había mucho trabalho porque la producción automotriz crecía y no había torneros. Así que cargamos algunos bolsos con ropa en el baúl y cruzamos campos de soja, el infierno correntino, la frontera del río Uruguay y entramos con las esperanzas intactas a la sonoridad brasilera. Es que la diferencia del territorio se dibujaba en las palabras, la cadencia del sutaki, la celeridad del habla y el estallido de las voces. As pessoas eran iguales a las que dejamos atrás, sus problemas y conflictos, sus vestimentas y rasgos, no variaban de los que conocíamos. Sin embargo, al escucharme imitar sua fala me sentía extranjero, el portuñol me fue desterrando. Hasta llegar al mar, donde al salir entre el reflujo de las olas, ya era otro. Las huellas que dejé en la arena ya no conectaban con el pasado. Como si naciera otra vez, pero casi adulto, casi virgen, casi un hombre nuevo.

En eso pensaba, al mismo tiempo que el árbitro marcó un hito deportivo cuando acabó con el match. La pareja ya se fue, el otro cuerpo hinchado se inclina con la frente sobre la mesa, el mozo huyó para extraviarse entre la torcida que gira en la plaza.

El estruendoso festejo desborda las ruas y llega hasta el cuarto de Pai, lo pone de pie a pesar del dolor, mira los colores negros y rojos de las camisetas, alucina que Colón de Santa Fe es campeón, pero es la hinchada del Flamengo.

Nunca llegamos al cordón industrial paulista, ni al puesto de tornero en Volkswagen. Apenas logró reparar el motor de algunos fuscas en esta villa de pescadores.

Réquiem para Tenorio Jr.

El Equipo de Antropología Forense identificó y contrastó las huellas digitales de un joven músico brasilero que era parte de la banda de Vinicius de Moraes y Toquinho cuando en 1976, días antes del Golpe de Estado, de gira por Buenos Aires, desapareció. Casi 50 años pasaron para empezar a cerrar las heridas de un caso más del terror dictatorial que se instaló en el sur del continente.

Tenorio Jr. fue apresado por un grupo de tareas cuando salía a la madrugada del hotel. La cacería al voleo que hacían los paramilitares vio el identikit de un subversivo, pelo largo, barba, desaliñado y noctámbulo. Cuando comprendieron que poco tenía que ver con un militante político lo acribillaron con cinco balazos. Su cuerpo fue encontrado en un descampado y sepultado como NN en un cementerio de Benavidez. Detrás de este cruel destino está la trama del Plan Cóndor, el diseño geopolítico de la CIA que propició la articulación genocida de los gobiernos militares de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Mientras Vinicius buscaba amparo en la Embajada para conocer el paradero de Tenorio Jr., las Fuerzas Armadas brasileras cruzaban información con los represores argentinos. Los datos sobre el paradero del músico, como el de tantos otros desaparecidos, quedaron sepultados entre los escombros de la amnesia que fingen hace décadas.

El diario El Cronista reseñó el último concierto del joven pianista: "El espectáculo presentó una revelación que sorprendió a muchos espectadores: el excelente trabajo de Tenorio Jr. El pianista, además de acompañar con eficacia, interpretó una brillante composición que, paradójicamente, se convirtió en la más auténtica expresión de la música contemporánea brasileña". Una posibilidad maravillosa para la bossa y el jazz quedó inconclusa. En la puerta del hotel Normandie hay una placa que recuerda su paso fugaz, excelso y fatal.

Entre las corrientes subterráneas que trafican historias y sonidos, la vida violentada de Tenorio Jr. se amalgama con otras voces (Célia, Alexandre, David Miranda, Pablo Fernández, Miguel Pérsico, Coki Iurman) que resuenan, resisten, irrumpen entre la sinfonía del terror que ejecutaron las dictaduras de América del Sur según la composición imperial de los agentes del Norte.

Tenorio Jr.
Tenorio Jr.

Talismanes para espantar las pesadillas del poder

Me llevé una mochila cargada de preguntas, y regresé con otras trocadas en la feria de las invenciones. No traje respuestas, pero sí estos talismanes para compartir. Pasen, vean, lean, escuchen y viajen.

Una película: No intenso agora. João Moreira Salles narra desde su historia familiar la intensidad revolucionaria y la contraofensiva conservadora durante las finales de los sesentas en Francia, Checoslovaquia, China y Brasil. El montaje de secuencias de archivo de Mayo del 68, de la Primavera de Praga, de la resistencia a la dictadura en Río, de registros de su madre filmando la Revolución Cultural de Mao, sobre un relato que evade el panfleto para sumergirse en las dudas, los miedos, las utopías y los recuerdos que permanecen vivos, o deberíamos resucitarlos. Sin juicios morales, ni condescendencias, las imágenes se detienen en detalles con la potencia de reconectar el pasado y el presente. Las resistencias y las derrotas que tenemos son el futuro que no vislumbramos.

Un libro: A queda do ceu. Davi Kopenawa, chamán y portavoz de los Yanomami de la Amazonia brasileña, relata al antropólogo Bruce Albert, amigo suyo desde los años setenta, la represión cultural, la devastación ecológica y las muertes provocadas por las epidemias y la violencia. Pero también traza una vía posible para imaginar un futuro deseable. Hay que escuchar el ruido que hace el cielo al caer, percibir los saberes sedimentados durante miles de años en las cosmologías indígenas, y afectarnos por las alteridades humanas y no humanas que han sido despreciadas por hombre blanco que encarna la trampa del capitalismo colonial.

Un disco: Jards Macalé. Se fue hace apenas unos días el artista maldito del tropicalismo. Su primer álbum de 1972 es una pieza de culto que fue un fracaso comercial. Un disco subversivo que propaga la desesperanza y el dolor en medio de la etapa más cruel de la dictadura brasilera. Con metáforas íntimas, arreglos que merodean lo clásico y la vanguardia, silencios angustiantes, gritos incómodos y funky visceral, Jards desgarra la postal carioca for export. QEPD.

Un aprendizaje: Nomadismo. El sujeto nómade se conecta, circula fabricando interconexiones, alianzas y vínculos. Tiene una identidad transitoria, fluida, móvil. Los mapas se reescriben a su paso, en su andar errante va uniendo puntos que representan experiencias, personas, territorios. Son imaginarios que permiten coligar trayectos, establecer continuidades, vivenciar rupturas. No importa la velocidad y el kilometraje, el nómada vibra en intensidades.