David Markson: vanguardista a los 80

Omar Hefling

Obra de Selene Cráteres
Obra de Selene Cráteres

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David Markson fue un escritor norteamericano muy particular. A los 80 años se convirtió en la máxima expresión de vanguardia de la literatura norteamericana según palabras de nada menos que David Foster Wallace: "el punto más alto que podamos encontrar en la ficción experimental de los Estados Unidos". Markson debutó en la década del sesenta como uno de los más avanzados narradores de género, policial, western pero casi ya en el final de su vida encontró la clave única de un proyecto narrativo sorprendente por la sencillez de sus recursos y admirable por su alcance y profundidad. Dos libros fueron suficientes para cristalizar este proyecto: La soledad del lector y Esto no es una novela. En el primero un hombre se propone familiarizarse con el espacio que habita, mientras observa el movimiento a su alrededor, lee, acumula citas y toma apuntes. Escritores, filósofos, artistas, la historia del arte y la cultura. Una especie de teatro de cámara con solo dos personajes, el Protagonista y el Lector, una playa o un cementerio como escenarios posibles, lo que será la novela si es que puede llamarse así fluye por intercambios de puntos de vista entre el Protagonista y el Lector, siempre muy breves, todo eso transcurre entre citas y apuntes, un escenario, un tablero cuyas piezas son la vida, la muerte, el amor, el suicido, la enfermedad, el arte como juego y extrema experiencia vital. En el segundo libro entre la colección de datos, citas hechos, anécdotas, escenas veladas, discretas tragedias según Markson, el protagonista de la novela piensa en escribir sobre nada, una novela sin argumento, sin conflicto, sin personajes y sin historia. Markson piensa que la novela que piensa escribir debe seguir este camino: sin acción/ es decir sin sucesión de eventos/ es decir sin que se indique el paso del tiempo/ y que así y todo se llegue a algún lado. El inicio de todo es este momento: "El escritor está bastante tentado de dejar de escribir"/ "El escritor está mortalmente aburrido de inventar historias". El juego de Markson, el cauce de su desafío es asignarle al lector el papel central de ser el protagonista.

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Antes David Markson no la tuvo nada fácil, su también extraña novela "La amante de Wittgenstein" redondeó la cifra de 54 rechazos por parte de la industria editorial, una mujer sola escribe en una casa cercana a una playa luego de haber recorrido el mundo viviendo en los museos, el texto fluye como un río en la memoria, el tiempo se disloca, cuando leemos, como me sucedió a mí, se siente la percepción de estar dialogando con un loco, así surge la voz de Kate la protagonista como una extraña experiencia del lenguaje y una reflexión sobre la memoria, la incomunicación, la locura y la más desgarradora soledad.

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Así Markson escribe (Esto no es una novela) sobre su experimento narrativo de concebir una novela sin personajes y sin historia. El diálogo lo establece con nosotros, los lectores mientras tanto nos cuenta sobre si la muerte de Lord Byron fue por las enfermedades que padecía o por la impericia de los médicos. De Byron se dijo que murió de fiebre reumática, pero también pudo haber muerto de tifus, o de uremia, y no hay que descartar la malaria, o si simplemente lo mataron los médicos sin querer cuando le practicaban constantes sangrías.

Markson consigue datos increíbles como el que rescata de una carta de Van Gogh donde cuenta la emoción que le causó enfrentarse a un basural. "Esta mañana caminé hasta el lugar donde los barrenderos tiran la basura. Dios mío, fue hermoso":

Mientras Markson piensa en cómo escribir una novela sin ningún indicio de argumento nos devela el terror que sintió Bertolt Brecht de que lo enterraran vivo: antes de morir de un infarto había rogado que le atravesaran el corazón con un estilete cosa que un médico realmente hizo. O nos cuenta de la plácida muerte de Tales de Mileto que murió sentado presenciando una competencia atlética.

Obra de Selene Cráteres en cartón corrugado. Primer Premio Salón Río Cuarto
Obra de Selene Cráteres en cartón corrugado. Primer Premio Salón Río Cuarto

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El texto se proyecta en muchas direcciones y deja y expone a la imaginación en situación sospechosa. La muerte, el amor, la representación, el trabajo, la amistad, la vida ejemplar de artistas y científicos. Entre tanto Markson piensa que la novela que piensa escribir debe seguir este camino: sin acción -sin sucesión de eventos, es decir sin que se indique el paso del tiempo- y que así y todo se llegue a algún lado.

Por si los lectores ignoran que entre escritores, intelectuales, filósofos, las relaciones no suelen ser amables, Markson nos revela algunos acontecimientos por ejemplo no se sabe si por despecho o por razón crítica Nietzsche destruyó con desprecio machista a la gran novelista del romanticismo francés George Sand, dijo de ella: una vaca que escribe. En ese mismo sentido nos cuenta de qué modo Dickens y D.H. Lawrence calificaban a los críticos: el primero de ladillas, el segundo de cerdos.

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También desbarata la idea que nos hace suponer que es un fenómeno contemporáneo la locura de los fanáticos por una celebridad o artista, dos milenios antes de la princesa Diana, Virgilio de visita en Roma se veía forzado a refugiarse incluso en casas de desconocidos para huir de los admiradores que lo rodeaban por la calle.

Markson ubica al lector en el terreno de la curiosidad y la imaginación, en su modo de cotejar datos y descubrir allí la perplejidad cuando cita que Esquilo no conoció el Partenón. Como dramaturgo Esquilo fue predecesor de Sófocles y Eurípides considerado como el primer gran representante de la tragedia griega resulta hasta increíble que no haya conocido ese monumento donde a pocos metros se encuentra uno de los teatros donde seguro se hayan representado sus obras. El Teatro griego de Dionisos está ubicado en la ladera sur de la Acrópolis de Atenas, cerca del Partenón. Se considera el primer teatro del mundo y el lugar donde nació la tragedia griega.

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Para no irnos lejos el bravo general griego, el colorado Pirro, para darle una mano a Aristeo de Argos tuvo una muerte absurda después de haber combatido en mil batallas, una anciana lo tumbó de un piedrazo, le lanzó una teja desde una terraza y ya caído Pirro fue asesinado.

Los datos en breves citas generan la necesidad de no abandonar nunca el libro, y pasamos de enterarnos que el padre de Gustav Mahler era un rústico tabernero. Entre nosotros, regenteaba un boliche.

A ciertas advertencias sobre la demora en llegar del reconocimiento, tal vez cómplice del olvido que el tiempo se encarga de tamizar cuando nos cuenta que el historiador Flavio Josefo aseguraba que prácticamente todo historiador antiguo posterior a Heródoto, lo consideró un mentiroso.

Nadie creerá lo que nos cuenta David Markson sobre la muerte de Eistein, el genial científico y humanista. Según se sabe Eistein murió de un aneurisma abdominal que según dijo uno de los médicos fue el resultado de una sífilis terciaria, etapa final de la enfermedad de transmisión sexual que se caracteriza por daños graves en los órganos y puede ser mortal.

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En cuanto al desprecio hacia los artistas Markson nos hace saber que no responde a un fenómeno de este tiempo, Theodore Roosevelt llamó pervertido social y moral a Tolstoy, a Henry James como un pequeño y miserable snob y a Thomas Paine como un pequeño y despreciable ateo.

Finalmente cuando en los artistas aflora el sentimiento de desdicha, para derribar ese prejuicio Markson nos advierte que la desdicha que padeció Schubert es insuperable, Schubert nunca pudo comprarse un piano.

Y así este cronista, piano piano si va lontano.


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