Dos historias mundiales

10.05.2024

Arturo Jaimez Lucchetta


Luis Felipe Monti, el fútbol a matar o morir

Luis Monti fue el autor del primer gol de la Selección argentina en la historia de los mundiales. Con ese tanto Argentina debutó ganándole por la mínima diferencia a Francia, en la Copa del Mundo Uruguay 1930. Pero ese no fue el más histórico de sus momentos en el fútbol.

Su vida deportiva atravesada por los contrastes comenzó en Huracán de Parque de los Patricios, sin embargo el brillo que lo llevó a la Selección lo cosechó en sus ocho fantásticas temporadas en San Lorenzo de Almagro, donde ganó los títulos de 1923, 1924 y 1927, de la vieja Asociación de Fútbol Amateur.

Causas y azares de la historia, Monti fue subcampeón con Argentina en Uruguay y Campeón del mundo en Italia 1934 vistiendo la Azzurra. Cal y arena, la vida de don Luis pasó por la comedia y el drama. En Montevideo fue amenazado por los uruguayos para perder y temió por su vida cuando, al cabo del primer tiempo, la Selección ganaba y le quitaba la copa a los anfitriones. En la Italia de Benito Mussolini, que lo vio descollar en La Juventus, también se sintió amenazado pero esta vez para ganar y, más que nunca, se imaginó acribillado por los carabinieri cuando minutos antes de la final, "Il Duce" les lanzó un ganar o morir.

El "Doble Ancho" Luis Felipe Monti, quien nació en Buenos Aires en 1901 y murió en Escobar en 1983, fue campeón del sudamericano de 1927, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 y el único jugador que disputó dos finales de la Copa del mundo con dos camisetas diferentes.

"Jugué dos finales y no disfruté ninguna. Preferiría no haberlas disputado", confesaría años más tarde el todocampista idolatrado por la Vecchia Signora.


Un imperio el paisito

Obdulio Jacinto Varela - El Negro Jefe
Obdulio Jacinto Varela - El Negro Jefe

Los mundiales se empezaban a imponer cuando las bombas pincharon la pelota y su gesta pacificadora. Uruguay marcaba el rumbo de los '20 con dos Copas continentales, más las resonantes medallas doradas en los Juegos Olímpicos de París y Ámsterdam; cerrando la gesta en los albores de la década infame, adjudicándose el primer mundial.

Carlos Gardel conquistaba el mundo desde el Obelisco hasta la torre Eiffel y desde el Arco de Triunfo a la Estatua de la Libertad. Italia se quedaba con la copa del 34 y el mundo olfateaba a pólvora la trampa. Sin embargo los azzurros despejaron las dudas cuatro años después y en tierras galas.

Cien millones de soldados de veinte países sustituyeron a quinientos jugadores y las balas suplantaron a los balones. La Segunda Guerra Mundial duró cerca de seis años y fue devastadora. Los mundiales durmieron el sueño de los justos y no se disputaron hasta 1950.

Brasil, que no había sido protagonista fundamental de la vanguardia futbolera, empezaba a crecer y era favorito para quedarse con la copa que organizaba. Construyó el "estadio más grande del mundo" y metió en él 200 mil personas. Pero el "Paisito" le copó la parada. Reencarnado en el invicto Pedro "Vasco" Cea, doble campeón olímpico y campeón mundial en 1930, Obdulio Jacinto Varela comandó a esos once héroes que le pusieron el cuerpo a la multitud del estadio y a los millones de afuera. Ghiggia y Schiaffino dieron vuelta la samba y empezaron a bailar el candombe. Carlos Solé, el gran relator, le contaba por la radio a los botijas que el Maracanazo estaba consumado. Uruguay cantaba la proeza desde el Cerro a Bella Unión, un imperio de medio siglo de pelota y de champión.

La Banda Oriental volvía a demostrar con su garra charrúa y sus aires revolucionarios que los partidos se ganan adentro de la cancha, como dijo el Negro Jefe: "Los de afuera son de palo".



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