Editorial Diciembre 2025
Mano a mano

Ponerle el moño a un ciclo tiene todo de ritual. Estamos llegando al fin de una etapa transcurrida al tanteo, andar y andar sin ver con claridad la siguiente sección del camino, ni siquiera la que atravesamos. Es es el trabajo de ser, simplemente.
El ser contemporáneos, sin duda, es la pieza maestra de este ser junto con otros. Más que de pertenecer a una generación, se trata de convivir todavía con el hoy, donde todos habitamos como en una foto, sin importar la edad. Hoy es hoy, no hay otra cosa. La intensidad -aun vivida distraídamente- de recomenzar los días porque seguimos aquí, y no estamos solos. Por supuesto, no da igual cómo estamos. El cómo es el modulador en jefe de la respiración que contamos para vivir. Hay penas viejas, eternas, hay mucho dolor, hay también la alegría incomprensible, como el llanto que lava, como la risa que creíamos perdida.
No hablemos de depredadores, por favor, pueden oírnos. Mejor pensar en la fábula de Androcles, el esclavo que arrancó una espina de la garra de un león herido, que a su vez le perdonó la vida más tarde en la arena del circo. Estaban a mano. O a garra.
Estar a mano puede también querer decir estar a flote, mano a mano, sin el resentimiento tanguero, ese de anotar la deuda chica en la cuenta del otario, no. Estar a mano con lo vivido, si es que estamos a flote y va la alegría a bordo. Hagámosle lugar, siempre puede contar un buen chiste del que volvamos a reír mañana.
Puesto el moño, le queda ridículo. Pero tantos rituales lo parecen, vistos desde fuera.
Adiós año, hola año, seguiremos escribiendo mientras siga siendo hoy.
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