Editorial Marzo 2024

10.03.2024

Esperar la llegada de los lugares

Ilustración: Nacha Vollenweider
Ilustración: Nacha Vollenweider


Nos provee la metáfora juste para este trailer de la revista N° 9, nuestra artista Nacha Vollenweider. Nuestra, dicho con ambición de hablar por Córdoba, cosa que requiere un arduo trabajo. Nos da Nacha el inicio de un recorrido por la costa vial de Tierra Media, donde transcurren estaciones que la mirada del viajero verá pasar, en gran parte, a cierta velocidad o, en caso de detenerse, se entretendrá mirando por la ventanilla el apiñamiento de gente en ese punto de encuentro al que concurren las vendedoras del campo con sus frutas y pasteles, los que venden chucherías de la ciudad, allí donde los niños del pueblo cercano absorben todo por los ojos, ofrecen algo con insistencia o charlan imitando a sus madres y a sus padres. El viajero, empecinadamente despierto, mirará el paisaje del lado de la Tierra Media, donde se ha sentado. No hay mar del otro lado, apenas río. Los océanos son relatos lejanos en boca de pasantes que vienen de alguno de ellos y marchan en busca del otro.

Las estaciones que se suceden son 21.

Partimos, pues de la estación central, "Nacha", que nos habilita el viaje desde ella, y se merece la primera entrevista que, ni más ni menos, recala en el concepto mismo del viaje.

Ya una vez en marcha, el vagón ha tomado su ritmo, y el viajero se siente curioso al pasar por la estación "Andrés Rivera", donde espera el recuerdo y la lectura que hace Andrea Guiu de un escritor providencialmente cercano a Córdoba, ciudad dormida en los relatos de ese autor que nuestra corresponsal despierta con especial afecto y emoción.

Y en la estación "Sibila" nos espera una renombrada profetisa porteña, cordobesa honoraria, capaz en un cuento de hacernos transmigrar al interior de vidas miserables encendidas a la vera misma del tren, invitándonos a escapar con Laura hacia cualquier parte.

Se pasa también, con respeto, por la estación "Popi Pedrosa", y es Dirty Ortiz quien cuenta como ajena una historia de la que fue testigo: la música de rock, esa enorme ave, y sus fases que incluso tocaron el hombro de un batero recién perdido en este campo de batalla, incandescente en una esquina de la historia.

La siguiente invitación procede de un cartel donde se lee "El alumbramiento", que da luz a un cineasta refiriéndose a su obra, una película argentina que no se encierra en Córdoba, pero cuyo foco aquí la refleja y la multiplica.

El viajero se detiene a la siguiente parada que indica un letrero enigmático: "Tata/El sonido final". Lo devela Adrián Savino al destapar sus logrados escarceos con la poesía, modo de contarle una epifanía a otra persona con palabras simples, lacradas cada una en la dramática del cotidiano.

La estación que vemos, nosotros viajeros, andar en sentido contrario, se llama "Invisible" y pregona su vida en cartones con imágenes que de tan próximas se vuelven abstractas; o bien, a la distancia, recortan siluetas sugestivas que deseamos saludar a su paso, moviendo la mano.

Reaparece la evocación al llegar a la estación "Rubén Torri", donde Arturo Jaimez ha desglosado en el recuerdo a un maestro en narrar las fintas de los púgiles y de sus guantes, reviviéndolo como aquella voz de la radio cordobesa.

A mitad entre dos estaciones vemos pasar y deseamos visitar la capilla de Lourdes, pero Fernando Vélez lo hace muy bien por nosotros, todo un promesante dirigiéndole preguntas a un oráculo.

El perfil de una estación de la vieja Córdoba trae de vuelta a "Vicente Rossi", a fin de terminar de entender los altibajos de su prosa matrera, cosa que afronta desde la erudición bibliófila Matías Rodeiro.

"La chica Nuez" es una parada a plena luz, la de uno de esos cuentos donde Marta García encaja las piezas de un mundo que es el nuestro y próximo, pero ella lo ha revestido de un tono amarguidulce y, al terminar de encastrarlo, nos deja una enseñanza .

La estación "Los duelistas" parece mentar un acontecimiento histórico lateral y lo hace, amartillando, respirando hondo, dando los pasos de rigor hasta llegar al diez.

Esta estación suena sabrosa: "Mimí Maura", y sí lo es, como subraya Jackie Bini, indagando sobre el encanto de una música irresistible al gusto y a las ganas.

Alguien que podría ser todavía más cordobés, da nombre a una parada: "Manolo". Claro que, si lo fuera, entonces no sería él, nada menos que uno más de los antepasados de nosotros mismos, quienes tallamos en las paredes de esta revista vivencias como reliquias.

Un cartel donde se ve que estuvo escrita la palabra "Tamboor", es restaurado por Horacio Sosa, en un mano a mano con nuestro contemporáneo músico, Daniel Giraudo, y entre ambos entregan piezas de arqueología, la arcilla misma de la que estamos hechos.

Y en el vagón un padre le cuenta el paisaje a su hijo ciego, y hallamos un paralelo con lo que informa Noelia Pajón sobre los dedos lectores, esa proeza de la captación del mundo que devuelve pistas visuales para edificar en las sombras.

No puede faltar la estación con nombre inglés: "Pilcher". Joe Briscoe. Un gringo empilchado como fotógrafo que veía y retrataba a Córdoba como alguien llegado del futuro. Lo empieza a develar Cristina Boixadós, con un reportaje a la historia.

Una estación "San Vicente" no ha de faltar. Y allí se ve y se oye un corso desatado, e imaginamos a Alejandro González Dago, tal vez vestido de cacique, recogiendo en sus calles de antes testimonios para narrar ese estado cordobés rebelde y cismático.

La estación de nombre francés tampoco se echa de menos cuando aparece "Cartier-Bresson" hamacándose en el viento, porque fotógrafos hay muchos y algunos excepcionales, y Luis Altamira, avezado cuentista, desdobla con su ingenio los hechos para hacerles brotar mejores y segundas intenciones.

Cerrando con autoridad la murga, con su perfil como acuñado en una moneda, Omar Hefling es un must cordobés, capaz de sacarles la ficha hasta a "Los ignoritos" (la estación final) y señalar con el dedo a esas pobres almas creídas que abundan en el ecosistema.

Fin del viaje, Tierra Media en una sucesión de piezas donde algunos hemos ido bajando, y en más de una, atraídos por propalación o silencio, necesidad o hechizo, efímero o indeleble.



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