El Apuntador, ¿una revista cultural olvidada?
Baal Delupi
Las revistas fueron el medio predominante del campo intelectual en las décadas que van desde los años 30 hasta los 90, cuando diversos colectivos debatían en torno a cuestiones coyunturales y estructurales configurando visiones de mundo y programas políticos, antagonismos y lecturas sociopolíticas de la situación actual. Las publicaciones Sur, Contorno, Pasado y Presente, Crisis, entre tantas otras, fueron fundamentales para ese período histórico. Estas revistas culturales se pueden definir como "publicaciones periódicas deliberadamente producidas para generar opiniones (ideológicas, estéticas, literarias, etc.) dentro del campo intelectual y cuya área de resonancia sólo cubre sectores más o menos restringidos de los consumidores de obras literarias" (Altamirano y Sarlo, 1983, p. 96).
Ya adentrados en el siglo XXI, los avances tecnológicos introducidos a partir de la creación de Internet modificaron la forma en que las personas se comunican e interactúan, y eso también repercutió en el campo intelectual y artístico a partir de la proliferación de páginas web que forjaron diversos proyectos editoriales y comunidades. Es por esto que el blog, a principios de los años 2000, tuvo gran circulación y reemplazó, en algún sentido, a las revistas y las bitácoras en papel.
En este contexto tecnológico, diversos grupos continuaron –no sin dificultades– realizando revistas en papel, sosteniendo que la materialidad de la hoja no podía ser reemplazada por la virtualidad. Un caso emblemático fue el surgimiento de la revista El Apuntador, publicación que durante diez años se dedicó a difundir y pensar el teatro en la ciudad de Córdoba, visibilizando voces, divulgando obras, reflexionando críticamente sobre la relación entre arte y política y creando una comunidad artística que algunos recuerdan hasta el día de hoy. En la actualidad, resulta difícil comprender cómo una revista de estas características atravesó la crisis de 2001 y sus posteriores consecuencias, el restablecimiento del orden institucional con la llegada del kirchnerismo, la profundización de medidas políticas, culturales, sociales y económicas a favor de los que menos tienen, y los primeros cuestionamientos frente a ese proceso, sobre todo a partir del año 2008. Todo esto, además, signado por el avance tecnológico a nivel mundial que no sólo implicó nuevos usos, sino también una nueva inteligibilidad respecto a cómo pensar, investigar y hacer en la cotidianidad. Recordemos que, a partir del 2007, en Argentina comenzó la proliferación de redes sociales e Internet en los teléfonos móviles de manera masiva.
Periódico teatrero y revista de artes escénicas
La revista El Apuntador fue un proyecto editorial surgido de la inquietud de un grupo de artistas locales reunidos bajo la organización de teatristas independientes: la Coordinadora del Arte Teatral Independiente de Córdoba. Su objetivo era promover, divulgar y difundir el pensamiento sobre las artes escénicas, abriendo la opinión hacia otros campos del saber e intentando desplegar un abanico que tuviera como punto de pivote a las artes escénicas para desde allí pensar la cultura, la sociedad y la política. El proyecto arrancó en el mes de junio de 2000 y editó 22 revistas temáticas, once libros de dramaturgia, dos libros de ensayos sobre temas relacionados al campo de lo escénico y variadas actividades de extensión. La revista apuntó a convertirse en un puente de comunicación entre artistas, investigadores, estudiantes, docentes de teatro y espectadores, llevando adelante la delicada tarea de documentar, circular, difundir y promover el análisis y el pensamiento sobre las artes escénicas, y extendiendo este espacio reflexivo hacia la cultura y la sociedad en general, en un intento por enriquecer y pluralizar el mapa cultural argentino.
Para comprender el surgimiento de la revista, hay que remontarnos a los años 90 en medio de una Córdoba embestida por el neoliberalismo menemista, pero también por la gestión provincial de Ramón Mestre. En ese marco, surge un movimiento político teatral llamado "Coordinadora del Arte Teatral Independiente de Córdoba" que comenzó en el año 1996 como respuesta al vaciamiento de la cultura. Dos años después, en 1998, este colectivo cuestionó la Ley Nacional de Teatro por ser muy despareja para el interior. En ese grupo estaban Sergio Osses, Virginia Cardozo y Pablo Belzagui, quienes en el 2000 fundaron El Apuntador. Comenzó como un periódico que se propuso visibilizar el teatro en Córdoba como una voz pujante para la cultura (Osses, 2022, comunicación personal), un dispositivo institucional potente hasta que se produjo el quiebre con la Coordinadora.
El Apuntador comenzó como un periódico teatrero que rápidamente empezó a perder vigencia por las demoras en la publicación y la distribución a raíz de los altos costos. Es por eso que, a partir del tercer número, se adoptó un formato más pequeño, una revista que comenzó a salir sin una periodicidad definida, un texto colectivo siempre en construcción e incompleto. Además del problema del tiempo –es decir, de tener que sostener una periodicidad definida–, el momento histórico también jugó un papel central.
Se convirtió así en una revista impresa con una tirada de 1500 ejemplares por edición.(1) A partir del año 2004, sus editores empezaron a publicar simultáneamente obras dramáticas de autores locales y regionales. La edición impresa se complementó con una edición digital –el Apuntador Net–, dato relevante en tanto da cuenta del paso de la cultura escrita (Chartier, 2007) a la pantalla, y cuya finalidad fue: a) incorporar temas de actualidad y desarrollos temáticos que la revista en papel no podía incluir, muchas veces por la extensión de los artículos pero que, dada su relevancia, era necesario que estuvieran en circulación y al alcance de más personas; b) reflejar la actualidad del quehacer teatral independiente de Córdoba, brindando de esta manera un impulso a la difusión y la publicidad de los trabajos y sus hacedores; y c) poner en circulación información sobre becas, subsidios, concursos y/o convocatorias destinados a la actividad teatral.
Además, la revista no contó con un staff fijo de colaboradores y/o columnistas, ya que las personas eran convocadas para un eje temático específico definido para cada número de la publicación. Dichos colaboradores fueron personas ligadas a la actividad cultural local, nacional e internacional. En ese marco, se realizaron numerosas traducciones de artículos que no habían sido editados en nuestra lengua. Desde mayo de 2006 se estableció un consejo de redacción compuesto por Graciela Ferrari (directora de teatro y dramaturga), José Luis Arce (director de teatro y dramaturgo) y Virginia Cardozo (actriz y docente de teatro). El diseño y la diagramación, en tanto, estuvieron a cargo de Matías Riga y Facundo Ramírez (diseñadores gráficos) y su distribución a cargo de Raúl Reynoso (docente). El director responsable era Sergio A. Osses (director y docente de teatro).
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El Apuntador se estructuró de la siguiente manera: a) un editorial permanente; b) una sección denominada "Para coleccionar", donde se publicaban artículos de importantes teóricos; c) "Apuntando", un espacio dedicado a la difusión de actividades teatrales en Córdoba; d) un dossier temático; e) entrevistas; f) notas especiales (para recordar a algún maestro o maestra); y g) una reseña de libros u obras.
Con el correr de los años, la publicación comenzó a tener reconocimiento tanto local como nacional: invitaciones a participar de diversas Ferias del Libro en Buenos Aires y Mendoza, como también a encuentros iberoamericanos en Uruguay; la distinción en el rubro Editorial por "Repertorio de técnicas de adaptación dramatúrgica de un relato literario" y "¿Quién asiste al teatro? Investigación sobre consumo cultural de teatro independiente en Córdoba". También ganó el premio en el rubro Revistas (soporte papel/virtual) y la distinción en el "Sexto Encuentro Experimenta" por la labor editorial en el campo de las artes escénicas, entre tantos otros.
Por otra parte, es menester señalar los trabajos que esta comunidad editorial realizó durante la década en que se publicó El Apuntador:
a) Números editados entre el 2000 y el 2007: Teatro y Crítica; Apuntes sobre la dramaturgia; Por qué, para qué y cómo hacer teatro independiente hoy (parte I); Por qué, para qué y cómo hacer teatro independiente hoy (parte II); Teatro, política y cultura; Las fronteras del teatro; Teatro y representación; Teatro y actor; Teatro, cuerpo y escritura; Teatro y cine; Teatro y unipersonal; Teatro y espacio; Teatro Social I; Teatro Social II; Teatro y estética; Post teatro y post representación; Teatro para niños; Teatro independiente; Teatro, subjetividad y memoria.
b) Libros de dramaturgia entre el 2004 y el 2008: Patagonia, corral de estrellas o el último vuelo de Saint-Exupéry, de Alejandro Finzi; Solos & Solas, cinco monólogos de autores locales; Inverosímil (una tragedia mundana), de Ariel Dávila; Mnemosyne (la madre de la creación), de José Luis Arce; Da2, tres obras de autores locales; Suplentes... cuando los cerdos arrasan, del dramaturgo entrerriano Gabriel Cosoy; El Juego de las Palomas, de Sonia Daniel (Premio Provincial de Dramaturgia 2005, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de Córdoba); Sin la espada, con la pluma y la escafandra, de los autores Daniel Cacharelli y Daniel Martín; La influencia del clima en los violines, de Eduardo Rivetto, Escenas de Penitencias y Autopsias, de G. Marull, J. Sequiera, N. Álvarez, M. Gallo y S. Osses; y Teatro contemporáneo. Antología de autores cordobeses, de S. González, N. Rojo, M. Gallo y E. Rivetto.
c) Colección Ensayos y reflexiones en 2007: "Repertorio de técnicas de adaptación dramatúrgica de un relato literario", de A. Finzi; y "¿Quién asiste al teatro? Investigación sobre consumo cultural de teatro independiente en Córdoba", de Paula Beaulieu.
Las publicaciones y traducciones dan cuenta del espíritu colectivo que tenía la revista, la necesidad de visibilizar obras y artistas y de reflexionar críticamente sobre la realidad cordobesa. No era una publicación informativa, más bien puede pensarse como un dispositivo que contenía una multiplicidad de voces, que contaba experiencias y transmitía afectos. En los primeros años de los 2000, en una sociedad devastada luego de la crisis de 2001, el accionar de esta revista fue fundamental para poner al teatro en el centro de escena y compartirlo con otras personas, desde teóricos conocidos hasta actores invisibilizados, principiantes o interesados en el tema.
Finalmente, me pregunto qué se recuerda de El Apuntador, cómo subsiste en la memoria cultural y de qué manera esas voces se resignifican en la actualidad. En ese sentido, esperamos que este texto sea una apertura para seguir reflexionando sobre grupos artísticos y proyectos editoriales. Otras épocas, otros autores y otros objetivos permitirán identificar diversas formas de organización y acción escritural.
(1) Su formato fue de 21 x 21 cm, con 40 páginas interiores monocromáticas (papel de 80 gr.) y tapa monocromática en papel ilustración (120 gr.). Su distribución fue de carácter local, regional, nacional e internacional y contó con el Registro de la Propiedad Intelectual Nº 411.953 e ISSN Nº 1668-2696.
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