Esas raras palabras ¿nuevas?
Jorge Felippa

1.
Les puede parecer increíble que estas reflexiones, surgieron a partir de reencontrarme con un breve pero inextinguible texto de un poeta italiano con el que cerraré estas líneas.
Es que no hay hora del día o de la noche, en que uno no sea alcanzado por el ruido de un coro vocinglero que dispara y repite los improperios y boludeces que vienen desde las más altas "esferas del poder". La vista, el oído y el estómago son los principales órganos afectados por tanta descarga insalubre y maloliente como un pozo ciego.
Si el lenguaje que derraman tantos voceros de una nueva generación de cipayos, es luego copiado sin pena y con soberbia por miles de desposeídos, el horizonte que se avizora es muy mezquino u otros sinónimos que les parezcan más certeros. La degradación de un fruto tan noble y valioso como la palabra, nos causa estupor y fatiga luego de transitar otros estados harto irritantes.
Sacarnos de quicio, soliviantar nuestra sensibilidad al extremo de no ser capaz de dimensionar la magnitud de aquello tan fútil o grosero que nos desvía la mirada. Por ejemplo, ¿quién no ha malgastado minutos de su tiempo "entretenido" por la disputa sentimental de una vedette con un ministro, o con el rating de un discurso presidencial versus el audaz tatuaje de una chica hot? ¿O por los millones de euros que embolsará un joven futbolista y el enésimo asalto de un motochorro casi siempre en el conurbano bonaerense? Escritas cien años atrás, las palabras de Discepolín se mantienen vigentes hoy: "En el mismo lodo todos manoseaos".
Nos dirán que con solo apagar ¿qué aparato? nos evitamos el consumo de tanta chatarra informativa. ¿Acaso hablan de esta pantallita que llevamos de apéndice, so pena de no sobrevivir sin ella un tiempo cada vez más exiguo? En ella pululan justamente los gurúes de esta alta tecnología, quienes, en menos de tres minutos, nos regalan el modo más eficaz de sobrellevar esta adicción. O el remedio para cualquier desasosiego que nos devele: mal de amores, desempleo, deudas, familia y otras pesadillas. Es decir, cómo olvidarte del mundo y emprender el viaje interminable a tu riqueza interior.
2.
En mi barrio antes le decíamos "mirarse el pupo" o "hacer como el avestruz". Pero ahora debemos admitir sin cortapisas que debemos estar más que atentos a las "nuevas acepciones" del lenguaje que nos proponen los algoritmos y la Inteligencia Artificial (IA). Ese que escuchamos en boca de nuestros nietos, y solo atinamos a decir que hablan mal.
Lo que ellos hacen ahora es un recurso que se renueva de generación en generación. Hablar distinto a los mayores es un proceso de diferenciación. Desde términos populares en las redes sociales hasta modismos utilizados en su vida diaria, el vocabulario de los más jóvenes define su identidad y, en contrapartida, establece una barrera comunicativa entre ellos y nosotros, los adultos.
Como todas las generaciones tuvieron sus modismos, cuando los jóvenes usan un término que nos suena ajeno a nuestro lenguaje, lo que hacen es nada más que "comprar una ventana de tiempo donde podés usar la misma palabra sin que te acusen de ser despectivo o "mal educado". Por eso leemos o escuchamos términos como "Y la queso", "Stalkear", "Hype", "Cringe", "Random", "Iconic" y así hasta el infinito. Señala la doctora en Comunicación en la Universidad Austral, María del Carmen Grillo: "Estas palabras ofician como una suerte de escudo entre el adolescente, sus pares y los mayores: padres, tutores, profesores, autoridades. Surge entonces un terreno donde el adolescente es rey y el adulto no tiene nada que opinar. Una jerga incomprendida por los mayores, les permite hacerles saber implícitamente a los adultos, que no lo saben ni conocen todo ni han de tener la última palabra sobre el mundo." Y concluye con algo que nos llamó la atención: "Cuando la expresión llega a la escritura y a un texto que puede leer un adulto, seguramente la expresión ya está llegando al fin de su uso, porque los jóvenes nos mueven hacia adelante".
Pero volvamos al comienzo de esta columna. Dijimos que, desde las altas esferas, nos lanzan adjetivos descalificativos a casi todos los sectores de la ciudadanía. Hace apenas unas horas el señor que ocupa temporalmente el sillón de Rivadavia, con el pretexto de ensalzar la última película protagonizada por Guillermo Francella, nos dedicó la siguiente retahíla: "Cuanto mayor la cantidad de parásitos mentales dentro de la cabeza del progre, mucho mayor es el odio y los alaridos quejosos de este ejército de zombies (termos cabezas de pulpos) cuyas aspectos salientes de su existencia es ser envidiosos, resentidos, mentirosos, hipócritas y sobre todas las cosas ignorantes (al menos en economía)". ¿Si estos son los modismos de un Presidente de la Nación, qué podemos reprocharle a nuestros jóvenes cuando usan un término que nos suena ajeno a nuestro lenguaje? Si nos ofenden las groseras expresiones del Presidente, ¿es por la investidura de quien las profiere o porque su lenguaje es deliberadamente insultante con nuestros patrones de convivencia democrática?


3.
Muchos de los que fuimos jóvenes adolescentes en los años '60 y '70 del siglo pasado, tuvimos entre nuestros libros de "culto", la novela escrita por Anthony Burguess, "La naranja mecánica". Fue editada por primera vez en 1962. La historia tiene lugar en Inglaterra en un futuro no muy lejano y distópico. El título describe algo natural cambiado por fuerza en algo no natural como una máquina.
Pero el elemento más destacable de La naranja mecánica es el uso de un lenguaje creado para la novela, llamado nadsat, que está empleado por Alex y otros adolescentes. La mayoría de las palabras en nadsat son de origen ruso. Según la novela, son palabras que los jóvenes han aprendido de obras de propaganda. El nadsat incluye también palabras cuyo significado se origina en la jerga rimada cockney y algunas palabras creadas por él mismo Burgess. No se trata de un lenguaje que hablen todos los miembros de esta sociedad futurista, sino que es un dialecto de la subcultura adolescente a la que pertenece Alex, el protagonista de solo 15 años.
¿Algo nuevo bajo el sol? Inquisidores hubo en todos los períodos de la Historia. Y siguen actuando ahora en el formateo de nuestra sensibilidad a través de las "redes sociales". Según Santiago Kalinowki, director de Investigaciones de la Academia Argentina de Letras, el concepto "algospeak" plantea que hay filtros algorítmicos que hacen que un video o un contenido se difunda o no entre aquellos perfiles que no son seguidores". Esa ventana de tiempo que todos necesitamos para no sentirnos "animales en vías de extinción".
Y concluyo con aquellos versos que les prometí al comienzo. Los escribió Salvatore Quasimodo en 1943. Son apenas diecisiete palabras en el idioma original. Se titula "Y enseguida atardece".
Cada uno está solo en el corazón de la tierra,
traspasado por un rayo de sol:
y enseguida atardece.
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