Esclavos mensajeros

10.09.2025

Adrián Savino


-Mirá –me dijo una vez un amigo-, una persona puede ser muchas, un millón de cosas si querés. Pero si es cheta, ponele la firma: es cheta por sobre todas las demás.

¿Que definamos cheto? Ok, tomo prestadas palabras del artista García: algo así como un grasa pero con ropa de marca.

Terminé de ver el documental Las mil muertes de Nora Dalmasso y pensé: con lo de su madre y todo lo que trajo, esos dos hijos abandonaron para siempre su destino de chetos.

Sus miradas, sus gestos, sus semblantes… lo dicen todo.

Al padre en cambio lo veía en un quincho, con un par de amigos, los tres iluminados por el fuego de la parrilla, y concluía que no: él va a ser un cheto para siempre.

Conclusión bastante estúpida en definitiva, porque… ¿qué carajos sabe uno lo que es uno, y por lo tanto y especialmente, lo que son los otros?

Aboquémonos por lo tanto, más que a modos de ser, a modos de estar.

Me acuerdo de una figura de la antigua Roma que al Dr. Lacan y sus seguidores les interesa mucho: el "esclavo mensajero".

Este hombre era el encargado de llevar mensajes de una ciudad a otra, pero que al ser un esclavo no tenía derecho a conocer su contenido.

Por lo tanto, se los escribían en la nuca.

Entonces el tipo llegaba, y la autoridad receptora lo hacía darse vuelta para poder leer el recado.

¿Qué plantean los lacanianos, a grandísimos rasgos? Pues que todo hijo, a fin de cuentas, no es sino una suerte de esclavo mensajero.

Alguien que porta consigo, sin saberlo, una verdad secreta que lo marca a fuego en su identidad.

Y resulta que hijos, venimos a ser todos.

Incluidos el realizador inglés del documental, los periodistas, los hombres de leyes, los amigos y allegados de la familia, el pueblo riocuartense…

Y claro: la muerta, el viudo, los dos hijos.

La serie, pese a su concepción muy taimada y tendenciosa, nos permite reflexionar sobre los mensajes de esas cuatro nucas.

La muerta se llevó el suyo a la tumba, y los videos familiares con que la presentan no aportan por lo pronto demasiada luz.

El viudo, como tanto varón de nuestra tierra, parece esconder –más o menos conscientemente- bastante más de lo que muestra.

Los hijos, en cambio, logran transmitir a cada instante algo misterioso, y a la vez profundamente vivo y conmovedor.

Esas dos presencias lastimadas y sufridas, pero especialmente honestas y nobles, constituyen sin duda el tesoro de ese producto Netflix.

Aunque no lo manifiesten de manera explícita, parecen estar todo el tiempo diciéndonos: ¡Che manga de culiados, tenemos derecho a la verdad!

Esa verdad que como más o menos afirmaba un personaje de Onetti, parece estar siempre al alcance, más cerca incluso de lo que creemos, pero vaya a saber por qué, los seres humanos insistimos en escamotéarnosla.




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