El Mudo aún canta bajo este cacho de cielo
Víctor Ramés
Él estuvo aquí. Aquí cantó. Aquí descansó. Aquí brindó. Pisó estas calles. La sombra del elegido parece haber quedado adherida a los lugares y a los objetos. De ahí que andemos siempre en busca de testigos, vivos o muertos, de su paso. Testimonios de una historia a la que llegamos tarde.

El rompecabezas de Carlos Gardel en Córdoba consta de varias piezas y muchas de ellas ya ocupan su lugar en varios libros, unas cuantas revistas, y algunas páginas web. La presencia del intérprete era cíclica en esta capital y la provincia, en virtud de sus compromisos artísticos. Carlitos disfrutaba de venir a Córdoba, donde tenía un grupo de músicos y amigos locales. Las crónicas y los documentos apenas dejan ver esos momentos ricos e interesantes de las estadías del Morocho, que en ocasiones se prolongaron durante semanas cuando venía de gira al interior de la provincia. La eterna renovación de los lectores nos anima a repasar algunas fases cordobesas de las órbitas del planeta Gardel.
En los años '30, la figura del cantor rioplatense alcanzaría una proyección que ya había reafirmado en Europa, y que se volvería global -aunque no se usaba entonces esa palabra- gracias a su inminente inserción en el cine norteamericano. Pero quince años antes, en 1916, Gardel daba su primer paso en esa industria a la que le dedicó grandes aspiraciones profesionales, truncadas brutalmente por la parca en el aeropuerto de Medellín.
En ese año se filmó la película argentina Flor de Durazno, un emprendimiento temprano del cine nacional. Se rodaron escenas en Córdoba, Carlitos contaba entonces 26 años y la película, ironía para el Mudo, también era muda.
El rodaje de Flor de Durazno se trasladó a la localidad de San Esteban, en el Valle de Punilla, a minutos de La Cumbre y Capilla del Monte. El director del film, Francisco Defilippis Novoa, era ya uno de los grandes dramaturgos argentinos, aunque éste era su debut como cineasta. La película fue una adaptación de la novela homónima que el cordobés Hugo Wast (Gustavo Adolfo Martínez Zuviría) había escrito en la mesa de la misma casa donde la película se filmó, en el barrio de Dolores del pueblito cordobés. Exponía un melodrama sobre un hombre que decide aceptar a la mujer que fue su primer amor, y al hijo que ésta ha tenido de otro hombre, decisión que a la larga derivará en tragedia. Gardel encarnaba al hombre bueno del campo, y su rival era un pituco de Buenos Aires. El cantor quedó muy insatisfecho con aquella primera exposición al celuloide.
La primera presentación musical de Carlos Gardel en la capital mediterránea databa de dos años antes. Actuó del 11 de julio al 3 de agosto de 1914, en la sala del Teatro Novedades, entonces sobre calle Constitución, a dúo con José Razzano y como número de complemento de la compañía de teatro Vittone. El dúo se había formado en 1911 al encontrarse dos cantores de barrios porteños que rivalizaban entre sí, el "Morocho" y el "Uruguayito". Hasta que se conocieron y primó la música. El dúo salía a escena en Córdoba con un cuadro musical entre obras que llevaban títulos como El Cabaret, El Anzuelo o El mejor triunfo. Interpretaban Gardel y Razzano un repertorio campero que contenía estilos, tonadas, cifras, algún vals. Unas líneas extraídas del diario La Voz del Interior sobre ese debut de 1914 en el Teatro Novedades, afirmaban que la sección del dúo "fue muy aplaudida en sus cantos y estilos provincianos siendo un número de verdadero interés dentro del programa." Lo cita el libro Gardel, la biografía, de Osvaldo y Julián Barsky, publicado en 2004 en Buenos Aires.
Una placa en ese viejo teatro cuya sala aún existe y que ahora aloja fiestas y presentaciones de bandas, recuerda el debut del morocho en la Docta. Los cinco años siguientes fueron muy importantes para la carrera de Gardel, pero seguimos mirando la historia desde Córdoba, y aquí reapareció el Morocho en mayo de 1919.
Gardel y Razzano venían a presentarse al Palace Theatre, esta vez como número central. Habían crecido mucho en lo profesional, recibían buena plata y eran solicitados desde distintos escenarios del país. El dúo había incorporado como guitarrista al "Negro" José Ricardo y haría actuaciones del 21 al 25 de mayo. Dado que hubo feriado el día 24, entre las funciones, el dúo con sus guitarras se trasladó a barrio San Martín. La razón es provista por José Pedernera (Carlos Gardel en Córdoba, Revista Club de Tango, 1996) quien citaba de un matutino cordobés: "Con motivo de la festividad patriótica y aprovechando el feriado de hoy, el dueto Gardel Razzano y el concertista de guitarra Ricardo darán hoy un concierto en la cárcel penitenciaria, concierto que el nuevo Director Mayor Alais ha aceptado completamente, por tratarse de un bello gesto de parte de estos artistas, que con su música y sus trinos, llenarán el alma atribulada de los penados, un poco de ilusión hecha luz de esperanza, que los hará soñar en la regeneración y la libertad, el hogar lejano." Esa disposición de Gardel, así como la de ir a cantar para los enfermos del San Roque, era sincera y reafirmaba su cercanía con lo popular, que sabía palpar dado su propio origen en barrios humildes. Además de cantar dentro de salas y teatros, acostumbraba a brindar canciones a la gente que se quedaba afuera, o pedía abrir puertas y ventanas para que pudiesen oír, o bien improvisaba un par de canciones de cortesía a cielo abierto.
A propósito de días libres entre funciones, durante las estadías más largas en Córdoba, hay testimonios de que Gardel se tenía mutua afición con personajes de la música popular cordobesa como Cristino Tapia, el "Cabeza Colorada", Ciriaco Ortiz o don Edmundo Cartos, parte de una fauna de amigos con quienes emprendían guitarreadas, asados o salidas, estrechando el vínculo que le hacía Córdoba tan querida al cantor rioplatense. Un testimonio del libro de Barsky indica que Gardel "en el Bajo, barrio orillero de la seccional segunda, iba en busca de los locales de tango y diversión, acompañado por los amigos cordobeses. Frecuentaba todo tipo de boliches; desde la confitería y bar Victoria, ubicada en Alvear y Libertad, hasta el humilde bodegón de Don Ciriaco."


Entre 1919 y 1925 pasan seis años de la carrera de Gardel. El retorno del Morocho a Córdoba se produce entre el 24 y el 27 de septiembre, para cantar en el Cine Teatro Palace, San Martín 50. Esta vez eran dos los guitarristas, ya que se había sumado Guillermo Barbieri. El repertorio seguía presentando sobre todo canciones criollas: cifras, valses, estilos, tonadas, cuecas o gatos. Este era el año final del dúo y vísperas de la carrera solista de Gardel. Era él quien venía asumiendo la dirección del proyecto artístico y ya se habían colado al repertorio temas del tango cantado del que sería el primer y principal referente. En 1923 el dúo había realizado su primer viaje a Europa, presentándose en España.
La carrera de Gardel estaba dando un giro al momento de las presentaciones en el Palace. Como consecuencia de esto, las siguientes visitas del cantor lo traerán como solista y ya con más millas encima, horas escenario y experiencia internacional. Allí, en el Palace, otra placa recuerda su presencia en Córdoba. En 1927, luego de permanecer una semana presentándose en Rosario, vino a Córdoba para actuar durante la segunda quincena del mes, entre el 14 y el 18 de septiembre, siempre en el Cine Teatro Palace, alternando con películas y cortos y, según expresión del diario Los Principios, "con el éxito de siempre". Así contextualiza el libro de Osvaldo y Julián Barsky otras novedades culturales que coincidían en Córdoba: "Su estadía en la ciudad coincidirá con la llegada de Lola Membrives, quien iba a debutar en el Teatro Rivera Indarte, y disfrutará de la nueva película muda de Rodolfo Valentino, El hijo del Sheik."
La penúltima venida a Córdoba tuvo lugar entre el 9 y el 12 de enero de 1930. Carlos Gardel se presentó un vez más en el Palace, acompañado por Barbieri y José María Aguilar. Su carrera se convertía en una intensa serie de compromisos internacionales. Cuando a vino a la Docta ya tenía planificado el resto del año. Traía en el bolsillo "un contrato firmado con la Paramount -revelaba Gardel en una entrevista de ese año-. A mediados de enero de 1930 abandonaré París para irme a Hollywood, donde tengo que impresionar un film sonoro." (Barsky) Esa nueva dirección de su carrera fue posible gracias a la intercesión del primer violín de la Filarmónica que dirigía Arturo Toscanini en Nueva York, el uruguayo Remo Bolognini. Se hicieron muy amigos con Gardel y el violinista le tendió el puente con la empresa NBC National Broadcasting.
Para agosto de 1933, cuando ya había actuado en cinco filmes sonoros para la Paramount, Gardel vino a cantar por última vez a Córdoba. El 7 de noviembre emprendería una gira que ya no lo traería de vuelta a la Argentina. Los días 10 y 11 de agosto Gardel se presentó en el Cine Teatro General Paz acompañado por Pettorossi, Barbieri, Riverol y Vivas. En aquella gira también llevó actuaciones al teatro Capitol de Villa María, y a Marcos Juárez (donde decidió presentarse vestido de gaucho, aunque interpretó un repertorio de tangos).


Un último vínculo a mencionar del Morocho con Córdoba ya no evoca tanto su voz como una serie de objetos "cargados" de significado, que le habían pertenecido.
Una serie de cajas y de documentos procedentes del domicilio porteño de Carlos y su madre en Jean Jaurés 735, permanecieron arrumbados durante sesenta años en una finca de Río Ceballos. Habían sido legados, tras la trágica muerte de Carlos en Medellín, en 1935, y tras la de su madre Berthe Gardés, en 1943, al cerrarse la casa a la que pertenecían. Los muebles, diversas pertenencias y sobre todo una caja rotulada por la última heredera como "Cosas de Gardel", fue todo trasladado y depositado en la propiedad cordobesa perteneciente a una familia muy próxima a la esposa de Armando Defino, amigo y albacea de Gardel. Y allí permanecieron, suspendidos y rodeados de olvido, parte de una historia que la muerte dejó trunca, hasta que la venta, en 2004, del inmueble ubicado en las Sierras Chicas, posibilitó que fuesen donados al Centro de Estudios Gardelianos y valorizados por la riqueza que aportan a la historia del malogrado cantor del Abasto.
Descargá la nota:
Leé más notas de esta sección:
Dejá tu comentario: