Historia del rock en una esquina
Gabriel Abalos

Se recorta en la memoria de varias derivas por el centro la silueta de un guitarrista afroamericano con rastas en la peatonal, y uno comprende que él es parte de los años y del paisaje humano del orgulloso paseo céntrico cordobés, donde te venden ilusiones envueltas en celofán. El guitarrista siempre ha "pelado", como creo que ya no se dice y decíamos ayer, es decir que siempre tocó bien. Años atrás, varios lo creíamos norteamericano y tal vez preferíamos suponer que saber, y su figura y su música se convirtieron en una referencia. Llamaba la atención, uno se paraba y escuchaba buenos solos, buena rítmica, y su voz. Para mí era el fantasma de Hendrix de la peatonal. Creo que le habría gustado que se lo dijese, pero no lo hice. Cambió de esquinas, o de medias cuadras, pero no tengo el registro de dichos desplazamientos. No se me ocurrió preguntarle, tal vez un día lo haga.
Hace unos años, debí pasar algunas veces al mediodía por la esquina de Obispo Trejo y Caseros y me gustaba escuchar a una piba rockera a la que una vez entrevisté, que cantaba muy bien en inglés y se acompañaba con la eléctrica, junto a un baterista provisto de los timbres básicos, como para llevar al hombro. Pasada la pandemia, aunque no la desconfianza, un mediodía tuve la sorpresa de ver que el guitarrista se había arrimado y formaban un trío que emprendía una larga improvisación -como se acostumbraba en los sesentas-, la piba rasgueaba y clavaba unos coros exactos, el negro iluminado por una rara luz en los dedos, un power trío en una esquina, inesperado, una casualidad o un regalo del cielo...
O sea, el tipo es parte de la historia de esta ciudad. Le han hecho notas en los diarios, en alguna revista. Así nos hemos enterado de que su nombre artístico es con doble t, Zetta, y también de que es brasileño. Un fenómeno raro en una ciudad que tuvo enorme proporción de africanos y una equivalentemente enorme desaparición o invisibilización de rastros afrocordobeses.
Tuvo o tiene un trío con el que actuó en Club Paraguay. Nos desayunamos de que viene de Belo Horizonte. De que vivió ocho años en Buenos Aires antes de venir a Córdoba. De que sigue siendo duro levantar los pesos necesarios para vivir. De que tiene un par de discos producidos, donde se asoman el blues, el funk, la canción. Yo no quiero tomar coca nena, yo quiero guaraná (…) Hace mucho tiempo que no paro de pensar, mi negra, ¿cuál es el secreto de esta ciudad? ¡Yo quiero saber!
Supimos que tuvo una banda nacida en las calles de Güemes. Que ama el rock nacional, en fin, esas y otras muchas cosas que lo rescatan, que lo historian, y lo personifican entre la multitud.
Me acerco y le pregunto si le puedo preguntar. Ya lo estás haciendo, me dice y reímos. Me pide que le invite un café, y se va a buscarlo con andar elegante, como una estrella, lleva un saco largo arriba. Ya no se pone, al parecer, el sombrero negro de Hendrix. Lo espero sentado en un cantero, sosteniendo la correa de mi perrita. Pasa un rato y de allí vuelve, sin apuro, tomando su café.
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"Yo me llamo Zetta, así me conocen la gente. Zetta. Dicen que los últimos son los primeros", aclara. Toma un trago de café. Mi perrita olfatea sus botamangas, a él no parece molestarle. "Vengo de Brasil, hace 20 años que estoy acá en el país." Lo interrumpe, al pasar, un cordobés de mediana edad, un amigo de la zona. Se saludan, el otro le dice "Hola, don querido", él le dice "¿Cómo está usted, papá?" El cordobés le pregunta si le puede prestar un millón quinientos, Zetta le dice que cómo no, que el lunes, y le ofrece: "¿No pueden ser dos millones?". Respuesta cordobesa: "No, no tengo cambio". Risas, se va el conocido.
"Empecé a tocar la guitarra en la iglesia católica, ya que vengo de una familia con una orientación católica aplastadora. Así que ahí empecé con la música, ahí empecé tocando. Tocando en la iglesia, tocando en las misas, tocando en los centros vecinales para la gente del barrio. Tocando la batería en la iglesia. Tenía alrededor de 10 años. Después, bueno, la guitarra vino a los... 12, 13 años. Y ahí arranqué con la guitarra."
Me interesa saber quién le dio la guitarra.
"La guitarra me la compró mi abuela. Le gustaba que yo estuviera en la música y, sobre todo, que yo estuviera tocando en la iglesia, ya que ella era muy católica. Y a esa edad, en esa época…
¿Qué es lo que escuchabas de la música popular brasileña?
"Y mira, entre los 10 y los 17, me considero un analfabeto musical en aquel momento. Yo tocaba las canciones de la iglesia. Después música, música de calidad, no escuchaba. Entonces, por lo tanto, en aquel momento, creo que como todo pendejo escuchaba las porquerías, las guasadas de aquel entonces. Que no recuerdo exactamente quiénes eran los músicos de moda en ese momento. Sí sé que por supuesto, siempre estuvieron Caetano Veloso, Gilberto Gil... Milton. Milton Nascimento, que es de allá, de Minas, de mis pagos. Esos muchachos siempre fueron vigentes, ¿no? Pero lo que estuvo en moda en ese momento, no podría decir. No tengo ese recuerdo… Bueno, sí, no, estoy pensando, cuando me decís los músicos populares brasileños, había mucha música nordestina."
Emprende la preparación del show, chequea el micrófono. Su rutina de músico. Callejero. Se lee en alguna de las notas que le hicieron que participa también del circuito nocturno, solo o con una banda, y ese recorrido ha de tener su historia. Pero la presencialidad neta de su figura a lo largo de una docena de años, en la peatonal, ha sido lo determinante para posicionarlo en esas entrevistas, en algunos videos. Y también entiendo que en nuestro querido pasquín, como le decimos a Tierra Media cariñosamente en los fastuosos cumpleaños que nunca celebramos.
Zetta es cuando está tocando en estos días en un cruce de esquinas históricas. Donde resuena su voz y su guitarra peatonal actualmente es cara al norte, frente a la ex Legislatura, luego agencia de cultura, siempre un edificio imponente del 1883; y llevando hacia el oeste la mirada, está la esquina que supo ser en aquellos mismos años la olvidada cigarrería El Comercio de fines del mil ochocientos, y ya en el siglo veinte la recordada casa Amuchástegui de óptica y fotografía, grabada en la retina, a la que sucedió no hace mucho una marca de telefonía celular y que hoy, acompañando los tiempos, ocupa una prominente casa de préstamos y créditos nativa. A un lado de Zetta, hacia su izquierda, chapea la librería El mundo del libro, otra firma reconocida en su ramo, del siglo pasado. Y la cuarta esquina, a su derecha, corresponde a esa especie de inmenso quiosco de instrumentos, discos y entradas que es la disquería Edén, no menos histórica, cuarenta pirulos a cuestas. Y allí, al medio, el guitarrista negro que también transcurre, que sigue acompañando los cumpleaños de la ciudad, y los meses intermedios también, es él, es Zetta, el que pone su sello a la ciudad donde ha elegido vivir.
Seguimos charlando de música.
"Cuando empecé a tomar conciencia, tuve una mejor formación mental. Y cuando entré al conservatorio de música, ahí fue cuando empecé a escuchar buena música y conocer buena gente. Y ahí arranqué con todo eso. Estudié mucho tiempo allá en Belo Horizonte y también estudié algo en Buenos Aires. No pude terminarlo. Escucho mucha música: soy un tipo muy eclético con la música. Puedo escuchar desde Atahualpa Yupanqui a Jimi Hendrix. La verdad es que tengo un gusto muy amplio, muy variado, pero con la música de buena calidad, eso sí. Así que puede que esté escuchando Caetano Veloso, Mercedes Sosa. O de pronto, no sé, pongo un disco de Pink Floyd. O lo saco y pongo los Beatles."
Pregunto si toda esa escucha alimenta el repertorio que luego tocar en la calle.
"Me alimenta como ser humano. Como ser humano. Después la calle es secundaria, es secundaria."
Quiero saber si tiene algún programa en su cabeza de temas, o si improvisa.
"Obviamente que adentro de esto yo lucho para no ser un tipo robótico, ¿no? Y no estar, digamos, tocando con esa necesidad, con esa carencia de qué le vaya a gustar a la gente. Es más cómo me voy a sentir yo que ellos. El disfrute de la música. Pero obviamente hay días y días, ¿no? Obviamente, como ya te dije, que por ahí intento no ser robótico, pero qué sé yo... Si estás casi todos los días, va a haber días donde uno está medio... No está tan inspirado. No siempre uno puede mantener, digamos, esos decibeles, esa energía. Y hace falta alimentar la sensibilidad también."
De acá, le gustan los cracks como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui. "Hay tantos, che, es que la música hecha aquí también es muy rica. Piazzolla también me gusta. Uf, podría estar escuchando tanto su música hasta amanecer."
Le comento que Brasil es considerado uno de los países más musicales del continente.
"Sí, tiene una versatilidad increíble. Sí, una potencia. Sí, eso. Además, muchos estilos de música. Además, el brasileño de alguna forma... hay algo que admiro en ellos. ¡Ah, como si yo no fuera de allá! Es que de alguna forma casi que... Se puede decir que inventaron su propia música, su propio lenguaje musical. Y son muchos, viste. Y eso no es para cualquiera."
Le digo que es la fuerza de la música africana también, ¿no?
"Acá también ha sido muy importante. Ah, pero han cortado esas influencias, la han eliminado del mapa. De hecho, yo creo que ni Hitler logró hacer lo que la Argentina logró hacer aquí. Ni Hitler. El plan que tenía él de exterminar más, de poner a la mayoría, él no logró. Habría una cierta cantidad de personas, para no decir judío o esas cosas así. Para no ser tan despectivo, ¿no? Pero sabíamos a quién iba, en contra de quién estaban Hitler y sus muchachos. Pero él no lo logró. Pero la Argentina en su momento lo logró, eliminar la presencia negra en la población. Y hasta histórica también. Andar preguntando a esos pibes si en la escuela nacional, después de tanto tiempo, de tantas décadas, se estudia eso. Han eliminado, digamos, esos residuos de la vida afro en este país. Lo han eliminado y todavía lo siguen sosteniendo con una fuerza increíble. Es más, alguien tendría que cambiar la constitución estudiantil, ¿viste? Estos pibes no están aprendiendo nada. Históricamente no están aprendiendo mucho. ¿Cómo eso no va a estar escrito en la historia? ¿Es creíble? Bueno, pero yo sí creo que no se puede dudar de que la presencia africana ha enriquecido la música donde ha estado. Siempre intentaron eliminarla. Gracias a Dios nunca lo lograron de todo, pero casi que sí, ¿no?"
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Va hacia la guitarra, se agacha y la levanta, todavía lleva puesto el saco. Se acomoda la correa y enseguida ensaya unos primeros rasguidos, para pasar a una escala de solo, con arrastres, pisando y estirando las cuerdas en los finales, punteos sensibles y cierre. Se considera satisfecho, ha sonado bien. Se quita la guitarra, la deja en el soporte, se saca la chaqueta, abajo lleva un buzo blanco. Se acuclilla para guardarla en su equipaje.
Le digo que varias veces lo oí tocar temas de Charly. "Ah, sí, me encanta. Olvidáte. García, para mí es... Para mí es un tipo supremo de la música, para mí él y Luis Alberto Spinetta, para mí son de cabecera."
Mencionaste a Mercedes y a Yupanqui, también, le digo, dos tótems del folklore argentino.
"Y tengo otros músicos también que me gustan del folklore, otra música súper rica, con una gran versatilidad. Al menos en la época de ellos, en aquel entonces, ¿no? Porque yo creo que el folklore está viviendo lo mismo que está viviendo toda la música, y está igual que la sociedad, está... No te digo moribunda, pero... Más vacía de contenido que... No, no... Es difícil escuchar un buen folclore. Quizás está bien tocado, pero las letras... Son letras banales, ¿no? En esos tiempos, cualquier bobito canta, digamos, en cuarteto también ocurre.... Las letras, ¿no? Igual está pasando con toda la música. Con todos los géneros, sí. Está pasando en todos lados. Estamos viviendo, digamos, esta... Esta decadencia, ¿no? Esta decadencia artística."
Sin embargo, Zetta encuentra en el folklore una capacidad de resistencia propia.
"Puede que alguien cante una bobada, pero al menos mantiene una tradición. La forma de bailar. La rítmica y la forma de bailar y el toque. Sí, sí. Porque los demás ya son mucho más cambiantes. Para mí, como músico, la música que mejor está sobreviviendo en este país, en esos tiempos, es el folklore. No hay nada más original en la Argentina, para mí, que el folklore. Con todo respeto a esos muchachos que están apareciendo ahora con esa música rara. Sí, sí. Con las letras estúpidas. Sí. No hay nada. Y acá en Córdoba, por ejemplo... El rock y el folklore es lo más fuerte de aquí. El rock ya está casi que se muere. rock and roll is dead. Pero el folklore sigue ahí, sigue. Se mantiene, pero vigente. Mira. Y el rock, bueno... Si quieres escuchar un buen rock, tienes que sacar el vinilo y poner el tocadiscos. Más o menos. No sé si me explico bien."
Recién vi que estabas jugueteando ahí con Quién se ha tomado todo el vino, le digo.
"Mira, para mí... Bajo el punto de vista de citar a alguien, primero está Jiménez. Después está el cuarteto. Bien. Igual el cuarteto tiene que ver con todo lo que estamos diciendo, con todo lo que estamos hablando. También se ha vuelto... Superficial, ¿no? Se ha... No, se ha puesto... Se viene poniendo bastante porquería. El famoso Tunga Tunga, el de la famosa pianista que la tenemos en la San Martín, Leonor Marzano. Ese Tunga Tunga es clásico... Y las nuevas bandas, qué sé yo. Son solo un entretenimiento. La verdad es que a Jiménez lo escucho con gusto. Sí, sí. Es un tipo original que canta las cosas del pueblo, las cosas de la calle, lo que vivió, y eso. En ese sentido, es poesía pura."
Ya con todo listo, el artista callejero vuelve a colgarse la guitarra y ahí nomás arranca con un ritmo funky, y sobre él una canción en la que habla de amor y de paz, como si evocara la iglesia donde empezó su carrera musical. Entre los años de historia de esas cuatro esquinas, qué tanto sabemos cuánto irá a crecer aún la leyenda de Zetta, el guitarrista negro de los mediodías hábiles, esa figura que tal vez no apreciamos como una pieza de nuestra identidad, como una constancia del tipo de ciudad y de culturas que habitamos, un patrimonio local, entre tantos otros que hicieron leyenda. Ese que vuelve a ocupar su lugar, un día tras otro, que permanece allí tocando y compartiendo pedazos de su música. Transmitiéndonos al menos la tranquilidad y la ilusión de que la realidad sigue allí.

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