Imágenes del miedo(y la esperanza) 

10.08.2025

Silvia Barei


Mural en las calles de Gualeguaychú, Entre Ríos, realizado por el artista Diego Abu Arab durante la cuarentena por el COVID 19. (cultura.gob.ar)
Mural en las calles de Gualeguaychú, Entre Ríos, realizado por el artista Diego Abu Arab durante la cuarentena por el COVID 19. (cultura.gob.ar)


Mijaíl Afanásievich Bulgákov fue un escritor, dramaturgo y médico soviético de la primera mitad del siglo XX (1891-1940). Su obra más conocida es la novela El maestro y Margarita considerada una obra maestra, publicada póstumamente, casi 30 años (1967) después de su muerte y ya caído el régimen stalinista.

A principios de la década de 1930, un extranjero bastante particular, Woland, (profesor de magia negra) llega a Moscú acompañado por un séquito de prestidigitadores y de un gato negro que camina en dos patas y habla. Esto marca el inicio de un sinfín de episodios misteriosos, ridículos o increíbles e instala primero el asombro y la alegría y luego el miedo en los pobladores. Porque Woland no es sino el mismísimo Satán, quien, en su constante peregrinar por el mundo, viene a dar en un lugar y en una época en que nadie cree ni en Dios ni en el Diablo, ni siquiera en Jesucristo.

En Moscú, vive también un hombre -el Maestro- que ha escrito una novela sobre Poncio Pilatos y los últimos días de Jesús. La obra recibe una crítica furibunda por parte de los críticos oficiales que cuestionan su supuesta "religiosidad". El Maestro, desesperanzado, decide quemar la novela, de la cual Margarita salva algunas hojas, y el escritor termina internado en un manicomio.

El Maestro y Margarita es una sátira y juega con la puesta en abismo de un texto dentro de otro -la historia del Diablo, la historia del Maestro y Margarita, la novela que escribe el Maestro sobre Jesús y Poncio Pilatos- y es una denuncia feroz contra el régimen soviético. La metáfora del Diablo en Moscú es bastante transparente. Dicen, sin embargo, que Stalin apreciaba a Bulgákov como dramaturgo, aunque eso no le impidió prohibir sus obras porque las consideraba "peligrosas".

Al modo tal vez autobiográfico, Bulgákov pone en boca del Maestro en un momento en que Margarita -su amada, la "secreta esposa"- va a visitarlo al hospicio, estas palabras: "No sé si podré resistir." E inicia una etapa depresiva que lo llevará a la muerte.

Me llega en estos días la reproducción de un grafiti de El Eternauta reproducida en una pared del conurbano que dice "Resistan". Es la cara de Darín, es la de Néstor, es la que dibujó Solano López, es la de los residentes del Garraham, es la de tantos desplazados, despreciados, perseguidos, echados, que sobreviven con una máscara de oxígeno hasta que el aire se nos vuelva más respirable.

El Eternauta recorre una ciudad devastada que es Buenos Aires, pero podría ser Kiev, Gaza o cualquier frontera, muro o campo de refugiados del mundo.

El éxito de esta serie me dispensa, en este momento, de narrar la historia escrita por Oesterheld y dibujada por Solano López allá por los 50, cuando la historieta argentina vivía sus días de gloria.

Sí me permite recordar la inevitable reminiscencia de La guerra de los mundos (1897) de H. G. Wells, novela en la que la superioridad tecnológica de los marcianos es notable y donde no alcanzan todas las formas de huida o de resistencia. La diferencia es que en el texto de Wells los salvadores del planeta son unas bacterias mínimas e invisibles, para las cuales los marcianos no tienen defensas. Algo parecido y a la vez inverso, a las colonizaciones de los pueblos aborígenes por parte de los europeos con el contagio de la viruela y el sarampión o la versión imaginada por Ray Bradbury en sus Crónicas marcianas donde la llegada de humanos provoca una epidemia de varicela que destruye a la población del planeta rojo.

Los ejemplos colonizadores muestran tanto el poder como la estupidez de los humanos. En El eternauta esta estupidez (a veces maldad) de algunos, se ve compensada por la solidaridad de muchos. La serie se sostiene en una frase que no es de Oesterheld pero que él hubiera suscrito con entusiasmo: "Nadie se salva solo".

Para el personaje de Juan Salvo la invasión no estaba en su horizonte de expectativas aunque la guerra forma parte de su dolorosa experiencia, de su memoria herida, vivida en carne propia en Malvinas.

El texto -"Resistan"- del grafiti, su lenguaje metafórico bastante elemental, puede pensarse insignificante o insuficiente. Sin embargo, señala entre otras cosas, el camino a seguir, aunque haya caminos diferentes.

El derecho a la resistencia (que es el derecho a la supervivencia) es un derecho humano y las personas perseguidas o destratadas o menospreciadas gozan, como ciudadanos, de todos los derechos que reconoce la Constitución y los tratados internacionales con jerarquía constitucional. Aunque en muchos casos -jubilados, trabajadores varios, docentes, médicos, grupos lgtbq+, familias empobrecidas que no pueden pagar el alquiler, discapacitados que no reciben medicación, artistas, etc - se vean atrapados en una especie de caos regido por la danza de la muerte planificada, como si el diablo, como antes en Moscú, anduviera suelto por estos lares. Dan ganas de decir: "yo no creo en los diablos, pero que los hay, los hay".

En el espacio público, cruzado por coordenadas temporales, es decir históricas, el temor, el miedo es una realidad de la experiencia pero es también una operación de multiplicación de lo real, no siempre vivida individualmente. Es una emoción que puede impulsar profundos cambios sociales a partir del momento complejo en que algo o alguien poderoso deviene imagen del miedo por su apuesta a la violencia, la impiedad, la insensibilidad como pasa en la Argentina de estos días.

Las imágenes que vemos en la TV nos devuelven a nosotros mismos en espejos en los que nos reconocemos y nos ponen frente a una crispación de desesperanza.

"La crueldad es una estación sin término" dice el poeta huilliche Jaime Huenún. Si sabrán esos pueblos originarios en nuestra América, de destrato y crueldad. Habrá que pensar, como la resistencia colectiva del eternauta, que hay un límite, un término, un punto final porque la Historia y las historias en el mundo del arte (cómic, literatura, teatro, cine, series) siempre lo han vaticinado. Resistan.




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