Emily, Marya, Rosalía, Róza, Rosa y Livia
Hernán Jaeggi
Livia Hidalgo nació en La Playosa, Córdoba en 1955. Es Contadora Pública por la UNC y estudió algunos años (muy bien aprovechados) en la Escuela de Letras de la UNC, coordinó Talleres Literarios desde 1994 hasta el 2019. Pero sobre todo leyó y escribió poesía, incansablemente. Publicó los libros de poesía: Formas horadadas (1991), Recintos de la muerte (1993), Otra orilla para abrazar la noche (1994), Requiem en el mar (1997) y Pelusa (2021) con Editorial Argos. Con Alción Editora publicó Isadora –jardín de invierno (2004). Fecunda (2010) en Babel Editorial. En Cartografías Glauce (2021), Emily (2022) [Biografía de Emily Dickinson], Marya-Marie (2023) [Biografía de Marie Curie] y Rosalía-Róza-Rosa [Biografía de Rosa Luxemburgo]
Estos son detalles que nos sirven de marco introductorio para conocer a una poeta que no duda con enfrentarse a verdaderos desafíos literarios. Como muestra están sus tres últimos libros: Emily, Marya-Marie y Rosalía-Róza-Rosa que conforman una épica poética, como pregonaba Leónidas Lamborghini hace años en una entrevista.
El origen de esta escritura podría rastrearse en libros anteriores de Livia Hidalgo (sino mucho antes en las lecturas que marcaron su rumbo poético), pero vamos a sus libros: Isadora, Fecunda y Glauce, tres obras donde la biografía, la autoficción, la crónica, el género epistolar, el teatro y la poesía se entrecruzan en un diálogo inagotable, laborioso y fecundo entre la autora y sus personajes.
La lectura de estos tres últimos libros me provoca como lector la sensación y el sentimiento de estar frente a reflejos de un espejo: Emily-Livia, la poeta; Marya-Marie- Livia, la poesía de la matemática, física y química; Rosalía, Róza, Rosa-Livia, la poeta política. ¿Qué te llevó a escribir sobre estas mujeres? Es como si a través de sus vidas hicieras un recorrido sobre tu propia vida.
En el verano de 1994, estando en Mar del Plata, leí en el diario local que Maya Plisétskaya se presentaba en uno de los teatros de la ciudad. El matutino agregaba que la bailarina rusa –ya envejecida– no bailaba con las piernas sino que bailaba con las manos. Ese anuncio me impactó sobremanera. Que una bailarina imposibilitada por la edad no pudiera ya bailar pero que sin embargo lo siguiera haciendo pese a sus limitaciones me hablaba de una pasión fuera de lo común. Volé a comprar una entrada. Por desgracia el espectáculo se había levantado. Nunca supe el motivo. Cuando regresé a Córdoba intenté buscar infructuosamente bibliografía sobre Plisétskaya. Recordemos que, en esa época, no teníamos la facilidad de las redes y mucho menos la cantidad de información con la que hoy contamos vía internet. En ese año 1994 sucedió que murió mi madre a causa de una operación de vesícula, concretamente murió por mala praxis. Ese suceso me desenfocó de mi búsqueda sobre la bailarina rusa. Empecé a escribir sobre mi madre. Otras dos muertes se sucedieron en el año 1995: el de mi abuela paterna y el de Glauce Baldovin. En menos de un año había perdido a tres mujeres extraordinariamente significativas en mi vida. Diría que en el año 1997, a duras penas logré rescatar un puñado de textos de los tantos escritos durante esos años de duelo y desolación. Publiqué Requiem en el mar (los poemas dedicados a mi madre). Tras la presentación de ese libro, en octubre de 1997, empecé a soñar con Maya Plisétskaya. Lo curioso: yo solo había visto una foto de ella en el diario de Mar del Plata y en el sueño se me aparecía bailando con las manos. La primera vez que la soñé, lo dejé pasar, pensé que se trataba de mi frustración por no haber podido ver su actuación. Que ella llegaba a mí para cumplir mi deseo. Sin embargo, los sueños se sucedían una y otra vez. A causa del azar o de la causalidad, no sé muy bien a qué atribuirlo, en esos días me encontré con Mely Hernández y le comenté sobre esos sueños y en la dificultad de encontrar materiales sobre la bailarina rusa. Ella me dijo que su hermana era bailarina y que tenía libros sobre danza. A los pocos días me trajo cuatro libros que inmediatamente empecé a leer. Para mi decepción, nada había allí sobre Maya Plisétskaya, pero sí encontré unos párrafos sobre Isadora Duncan –una de las creadoras de la danza contemporánea– y lo más importante: existía una autobiografía titulada Mi vida publicada por Losada. Salí de gira por las librerías de Córdoba y encontré un ejemplar de la segunda edición del libro que se había editado en 1997. Allí los sueños con la bailarina rusa cesaron. Interpreté entonces lo que ella quería trasmitirme. No era ella sino yo la que tenía que danzar con las manos. Y ya que querés que lo asocie con mi propia vida, tardé bastante tiempo en darme cuenta que el tema de la danza tal fue una frustración en mi vida, mi madre me comentaba que su padre –que murió cuando yo tenía un año y medio– le decía toda vez que me veía bailar sobre una mecedora: "mirala como baila" (esto lo cuento en Fecunda) y que mi padre nunca le permitió que me enviara a una academia para que aprendiera a bailar. Él desvalorizaba esa actividad. Quizá por eso, no sé bailar. Ni siquiera la Mona Giménez logró que mueva rítmicamente las piernas, sin embargo escribí Isadora bailando mentalmente
Cuando terminé de escribir ese libro, volví a pensar en la pasión. Y es allí donde me surgió la idea de reunir a 9 mujeres destacadas en distintas esferas unidas por la pasión. Es decir, pensaba en un solo libro con poemas dedicados a estas nueve mujeres. La número 10 era Isadora. Ahora bien, me encontraba con una limitación, tenía que seleccionar 10 nombres de mujeres destacadas, puesto que era indispensable conseguir bibliografía sobre ellas, ya que mi escritura había ingresado en el terreno de lo que se conoce como meta-lenguaje y para ello era necesaria la investigación.
Por entonces, pensaba –y lo sigo pensando– que la poesía no se encontraba únicamente en los poemas escritos, sino en todo lo creativo. Un carpintero, un herrero, un albañil, un arquitecto, un artista plástico, un científico, un alquimista, un filósofo, un político, un actor, un cineasta, un cantautor, etc… eran poetas en su rubro tanto como lo eran los/las poetas del lenguaje. Y más aún, los sucesos de la vida misma son poéticos si se los mira con ojos poéticos. Un ejemplo de ello es el libro Estaciones de Mónica Flores de reciente edición. Iniciada mi búsqueda, advertí que existía una abundante biografía sobre hombres destacados y muy pocas sobre mujeres. Tomé consciencia de que las mujeres habían sido las soslayadas de la historia y que en alguna medida esto se replicaba –aún con todas las luchas– en los finales del siglo XX (y se siguen replicando aún ahora pese a todas las conquistas alcanzadas). Ello acentuó mi idea de escribir sobre mujeres, pese a que mi formación y mi admiración era producto –y en alguna medida lo sigue siendo– de la literatura escrita mayoritariamente por varones. ¿Qué habían hecho estas mujeres para destacarse en un mundo hostil con las mujeres? ¿Cómo habían logrado ellas sortear los escollos de su época? Estas fueron las preguntas que me hice. Las respuestas a este interrogante me los había dado parcialmente Isadora, pero insistía en construir una especie de caleidoscopio. En esa época trabajaba muchas horas al día, por lo que escribir Isadora, siendo un libro no tan extenso, me llevó 5 años. Tras la escritura de Isadora empecé a leer múltiples biografías con la finalidad de seleccionar otras 9 mujeres. Con esto quiero decir que Emily Dickinson, Marie Curie y Rosa Luxemburg fueron elegidas como integrantes de un proyecto que comenzó más de veinte años atrás y que pude concretar parcialmente con la trilogía publicada el los últimos años y que son a los que te referís en este reportaje. Desde aquel primer proyecto y con el paso del tiempo, desde luego se fueron modificando las motivaciones.
En cuanto a tu percepción: Es como si a través de sus vidas hicieras un recorrido sobre tu propia vida. Efectivamente, hay una conexión entre ciertos sucesos de mi vida y la vida de mis biografiadas, a veces se trata de identificaciones parciales y en otros casos de diferencias de personalidad (ellas fueron capaces de hacer lo que yo no). Pero en todos los casos, me hubiera resultado imposible escribir sobre ellas sin esa conexión profunda sobre ciertas vivencias comunes. Hay quien dice que uno siempre escribe sobre sí mismo. Yo no creo en eso pero sí que debe existir una comunión espiritual si uno quiere hacer algo que se parezca a una biografía artística. De otro modo, se trataría de una biografía más entre las miles existentes.
Leyendo las biografías y su despliegue poético no puedo dejar de pensar lo difícil que es seguir siendo una sola persona…¿Qué sentiste recorriendo esas vidas?
Jamás he sentido que yo fuera Isadora o Emily o Marie o Rosa. Uno no deja de ser una sola persona, solo que esa única persona se va enriqueciendo a través de ciertos recorridos. Yo me siento más bien como una actriz que encarna un personaje. Nacer y morir son situaciones comunes a todos aunque no se tenga clara consciencia de ello. Recorrer estas vidas fue una experiencia extraordinaria, un enorme aprendizaje, una amplitud de visión. El haberme dejado atravesar por el alma de estas mujeres significó desprenderme de múltiples prejuicios para nacer otra. No juzgarlas sino comprenderlas es para mí una consigna. Esto me hace decirles a todos aquellos que juzgan a otros: "No juzguen, en todo caso agradezcan que a ustedes no les haya sido dado ese dolor". Esto no significa que me haya desprendido de todos mis prejuicios. Subsisten aquellos que están asociados a valores éticos, y creo que los valores éticos –en mi caso– son lo único inalterable que subyace a toda muerte y todo nacimiento.
¿Qué te impulsó a encarar esta aventura de una escritura épica de 1500 páginas que componen los tres libros? Para escribir estos libros es notorio el trabajo de investigación que has realizado sobre la vida y la obra de tres mujeres que transgredieron los cánones de una sociedad machista y patriarcal, incluyendo una traducción muy personal de la poesía de Dickinson y una obra teatral dentro del texto poético, y también una atenta y minuciosa lectura de cartas de Marie y Rosa, datos históricos, crónicas de la época…
Diría que yo me lanzo al río de la escritura y nado. En general no hago un proyecto previo sobre la obra. Empiezo a nadar y de pronto surge la forma. A veces con más dificultad que otras, pero siempre es el texto el que termina imponiendo la forma. Sí tengo motivaciones diferentes. Por ejemplo, en el libro sobre Isadora me enfoqué sobre el erotismo en sus múltiples variantes. No tuve la intención de escribir una biografía –aunque lo sea en alguna medida.
En el libro sobre Emily me interesó que fuera ella misma la que contara su vida a través de sus poemas porque las biografías que leí, y todo lo que los críticos escribieron sobre su obra no se ajustaba –según mi perspectiva– a lo que ella quería decir en sus poemas. Reconozco que algunas de las claves para mi interpretación me las dieron sus traductoras españolas Ana Mañerú Mendez y María Milagros Rivera. Claves que por otra parte ya habían señalado varios estudiosos de su obra, pero ellas ahora las aseveraban tras la lectura y traducción de sus poemas. El problema es que se quedaron en los titulares, y si bien aislaron poemas referidos al incesto no avanzaron sobre el contexto indicado por la propia Emily y eso les llevó a una interpretación errónea sobre ciertos hechos. Yo creí necesario incorporar ese contexto indicado por la propia Emily. Para ello necesité traducir los poemas del modo más literal posible. Mi intención no era de ningún modo que se hable de mi traducción, no soy una traductora avezada, sino que esa traducción fuera lo más fiel posible a la intencionalidad de Emily a la hora de escribir esos poemas y a partir de ellos –y con ellos– escribir una nueva biografía o, si se quiere, tuve la pretensión de que se leyera como una autobiografía. Eso indudablemente me llevó mucho tiempo porque después de traducir los poemas tuve que leer detenidamente la ya varias veces leída biografía escrita por Whicher que, si bien erraba en su interpretación, me aportó datos valiosísimos a la hora de reconstruir casi cronológicamente la vida de Emily. De allí la extensión del libro.
En el caso de Marie-Curie leí varias biografías y artículos sobre ella, pero salvo el amorío de Marie con el científico Paul Langevin, me centré casi exclusivamente en la biografía escrita por su hija Éve Curie. En este caso mi intención –no prevista cuando empecé a investigar sobre ella– fue la de dedicarle un extenso poema de agradecimiento a Curie. Retomé este trabajo, empezado y postergado desde hacía mucho tiempo, poco después de una operación padecida por mi hermano mayor y posterior tratamiento de rayos. Quise agradecerle a Curie por el descubrimiento del radio y su esfuerzo para difundirlo como método para la cura del cáncer. Pero también para resaltar sus valores éticos y su desinterés económico en un mundo ávido por las ganancias, razón por la que la había seleccionado originalmente, pues la vi como a una poeta de la ciencia. Ahora bien, en este caso, no tuve la intención de hacer una biografía sino más bien de resaltar momentos esenciales. Me figuré una rueda con sus radios (ahora se trataba del radio de la física) y al eje de la rueda lo representé mediante una especie de estribillo que se va repitiendo constantemente. Los radios son esos momentos esenciales reunidos en un solo eje. Cómo surgió esta forma, es difícil saberlo. Después de tanta lectura, un día me desperté repitiendo el estribillo. Más tarde lo relacioné con la lectura, que había realizado más de 20 años atrás, de "Cadáveres" de Perlongher.
En el caso de Rosa Luxemburg debo confesar que es el libro que más tiempo y trabajo me dio. Fue tanta la bibliografía que leí (no consigné todo lo leído en las notas bibliográficas por razones de espacio) que solo había logrado escribir una especie de ensayo. Insatisfecha por el resultado, decidí darle este borrador a la siempre predispuesta y generosa Silvia Barei. Por tanto debo agradecer y resaltar la valiosísima lectura que Silvia hizo de ese "mamotreto", porque así bautizamos a esa primera versión fallida del libro. Ella valoraba el esfuerzo denodado y toda la tarea investigativa, pero no estaba convencida sobre la forma. El mamotreto "carecía de vuelo poético". En ese momento le dije a Silvia: "me falta apropiarme de Luxemburg y de su escritura". A la vez, testaruda como soy, no quería dejar fuera del texto una reseña de sus obras más importantes, algunas de sus polémicas más significativas y su gesta revolucionaria, porque si eliminaba esto falseaba a Luxemburg. No quería que el lector perdiera de vista que lo que nos está pasando hoy a nivel mundial ya lo había preanunciado Luxemburg. Leer a Luxemburg es comprender nuestro ahora. Y en esto reside el hecho de que yo la hubiera visto como una poeta de la revolución socialista. No solo por su entrega a la causa revolucionaria sino por la anticipación de los sucesos. La guerra entre imperios por el poder hegemónico o por la dominación del mundo se inició a escala internacional con la Primera Guerra Mundial –que Luxemburg vivió en la cárcel por su lucha antibélica– siguió con la Segunda Guerra Mundial y la guerra fría, y continuará con la Tercera Guerra Mundial que se avecina si no somos capaces de detener la ambición obscena del 1% de la población mundial que ostenta el 83% de los ingresos mundiales (este dato fue actualizado por el presidente de Colombia que declaró ante la ONU o el GP20 (no recuerdo bien) que actualmente el 1% de la población mundial ostenta el 95% de los ingresos mundiales) y ese 1% son los que generan la miseria en el mundo. La colonización de los países del tercer mundo no tuvo ni tiene fin. El saqueo, la apropiación de recursos, la matanza masiva de hoy no difieren a las del pasado.
Luxemburg fue asesinada el 15 de enero de 1918, pero ya en 1911 (en su obra magna, La acumulación del capital) advirtió sobre lo que sucedería en el mundo si se continuaba con el sistema capitalista imperante. Preveía una sucesión de catástrofes y ella suponía que en una de estas catástrofes el sistema capitalista encontraría la autodestrucción ya prevista por Karl Marx. En el llamado Panfleto Junius (1915), sentenció: Socialismo o Barbarie (haciéndose eco de las palabras de Friedrich Engels, muerto en 1895). Luxemburg vio como ganó la Barbarie en la Primera Guerra Mundial y pensó que ese era el límite, pero se equivocó. Ahora mismo nosotros estamos viendo como gana la Barbarie, y que las motivaciones de las guerras son exactamente las mismas: el reparto del mundo. Por tanto –como este tema me resultaba imperioso ya que veo que los habitantes del mundo están obnubilados a anestesiados– decidí resignar en alguna medida el aspecto formal. Ahora bien, ¿cómo reformular el aspecto formal, aunque sea parcialmente, bajo estas premisas limitantes?.
Volví al comienzo del proceso de escritura. ¿Qué es lo primero que me había llamado la atención en Luxemburg antes de adentrarme enteramente en su obra?. Sus cartas. Hacía ya varios años que había seleccionado fragmentos de sus cartas traducidas al castellano y había realizado una re-traducción de las traducciones existentes con la finalidad de resaltar momentos poéticos o monólogos o escenas dramáticas. Volví entonces a sus cartas y las ordené cronológicamente. Luxemburg escribió 2800 cartas, pero solo existen traducidas al castellano poco más de 200, esto es aproximadamente el 10%, y fragmentos de cartas incorporadas en las tres biografías escritas sobre ella y en algunos otros textos referidos a ella. Luxemburg escribía en polaco, ruso, alemán, francés, italiano, incluso algunos pasajes en yiddish. Desde luego para mis limitaciones en idiomas, la tarea de traducción era imposible y lo que tenía era completamente insuficiente. Tenía los fragmentos de cartas y el "mamotreto". Entonces pensé unir esas dos cosas, pero ¿cómo hacerlo?. Recordé el libro Carmen de Silvia Barei que yo había leído antes de su publicación y allí Silvia encarnaba la voz de su tía Carmen B. Y fue eso lo que hice. Empecé a escribir cartas apócrifas –como si las hubiera escrito Luxemburg– y crear algunas escenas o diálogos, basados en todo lo que había leído sobre Luxemburg. Estoy convencida que las cartas son falsas pero no lo son los contenidos. Hasta el momento yo había utilizado la tercera persona en Isadora y la segunda persona en Emily (salvo en el simulacro de la obra teatral inserta en la biografía de Emily) y también usé la segunda persona en Curie, explorando sus variantes. Digamos que fui reacia al uso de la primera persona, pero en este caso me pareció el único modo que tenía de cambiar el aspecto formal del texto sin falsear a Luxemburg. Hay cartas, por ejemplo las referidas a la revolución y contrarrevolución alemana de 1918, dirigidas a Clara Zetkin que aparecen como desprolijas, y esto tenía que ser así porque Luxemburg estaba inserta en el fragor de los acontecimientos y hubiera sido inverosímil que se detuviera a corregir lo escrito en sus cartas. Esto se percibe claramente en sus últimos 20 artículos. Intenté respetar ese impulso, aplacando mis deseos de corregirlas. Las escribí, configurándome la situación, casi de corrido, tal como imaginé que lo hubiera hecho ella. No sé logré mi propósito. Todo libro es perfectible, pero al menos creo haber superado el "mamotreto". Uno siempre está insatisfecho con su propia obra y esto también lo dice Luxemburg en una de sus cartas reales incluida en el texto. No es la perfección lo que nos hace mejores escritores sino la pasión con la que hacemos lo que hacemos. Y ese es el denominador común entre mis biografiadas. Y esto es lo que me identifica plenamente con ellas.
¿Siempre has sido una especie de arqueóloga indagando en la vidas y las obras de autores que te resultaron interesantes?
Sí. Tengo muchísimos trabajos que yo llamaría ensayos sobre diversos escritores. No los detallo porque me estoy excediendo en el espacio acordado en esta entrevista.
¿Cómo relacionarías a Glauce Baldovín, tu maestra y amiga, con estas tres mujeres?
Te diría que sus libros: Libro de Lucía, el Libro de Isidro, el Libro de María, De los poetas y El rostro en la mano fueron determinante para mí. Luxemburg existe porque antes existió Glauce en mi vida. Ella se sentía identificada con Luxemburg y este libro no deja de ser un homenaje a ella, aunque no se lo haya dedicado expresamente.
¿Cómo viviste esta experiencia de escribir estas biografías poéticas por fuera de la norma de concisión y brevedad que caracteriza a la escritura poética?
Cada libro terminó imponiendo su extensión. Creo que si hubiera sabido con antelación en qué baile me metía no los hubiera escrito. No me rijo por los cánones. La división de géneros es una cuestión de los críticos y una practicidad para las editoriales. Yo me he permitido la mezcla de géneros. Y esto lo debo a los rusos. Gogol cuando se refería a su obra "Las almas muertas" decía "mi poema". Yo corto la prosa para recuperar la oralidad, la lectura lenta en estos tiempos veloces, y no porque deje de respetar algunas características de la escritura poética que son válidas para mí, como lo es la musicalidad, por ejemplo. En todo caso, acepto tu calificación de "poesía épica". Es la épica de las mujeres en una sociedad marcada –como vos bien decís– por el patriarcado.
¿Qué pensás que está ocurriendo con los poetas y la poesía ahora?
Es difícil darte una respuesta general sobre este tema. Es tanto el tiempo que me demandó la escritura de estos últimos libros que no tengo una perspectiva clara al respecto. Sí puedo decirte sobre libros valiosísimos que he leído en los últimos tiempos y tengo la impresión de que cada vez se publican más libros de poemas o relatos poéticos. A la poesía la siento más viva que nunca. Se ha convertido en un reducto que nos permite soportar los tumultuosos y sórdidos tiempos que nos toca vivir. La presentación de un libro, aunque lamente no poder estar en todas, son una fiesta para mí. La fiesta del encuentro y la resistencia. Si bien sabemos que el público en estos eventos es reducido, los lectores de poesía han crecido enormemente a partir de los diferentes sitios en internet. Digamos que así como las redes son utilizadas con fines o intereses espurios también son utilizadas para acrecentar el conocimiento y para conectarnos con todo aquello que nos ayuda a mantener el equilibrio emocional: La pintura, la poesía, el cine, la música son mis sitios predilectos y creo que también lo son para los que creemos que la riqueza no es el fin último de la humanidad.
Descargá la nota:
Nació en Villa General Belgrano. Escritor de profesión, es autor de los libros de poemas Último recurso (1978), Zona marginal (1984), Las manos en el fuego (1987), Vincent (1994), La sombra de la pipa (2004), Carnaval (2010), El mar en el poema (2016), Oír (2022) y Unidad Coronaria (2023). Coordina talleres de "Escritura creativa" y es guionista de televisión y autor de obras teatrales. Además dirige la revista de poesía Palabras de poeta.
Seguí leyendo más notas de esta sección:
Comentarios:
- Alfredo Lemon: La lúcida lectura de Hernán Jaeggi sobre la inmensa autora que es Livia Hidalgo. Celebración y bendiciones!
Dejá tu comentario: