Culturas y Géneros
Nuestras Maestras
Soledad González

Valle-Inclán nació en La Puebla del Caramiñal, en Galicia, en la segunda mitad del siglo XIX. Usaba una barba blanca larga y gafas redondas, era escritor, dramaturgo de didascalias imposibles. Legendario, manco por una infección que le sobrevino por batirse a duelo, fumaba opio para el dolor y la inspiración. Escribía en una buhardilla a la que subía a las seis de la tarde y bajaba pasada la media noche. Mi abuela, criada en sus dos casas, apenas adolescente, fue niñera de sus hijos. Valle-Inclán, con su barba y su inspiración, hablaba del "verbo espermático", esa potencia para crear. Una alegoría inestable, rara, incompleta, quizás.
En 2010 trabajé con Azucena Carmona y Sofía Waisbord, una escena performática que ponía en diálogo la vida de estas actrices legendarias de Córdoba con la obra de la artista visual Louise Bourgeois, nacida en París en 1911 y fallecida en Nueva York en 2010, unos días antes de nuestra presentación. Por esa época, me enteré sobre una muestra realizada en el Centro Georges Pompidou, en París, donde colgaban del techo, en letras gigantes, los nombres de los grandes maestros del siglo XX, agregando una "e", lo que equivale en español a cambiar la "o" por la "a": Paola Picasso, Paula Klee, Salvadora Dalí... Pocos meses después, en noviembre de ese mismo año, leí en la revista El Monitor de la educación N° 25, un artículo escrito por Mónica Bardi, donde se/nos preguntaba ¿Qué hay que saber de Arte hoy? Allí aparecía, por fin, el nombre de Louise Bourgeois, maestra del siglo XX. Seguí pensando la obra de Louise, nacida en la navidad de 1911, un regalo para su época, con sus esculturas sobre la sexualidad, la familia, la soledad… Sus arañas gigantes llamadas "mamá". Seguí atravesada por el encuentro de estas mujeres, nacidas en las primeras décadas del siglo XX, y que tuvieron que diseñar y combinar sus carreras y sus maternidades. Por esos mismos días, una artista e investigadora amiga, me comentó su experiencia en el Museo Caraffa, al asistir a la exposición que proponía "100 años de pintura en Córdoba" y se encontró con una gran omisión de mujeres. ¿No existían? Quizás la obra conceptual del Pompidou debería tener copie left para adaptarla a todos los museos del mundo. No olvidemos que quienes tienen algo que mostrar a través de los lenguajes del arte aspiran a llegar y compartir su mirada con la mayor cantidad de público. La omisión es fuente de pena y sufrimiento, una forma de censura arropada en el poder conservador de la época. Si se naturaliza es aleccionadora y fatigosa, órale, siempre puede ser explicada como una distracción, claro, algo que se escapó y de lo que no se tuvo intención. En el ámbito público, que sostiene la ciudadanía toda, con iguales deberes y derechos, es un problema.

En este 2025, el museo Emilio Caraffa propone dos muestras imperdibles, en la Sala 1: Rosa Farsac y el teatro de las flores, de la artista cordobesa nacida en 1909, con curaduría de Mariana Robles. Y en las salas 2 a 8 la Colección IKA. Córdoba 1958-1966. Arte, Cultura e Industria, inaugurada este 10 de julio 2025 y que recupera lo cercano, las Bienales en Córdoba, donde arte, cultura, tecnología se potenciaron: "La nueva exposición que ocupa ocho salas del museo, revive el espíritu de la modernidad artística en los años '60, cuando Córdoba -esquivando el centralismo porteño- se convirtió en epicentro de una experiencia inédita de articulación entre arte, industria y modernización, con la irrupción de los Salones IKA y las Bienales Americanas de Arte patrocinadas por una empresa automotriz. El Museo Emilio Caraffa estuvo presente desde el inicio como sede de las primeras exposiciones y hoy, tiene en guarda esta Colección." Una muestra que cuenta con el diseño curatorial de Cecilia Irazusta e investigación de María Cristina Rocca y que incluyó desde la academia a la ayudante estudiante Nina Schilling.
En lo cercano, mi padre desde la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) colaboró en cada edición de estas bienales y hoy la Facultad de Artes de la UNC donde cursa mi ahijada está presente en este gesto de cuidado y memoria. Esta gestualidad vital se abre camino cada día. Como nuestro Colegio Nacional de Monserrat, colegio secundario, pre-universitario, humanista, sito en la manzana jesuítica, fundado en 1687, que aceptó volverse mixto, tras una larga mediación, muy a fines del siglo XX. Diez años después, en 2008 se hizo pública la discusión sobre si debían o no permanecer los crucifijos en las paredes de sus aulas. Recién este año, 2025, el museo Evita acogerá para exhibir públicamente la colección de obras de arte del Colegio Nacional Nuestra Señora de Monserrat, que hasta la fecha no pudo ser exhibida y apreciada por fuera de sus paredes. Celebremos.
Si Valle-Inclán me visita en sueños, le respondería a su "verbo espermático" con un lindo "óvulo sustantivo" que dé sustancia y ablande y abra la mirada. Mientras escribo esto, estoy escuchando a la niñera que fue mi abuela, que no pudo aprender a escribir, pero sabía de memoria la poesía de Rosalía de Castro, preciosa y animista, que me recitó y me cantó en gallego y que llegó con el pensamiento y la acción lo más lejos que pudo de aquella condición de clase, orgullosa de su género.

Son muchas las mujeres de Córdoba y del mundo que entran en la leyenda del siglo que pasó sin ser nombradas, escenógrafas, artistas, artesanas admirables de las que he tenido noticias y perdido su huella, incontables, que abren la brecha y agrandan la diferencia. La sala de teatro Azucena Carmona, el Seminario de Teatro Jolie Libois, el Centro de investigación María Saleme de Burnichon, el reconocimiento de la UNC a Griselda Gambaro, nuestra hermosa escritora afrodescendiente, son algunas perlas, pero no alcanzan si creemos que pluralidad y diversidad son sinónimos de respeto y derechos humanos. Preguntarnos por las omisiones históricas, institucionales, públicas, de culturas diversas y géneros diversxs implica la voluntad de revisar, interrumpir el flujo de la conversación tal como viene, plantear algunas preguntas sobre un modelo de sociedad que pueda proponer intercambios y formas asociativas diferentes, valorando lo cercano y diverso antes que ese "saber universal" tan europeo y masculino que se sostuvo en el siglo XX. Y en los pliegues íntimos de la memoria desnudar estos implícitos es una tarea feliz para las diversidades del siglo XXI.
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