Pasa el tren con la fonola a bordo

Víctor Ramés

Páginas de "Caras y Caretas" recordaban, en octubre de 1913, la necesidad imperiosa de adquirir una fonola -piano mecánico de amplio repertorio- y anunciaban viajes musicales en el Ferrocarril Central Córdoba.

Fonola en el FCCC - 1913
Fonola en el FCCC - 1913

Aun con manos vendadas

En la actualidad, en un tren de lujo como el Venice Simplon-Orient-Express, con sus relucientes vagones azules y dorados y una cena de chef, es concebible disfrutar de un piano de cola tocado por un virtuoso durante el viaje en el vagón bar. Aquí en el país ya casi ni corren los trenes, pero la imaginación publicitaria de 1913, desde la revista "Caras y Caretas", montó como atractivo una fonola a bordo del recorrido del Ferrocarril Central Córdoba hasta Tucumán. Tal vez aquel viaje realmente se hizo y debió pasar por Córdoba, según contaba el presunto cronista, para promoción de ese artefacto musical en auge comercial, furor en los hogares que podían pagarse el lujo. La fonola era un piano, básicamente, al cual se le adosaba frontalmente un artefacto que contenía rollos perforados con pedales para ponerlos a girar y regular su velocidad. También traía llaves para controlar la emisión de la música. Esto permitía alternar su uso como instrumento regular, a cargo de pianistas profesionales o aficionados, así como para reproducir por sí solas piezas "tocadas" por la cinta.

Según se lee en la nota de "Caras y Caretas", la fonola permitía "tocar como un maestro", lo cual sin duda no era más que una mentirijilla piadosa, y lo más que podía hacer un novato o una novata frente al teclado, era pisar el pedal y fingir que tocaba.

Leemos sobre esa cita de la velocidad con la música, en Caras y Caretas del 18 de octubre de 1913.

"Amenizando los viajes
Una iniciativa ferroviaria
La monotonía de los viajes en tren es tan aterradora, que ha intimidado siempre, al punto que muchas personas, y especialmente las familias, se resuelvan a emprender un viaje a Córdoba, Tucumán o Salta, sólo después de muchas cavilaciones, o apremiadas por la necesidad. A nosotros nos fue preciso hacer uno a Tucumán y ya resignados a sufrir la tiranía del tedio, durante dos noches y un día, nos embarcamos el jueves pasado en Retiro por la línea del Ferrocarril Central Córdoba. Imagínense los lectores nuestro estado de ánimo y comprenderán entonces la grata impresión que nos produjo ver en el salón comedor, un espléndido piano Fonola Breyer, provisto de selecto y numeroso surtido de rollos. El entusiasmo contagió a todos los viajeros, ante tan feliz novedad, y no tardó mucho en hacerse el más activo uso del instrumento por señoritas y caballeros. Era curioso ver el asombro de algunos viajeros que, sin haber tocado nunca un piano, ni tener la menor noción de música, se sentaban frente al sencillo instrumento y a los pocos minutos lograban tocar como maestros. Rapsodias de Liszt, two-step, tangos, y todo lo que les dejaban, pues hubo de establecerse turno, ya que todos querían lucir sus habilidades unos y probar sus aptitudes otros. Todo esto dio lugar a agradabilísimas reuniones, creando un ambiente de sana alegría, que nos hicieron perder la noción del tiempo y olvidar que estábamos en un vagón de ferrocarril corriendo a gran velocidad."

La fonola, cuyo nombre genérico sería opacado por el de pianola, mantuvo su popularidad desde fines del siglo diecinueve hasta aproximadamente 1914 en que el gramófono logró imponerse definitivamente sobre esta competidora, al incorporar un nuevo salto tecnológicos en la reproducción musical. Los nombres gramófono, grafófono, fonógrafo y otros, indicaron diferencias técnicas y de diseño, aunque eran también marcas comerciales, estandartes de las diversas compañías que batallaban en el mercado de la reproducción sonora, desde fines del siglo XIX.

En una referencia local, el diario La Libertad señaló en noviembre de 1897 el arribo a Córdoba, del "Graphophone Edison". Anunciaba: "Algunos de nuestros lectores conocerán ya este nuevo descubrimiento de Edison, que no es más que el fonógrafo perfeccionado, pero en este perfeccionamiento está plasmado el genio creador y la inventiva potente de Edison." La historia del Grafófono revela los caminos sinuosos de la guerra industrial: creado para competir con el fonógrafo de Edison fue desarrollado por la Volta Graphophone Company, que lo vendió a la American Graphophone Company, luego pasó a manos de la North American Phonograph Company, para finalmente -y por ironía- ser absorbido por la Columbia Phonograph Company, compañía esta última fundada por Edison en 1889. Este era el aparato anunciado en Córdoba. "Los señores Pecchini y Cía., representantes de Edison han introducido el Graphophone a esta ciudad y permanecerán aquí durante quince días más o menos (...) en el Hotel Victoria".

Si es Fonola es Breyer

La difusión de la Fonola en Buenos Aires estuvo permanentemente referida a la casa Breyer que la comercializaba y había adjuntado su nombre al producto. Publicidades en Caras y Caretas sobre la fonola Breyer se encuentran en 1906: "El pianista automático sin rival. Con él, cualquiera persona puede ejecutar toda clase de composiciones a perfección y sin conocimientos de música. Se aplica a cualquier piano que sea." Y se ofrecían "Audiciones diarias de 3 a 5 p. m. Pídanse precios y detalles. Breyer Hnos. Florida 49." En 1910 un aviso expresaba: "¿Tiene usted un piano y no sabe tocarlo? La fonola Breyer resuelve el problema... en 10 minutos usted es un consumado pianista...". Y en 1911: "Únicamente con la fonola Breyer pueden apreciarse las deliciosas armonías de los grandes maestros... Un instrumento musical insuperable".

Ubicados de vuelta en octubre de 1913, retomando el caso de la Fonola Breyer montada al ferrocarril Central Córdoba. Esto agregaba el cronista de aquel viaje al Noroeste acunado por los acordes de un piano:

"En resumen, que el viaje fue entretenido y lo recordaremos siempre con placer y que por ello nos sentimos obligados a tributar nuestro más sincero aplauso a la empresa del Ferrocarril Central Córdoba, por su feliz iniciativa, reveladora de un anhelo por servir los intereses públicos, que merece estímulo. Nos informaron en el tren, que ya hay dos coches comedores provistos de pianos Fonola Breyer, y que, si la idea merece como hasta ahora, buena acogida en el público, extenderán la mejora a todos los trenes que recorran sus líneas, de manera que en cualquier estación que se embarquen los viajeros, tendrán ocasión de distraerse con buena música."

Hasta la victrola, siempre

La continuidad de la idea sobre los largos tiempos del tren, tanto para quienes viajan como para quienes deben esperar en las estaciones, sumada al aliciente de la música en esos tiempos prolongados, se puede proyectar a la actualidad. Esto lo sugiere el gran éxito y adopción de la idea de instalar pianos en las estaciones de trenes. En la Argentina la empresa Yamaha inauguró pianos en Retiro y en Constitución, aunque la ola es mundial: se encuentran también pianos en algunas estaciones de Los Ángeles, y en Francia la compañía de ferrocarriles SCNF viene implementando desde hace cuatro años la instalación de pianos de libre acceso en más de setenta estaciones del sistema. Asimismo, es conocida por ello la estación de tren St. Pancras de Londres, ciudad donde hasta las estaciones de metro pueden sorprender con un piano público. Pero nada de eso equivale a la Fonola Breyer, que prometía salir desde Retiro hacia Córdoba con el piano a bordo.

La carrera de la tecnología, la industria y el comercio referida a esa preciada mercancía llamada música, no le pidió permiso a nadie para seguir su ruta y el mismo siglo veinte temprano vio ascender aparatos y marcas a las publicidades y al mercado. "Gran Novedad. Grafonola Columbia modelo Regent." O: "Los dos últimos inventos de Edison que más maravilla están causando son Primero, su fonógrafo... "; o bien "Todos los hogares deberían tener una Victor-Victrola porque este instrumento satisface el amor a la música que es innato en cada uno de nosotros", y un último ejemplo: "Hasta los Hindúes para sus grandes ceremonias usan el gramófono a Discos Pathé sin púa".

La Victrola hizo época, al ser la primera en incorporar ese nuevo objeto cultural llamado disco. Su nombre remitía a la marca Victor, que desde 1901 se llamó Talking Machine Company (es decir compañía Máquina Parlante Victor). Ese modelo y su marca dejaron huellas locales en la historia popular argentina, ya que en varios locales de Buenos Aires se instaló una plataforma con una victrola y, junto a ella, una muchacha físicamente agraciada a cargo de cambiar los discos: la victrolera o vitrolera, sustantivo que durante muchos años mantuvo una previsible referencia machista a las mujeres "de conducta más o menos irregular".

Desde 1910, los fonógrafos que empleaban en su comienzo cilindros, de los que se conseguía una variedad en el mercado, fueron reemplazados paulatinamente por los gramófonos, modelo de fonógrafo que reproducía el sonido grabado en discos.

Para 1930, el nombre fonola, si nos remitimos a las publicidades de "Caras y Caretas", pasó a denominar un tocadiscos, uno más de los que defendían su espacio en el mercado mundial.

La fonola a flote entre hielos

Como si nos alcanzara una nostalgia de lo que no vivimos, regresamos una vez más a 1913, y a una publicidad de la Fonola Breyer. Refiere el presunto testimonio de un Capitán Kling, que viajó al Polo Sur en el vapor "Deutschland" con una fonola a bordo, probando la resistencia del artefacto. La publicidad reproducía una carta que había enviado el marino a Breyer Hnos.:

"Estimado señor Breyer: Por fin después de haber pasado un año en las regiones polares del Sur, se me presenta la ocasión de expresar a Vd. mi más sincero agradecimiento por la Fonola que tan gentilmente ha puesto Vd. a nuestra disposición. El placer que con este notable instrumento Vd. nos ha proporcionado durante las largas noches polares, únicamente lo puede expresar aquél que haya pasado por análogas situaciones. Como ninguno de nosotros sabía tocar piano, la Fonola nos ayudó a acortar las largas noches por que hemos pasado.
En cuanto a la construcción de su Fonola, debe ser extraordinariamente buena, puesto que jamás durante el viaje, hemos notado la más leve descompostura, no afectando el frío y la humedad en lo más mínimo a su mecanismo.
Habiendo pasado una vez por un temporal, durante el cual la Fonola se desprendió del piano y fue tirada varias horas de un lado a otro, todos creíamos que ya la música se había terminado; pero cual no sería nuestro asombro al ver que después de ser puesta nuevamente delante del piano, seguía tocando con su misma perfección de antes.
Esperamos que en nuestro próximo viaje tendremos nuevamente el placer de tener uno de sus espléndidos aparatos a bordo, con cuyo motivo saludo a Vd. con mi consideración más distinguida,
S. S. S
Capitán KLING"


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