Pequeños ojos: la mirada cotidiana según Gabriela San Martín
Paula Arancibia Bravo

Entre la contemplación y la ternura, Pequeños ojos, de Gabriela San Martín, propone un retrato íntimo del fotógrafo Guillermo Franco, observador incansable de la vida urbana. El corto, que inauguró la última edición de Cortópolis, es también una reflexión sobre el acto de mirar y la belleza de lo cotidiano.
Sinopsis
Pequeños ojos (Gabriela San Martín, Argentina, 2025, DCP, 14', ATP)
Guillermo Franco fotografía, todos los días de su vida, una misma ciudad. Lo hace con cámara analógica, guarda los rollos durante años y los revela de manera azarosa. Archiva los negativos y, tiempo después, se reencuentra con esas imágenes.
Bajo una filosofía que prioriza la experiencia emotiva del mirar, Franco construye, a lo largo del tiempo, una cartografía íntima de su propia mirada y, al mismo tiempo, una memoria visual de su ciudad.
Pequeños ojos rescata su proceso artístico y revela la esencia de quien, quizás, sea el mayor exponente de la fotografía de la vida cotidiana en Córdoba.
El cortometraje Pequeños ojos, dirigido por la fotógrafa y realizadora cordobesa Gabriela San Martín, fue el encargado de abrir la edición 2025 de Cortópolis, el festival de cortometrajes más importante de la región. En poco más de diez minutos, la película traza un retrato sensible del fotógrafo Guillermo Franco, figura clave dentro del universo de la fotografía cordobesa contemporánea, conocido por su mirada atenta, paciente y profundamente humana sobre la vida cotidiana.
En Pequeños ojos, San Martín observa a Franco con la misma delicadeza con la que él observa el mundo. No se trata de un homenaje solemne, sino de un diálogo entre dos miradas que comparten una forma de estar en el mundo: la de quien camina con la cámara a la altura del corazón, dispuesto a dejarse sorprender por lo mínimo.
Conversamos con Gabriela sobre su vínculo con Franco, las motivaciones detrás del corto y las ideas que atraviesan su obra.
Como fotógrafa, ¿Qué es lo que te cautivó o admirás de las fotos de Guillermo Franco?
En Pequeños ojos rescato una de las líneas de trabajo de Guille, la que tiene que ver con la observación de la vida cotidiana en la ciudad de Córdoba. Él tiene muchos caminos dentro de su obra: Las Nubografías, Las series sobre estudios fotográficos, las imágenes de Mar del Plata… pero a mí me interesó enfocarme en ese registro urbano, en esa sensibilidad para descubrir lo extraordinario en lo común.
Lo que me gusta de sus fotos es que logran sorprender, provocar coincidencias, jugar con los encuadres. Hay algo de humor, de ternura, de picardía, y eso me resulta encantador. Me gusta ver imágenes que me hagan sonreír o que me conmueven por su simpleza. Creo que sus fotos nos proponen un juego de miradas: él se maravilla con algo y, a través de la imagen, nos invita a maravillarnos también.
Además, admiro su disciplina. Guille sale todos los días a sacar fotos. Eso implica una práctica muy comprometida, una forma de habitar la ciudad con la cámara. Es algo que tiene que ver con la contemplación, con la paciencia, con estar presente. Me recuerda mucho a la noción del "instante decisivo" de Cartier-Bresson o a la observación de Helen Levitt. Cuando uno mira sus fotos, percibe ese trabajo constante, esa fidelidad al acto de mirar.
¿Cuál fue la motivación para realizar este corto documental sobre su figura?
Todo comenzó cuando el Fondo Nacional de las Artes lanzó una convocatoria llamada Arte Registrado, que invitaba a retratar a un artista contemporáneo. Cuando leí las bases, lo primero que pensé fue en Guille. No sólo porque lo admiro mucho como fotógrafo, sino porque también es un amigo y compañero de trabajo. Para mí era un doble desafío: hacer un retrato artístico y, al mismo tiempo, acercarme a alguien que conozco desde otro lugar más cotidiano.
Sentí que era un buen momento para hacerlo. Creo que Guille es hoy uno de los grandes observadores de la vida cotidiana en Córdoba. Aunque él no se define como fotógrafo callejero —prefiere verse como un observador—, su trabajo tiene esa frescura y esa atención hacia lo que pasa en la calle, en los márgenes, en los gestos mínimos.
También me motivó algo que siempre me llamó la atención: la forma en que sus imágenes circulan. Él imprime sus fotos en formato postal y las deja en distintos lugares de la ciudad, en bares, casas, espacios culturales. Esas postales viajan, se multiplican, aparecen en lugares impensados. A veces las encuentro pegadas en heladeras o enmarcadas en casas de amigos, y muchas personas no saben quién las hizo, pero las sienten propias. Incluso me pasó de verlas en películas filmadas acá, como parte del decorado. Eso me parecía mágico: cómo las imágenes de Guille se integran a la vida de los demás, cómo encuentran nuevos contextos y significados.
Esa circulación libre fue una de las ideas que quise capturar en el corto. Las imágenes no le pertenecen del todo a su autor; se escapan, viajan, se transforman. Me parecía hermoso poder registrar a ese artista que, sin proponérselo, construyó una memoria visual colectiva de Córdoba.
En el corto se muestra su disciplina y compromiso. Desde tu mirada, ¿Qué iremos encontrando en las futuras imágenes que develará Guillermo Franco?
Creo que ni él mismo lo sabe. Guille tiene un proceso de trabajo muy particular: sale todos los días a caminar y a fotografiar, pero no revela sus rollos hasta mucho tiempo después. Puede ser que hoy esté sacando fotos que recién vea dentro de tres o cinco años. Esa distancia entre el momento del registro y el momento del revelado me parece fascinante.
Incluso hay algo lúdico en su práctica: a veces sale a sacar fotos sin rollo en la cámara, simplemente porque el gesto de mirar y encuadrar ya forma parte de su rutina. No necesita necesariamente la imagen material; lo importante es el acto de mirar.
Esa manera de trabajar introduce una temporalidad distinta. En un mundo en el que todo se comunica de inmediato, él propone otra velocidad, otro ritmo. Hay una incertidumbre linda en eso: no saber qué imágenes aparecerán, ni cuándo, ni cómo. Y cuando finalmente las revela, se vuelve a sorprender con ellas. Nosotros, como espectadores, participamos de ese asombro. Sabemos que lo que venga, cuando llegue, va a tener esa capacidad de conmovernos y de recordarnos lo que a veces no miramos.
El cortometraje abrió la última edición de Cortópolis. ¿Cómo viviste esa experiencia y qué planes tienen para la circulación del corto?
Fue una experiencia hermosísima. Cortópolis cumplió 20 años, y que el corto haya abierto el festival fue un honor enorme. Además, se proyectó en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, que es un lugar muy querido, casi una segunda casa tanto para mí como para Guille. Fue muy emocionante compartir esa función con colegas, amigos, fotógrafos, realizadores y con el público del festival.
En cuanto a la distribución, todavía no tenemos un plan cerrado, pero queremos empezar a moverlo en Córdoba, sobre todo en espacios vinculados a la fotografía. En diciembre vamos a hacer una proyección con charla en el Museo Palacio Dionisi, el museo provincial de fotografía, que nos parece un lugar muy significativo para seguir la conversación que abre el corto.
También queremos que Pequeños ojos tenga una circulación más libre, siguiendo la lógica de las postales de Guille: dejarlo rodar, ver hasta dónde llega, qué caminos encuentra. Por supuesto, también vamos a presentarlo en festivales de cortometrajes y en muestras dedicadas a la fotografía, dentro y fuera de la provincia.
Lo importante es que más gente pueda conocer su obra y su manera de mirar. Me gustaría que quienes todavía no lo conocen descubran a Guille a través del corto, y que quienes ya lo admiran puedan reencontrarse con su universo desde otro lugar.
Si tuvieras que resumir en una imagen lo que significa para vos el trabajo de Guillermo Franco, ¿Cuál sería?
Creo que sería la imagen de alguien caminando por la ciudad con una cámara, sin apuro, atento a lo que aparece. Esa presencia, esa forma de mirar, de estar disponible a lo que sucede. Guille tiene una sensibilidad muy especial para descubrir la belleza en lo pequeño, en lo fugaz, en lo que muchas veces pasa desapercibido.
Para mí, Pequeños ojos es también una manera de agradecerle por eso: por recordarnos que mirar puede ser una forma de ternura, una práctica cotidiana que nos conecta con los demás.
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Bio Gabriela San Martín (corta)
Realizadora audiovisual y fotógrafa. Se formó en la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UNC) y en el Centro de Estudios Fotográficos de Córdoba (CEF). Participó en diversos talleres y posgrados vinculados al documental, la fotografía y el arte comunitario. Expuso de forma individual y colectiva en espacios como el Museo Palacio Dionisi, la Fotogalería de la Facultad de Ciencias Económicas y la Feria de Arte 2020 de la Municipalidad de Córdoba. Trabaja de manera autónoma en fotografía y video, integra la Mesa de Cine Comunitario de Córdoba, la Escuelita de artes visuales para niñes Ojotropo, y trabaja en el área de comunicación del Cineclub Municipal Hugo del Carril.
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