Por qué la letra hache se quedó muda

10.12.2023
Ilustración: Lucy Pereyra, artista plástica residente en San Esteban, Valle de Punilla, sierras de Córdoba
Ilustración: Lucy Pereyra, artista plástica residente en San Esteban, Valle de Punilla, sierras de Córdoba


Vivíamos en barrio Güemes, a metros de la cárcel de encausados que, según mamá, era un museo arqueológico. Y no se equivocó. Recién llegábamos de Santa Fe. Mamá y papá sin llegar aún a los 30 años. Y nosotras tan chiquitas que nos asomábamos en puntas de pie a la Cañada a ver cuándo llegaba el río Paraná trayendo camalotes y surubíes. Como nunca llegaron y jamás encontramos el puente colgante, básicamente, no sabíamos dónde estábamos.

Me hice muy amiga de mi vecino Josecito Ceballos no sólo porque me prestaba su autito a pedal. Él era un superhéroe dactilográfico. Aprendió solo a escribir en la Olivetti de su mamá. Y me enseñó. Teníamos cuatro años y meteoritos en las manos.

Jugábamos hasta que venían a buscarme o su mamá necesitaba la máquina.

Un día colgaron guirnaldas en la calle y hasta los presos cantaban desde las ventanas enrejadas del museo arqueológico. Se cortó la circulación en la calle Belgrano con una estanciera de la que aún hoy estoy enamorada. Fue la despedida de la cuadra a Josecito y su familia. Se iban a Barcelona. Su mamá era bióloga y había ganado una beca de porquería. Mi corazón fue una sartén ardiente donde explotó toda mi vida como un maíz pisingallo. Y mis dedos se quedaron sin meteoritos y sin palabras. Hasta dejé de hablar. No tenía con quién.

Un día una carta cruzó el océano como un torpedo.

Josecito era un tipo amoroso y tan buen amigo que me enviaba cartas desde España escritas en la misma máquina de su mamá. Lo sé porque tenía una hache mayúscula que parecía una sillita ya que le faltaba el palo derecho de arriba. "Está como muertita" me decía riendo. Así lo extrañé menos. Y pude reconstruirme en base a una letra rota. Hasta volví a hablar.

Algo fantástico sucedió aquel diciembre en el zaguán de casa donde siempre aparecían las cartas de José sin estampillas porque parece que mamá estaba en una etapa filatelista.

-Máaaaa....miraaaá… la mamá de Josecito arregló la hache.

-Ay pero qué lindo...

Pasó el tiempo. La cárcel se fue del barrio con su museo arqueológico de seres muertitos y coleando, el barrio se puso de moda y desaparecieron las despedidas callejeras y las estancieras y nos mudamos a otro barrio lleno de cordobazo latiendo en sus pensiones.

Siguió pasando el tiempo y mamá también se fue. Cuando desocupábamos su casa vimos una caja de madera. Estaban su pasaporte, sus papeles de la obra social, su partida de nacimiento, sus radiografías, un menú de la Confitería Oriental, fichas del casino. Y una carta.

"Querida Nélida:

Espero que estén todos bien. Por aquí, lamentablemente, todo lo contrario. Ha sucedido una tragedia... (bla bla bla bla)… fijate cómo se lo decís a tu hija….( bla bla bla)… "

A medida que avanzaba en la lectura, iba retrocediendo hasta la época de las estancieras, a ver si encontraba en la calle Belgrano a una nenita de cuatro años que le pusiera guirnaldas a mi pena. Hasta que me di cuenta de que en esa nota la Olivetti había vuelto a perder una pata.

Parece que Josecito se quiso hacer el superhéroe. Pero una cosa es serlo con una máquina de escribir y otra en un tobogán roto. En esa maldita plaza catalana, al mes de haberse ido de nuestro barrio. Sin embargo, yo recibí sus cartas durante un año. No me coincidían los tiempos con el teclado.

Hasta que debajo de esa carta se asomó una respuesta: las cartas que le escribí a Josecito. Todas. Nunca enviadas porque él ya no estaba ni en Argentina ni en Barcelona ni en este mundo de olivettis mentirosas.

Cartas que mamá contestaba, quizás en la Olivetti que había en la tienda de papá, para que mi niñez siguiera callejeando feliz en barrio Güemes, ignorando que la hache rota, sin mi amigo se había quedado muda para siempre.



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Comentarios:

- Patricia María García: Increíble cómo podes con alguna que otra palabra armar fotos, recuerdos de la casa de Güemes, la cárcel, los vecinitos, mamá que tenía en un rincón del corazón actos amorosos, de vez en cuando. Increíble!!!!

- Luis E. Altamira: Me di cuenta escuchándolo a Marzetti leer este cuento el jueves pasado en la noche de las lecturas, el pedazo de cuento que es!!

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