Santiago San Paulo
La realidad relanza la escena
Soledad González y Mariela Serra

Santiago San Paulo (Río Cuarto, Córdoba 1984), es actor, dramaturgo y director teatral.
Ha participado de giras, encuentros y festivales nacionales e internacionales con diversos grupos de Argentina, México y Colombia. Trabaja con memorias sociales desde la ficción teatral. Entre sus obras publicadas cuentan "Okichi, Aquí Pantera", reescritura de "La Judith de Shimoda" de Bertolt Brecht y Hella Wuolijoki, Fundamental/Ediciones (Buenos Aires), "Prosencéfalo. Artaud Confinado", Comisión de Proyectos Especiales (Universidad Autónoma de México), "La ilusión del rubio" y "Voy con mis amigxs a Saturno" Editorial del Instituto Nacional del Teatro. En 2023 recibió el Premio Municipal de Dramaturgia con la obra "Las flores del pantano". También ha publicado ensayos y crónicas de no ficción en diversos portales. Actuó en "Operativo Pindapoy", "Argentina Hurra!" y "Esdrújula" con dirección de Jorge Villegas, "Ser o no ser Hamlet" con dirección de Eugenia Hadandoniou, "El procedimiento" y "Los ahogados" con dirección de Carlos Piñero. Ha recibido distinciones y becas por sus prácticas, coordina, además, talleres de actuación y dramaturgia y trabaja como productor independiente, director de casting y coach actoral en cine. Actualmente se desempeña con doble residencia en Utaki Espacio cultural en el barrio de La Boca (Buenos Aires) y en Estudio Escénico La Potosí en barrio Pueyrredón (Córdoba capital). IG: @CHECHENIA.S
¿Qué dirías de tus prácticas hoy?
Creo en las posibilidades de la ficción para la construcción de la memoria colectiva y en la versatilidad a la hora de ejercer el oficio teatral en diferentes contextos. En lo movedizo, lo adaptable, la rotación de roles y la búsqueda de lo degenerado en el lenguaje del teatro. En el tratamiento de temáticas que nos atraviesan como sociedad, está la ironía, el humor, la infidelidad a los grandes relatos, el respeto a los testimonios reales que han venido acompañando mis obras, la lealtad a las causas sociales, a la gente común, la búsqueda de relaciones entre cuestiones, la performance política. El sentimiento de injusticia frente a los aparatos del Estado, el resentimiento por el desamparo al que nos acostumbra el sector privado, el empecinamiento por encontrar narrativas y lenguajes poéticos refinados para un público amplio. La ampliación de públicos. La itinerancia. Todas las cosas sobre las que puedo reflexionar sobre mi práctica escénica, incluso audiovisual, mirando lo que he estado haciendo en 15 años de andar y producir ficción. Creo que un punto fuerte de mi trabajo puede ser el contacto con lo que no está, lo fantasmagórico. El teatro (y la ficción en general) tienen una propiedad maravillosa que es la capacidad de hacer aparecer.
¿Nos nombras tus referentes?
En Córdoba fueron muy importantes para mi formación Elena Cerrada, Jorge Villegas, Eugenia Hadandoniou, Graciela Mengarelli, Mónica Carbone, Carlos Piñero. Están todxs vivxs. Las personas con quienes trabajo, con las cuales tengo un compromiso afectivo, son personas que escucho mucho. Mis amigxs que, dedicándose o no a disciplinas artísticas, están cerca cuando escribo, les leo algo viendo cómo reaccionan o qué comentan, les robo ideas, frases, cuando ven un ensayo. Estoy todo el tiempo compartiendo lo que hago. Necesito saber cómo se escucha, cómo se ve, qué siente otro u otra cuando ve o escucha lo que hago. Me gusta salir, caminar, preguntar, parar la oreja en la calle, ver cómo se comportan los diferentes actores en una escena cotidiana, frente a un accidente, en situaciones límites, en la resolución de conflictos con distintas idiosincrasias. Creo que para poder escribir hay que saber leer, para poder decir saber escuchar, para poder actuar saber observar. Me importa conocer qué es lo que le pasa a las personas y cómo se compartan con eso. Y en particular me interesan los testimonios: escucho mucho a Fabiana Puebla, sobreviviente de Cromañón, Viviana Alegre, mamá del joven desaparecido Facundo Rivera Alegre, Soledad Cuello, hermana de la joven desaparecida Yamila Cuello, Soledad Laciar, mamá del joven asesinado por la policía Blas Correas. Y luego, la cultura popular, escucho cuarteto, rock, tango, cumbia, rap, pop. También me doy cuenta ahora que siempre estoy leyendo una novela, un ensayo político y una obra de teatro en simultáneo. Voy al cine y a la cancha a ver fútbol, son lugares donde aprendo mucho.
¿Cómo construís tus obras y esas voces, en particular, que parten de testimonios reales en la dirección escénica?
Las voces aparecen en el cuerpo de la actuación. En general trabajo con un texto susceptible de ser transformado por las necesidades escénicas que vamos descubriendo en los ensayos. Con la memorización de ciertos fragmentos textuales empezamos a poner las voces en acción escénica.
Escribir teatro es una experiencia muy distinta a dirigir. Cuando ves un texto tuyo puesto en escena por un grupo al que no perteneces, es muy divertido. Cuando me toca dirigir un texto que escribí me parece importante tratarlo como si lo hubiese escrito otra persona y encontrar una interpretación escénica que no esté dada por el texto. Buscar algo distanciado que enganche con lo que se está diciendo. Y sí es de otra persona también. Poner en juego un mecanismo que sintetice un concepto para vincularlo con el texto es empezar a ensayar. Vamos en grupo formulando una tesis teatral sobre la temática y ponemos una fecha de estreno.
La obra se encuentra con el público y en pocas funciones ya podemos ver lo que hemos construido y charlarlo, hablar de lo que la obra está significando. Conocer lo que significa la obra en un lugar y un tiempo determinado permite acceder a una información profunda de lo que estamos haciendo. Creo que el teatro es un espacio movedizo, complejo para seguirlo y simple para hacerlo. Para los efectos en la escena me parece precioso atender a los códigos populares. El arte no se ve, la cultura sí. En la cultura hay convenciones. Sin convenciones no podemos volar, sin convenciones no tenemos de qué agarrarnos para entender lo que estamos viendo, eso provoca interés, goce, y luego ver cómo con el arte dejamos espacios para la liberación emocional, mental, física. El público y el no público son cuestiones de producción que para mí son claves para idear y experimentar la creatividad del grupo, en los ensayos, en el momento previo a los momentos determinantes de las primeras funciones, en el plan del equipo.


¿Qué filiaciones construiste con hacedores y espacios?
En 2016 recibí una beca del Instituto Nacional del Teatro para estudiar actuación y dirección en Buenos Aires, en el "Sportivo Teatral". Como devolución a esa beca convoqué a 20 actores y actrices de Córdoba y realizamos tres días de Foros, quedó un registro muy lindo de eso con videos de las tres jornadas realizados por la productora Pariente Negro. Se pueden ver en Youtube. Se llama "Foros de actuación fuera de la academia: ¿Qué es lo independiente?" Otra experiencia maravillosa es formar parte de la organización del Festival Circo en Escena, una agrupación abierta que hace 15 años propone actividades con compañías que vienen de otras provincias argentinas y del extranjero, en esa agrupación se foguean prácticas colectivas y de reflexión poético política muy comprometidas con el devenir social.
Además, desde hace más de 12 años formo parte del grupo Teatro de Ilusiones Animadas, un espacio de creación, reflexión y pedagogía vinculada al teatro de títeres, objetos y formas animadas. Con las obras y los talleres que llevamos adelante he viajado mucho, participando de encuentros, festivales, giras que han fortalecido vínculos en diferentes provincias argentinas. También he estado en México y Colombia en distintas oportunidades donde he generado relación con artistas de esos países con quienes seguimos teniendo fuertes lazos creativos. Este año vuelvo a México, más precisamente a Tampico, por un proyecto seleccionado en Iberescena donde vamos a trabajar con Ángel Hernández, dramaturgo mexicano, y Claudia Macarena Leiva, dramaturga y activista chilena. Otra cosa es que hace un año estoy con una especia de doble residencia en Espacio Utaki en el barrio de La Boca Buenos Aires y en Estudio Escénico La Potosí en barrio Pueyrredón de Córdoba capital, en ambos lugares convivo con artistas de diferentes disciplinas con quienes elaboramos proyectos de gestión en común. Creo que mi filiación política pasa por la producción escénica independiente y las formas que nos inventamos para trabajar en conjunto las poéticas de la itinerancia en el teatro contemporáneo. He participado en distintas ediciones del ciclo "Escena y Memoria" en el Archivo Provincial de la Memoria, como actor, técnico, organizador, director y dramaturgo. Con la obra "Los ahogados", de María Teresa Andruetto, hemos recorrido sitios de memoria en Argentina. Rescato en particular la función que hicimos en Marzo de 2023 en la Ex Esma con presencia de la autora y un público adolescente que llenaba un lugar que fue utilizado para crímenes de horror con los militares y luego fue convertido en centro cultural, el espacio EcunHi fundado por Hebe de Bonafini.
Ahora estamos en un momento complicado. En Diciembre de 2022 junto a Irina Hayipantelli y Agustina Blanc armamos un ciclo en Córdoba capital que llamamos "Teatro en zapatillas" y que radicamos en la "Imprenta del Pueblo Roberto Matthews", un lugar recuperado que supo ser la imprenta clandestina más grande de Latinoamérica perteneciente a la agrupación PRT en los años 70. He participado en proyectos de agitación y active poético político como la toma del Cine Teatro Moderno La Piojera en 2012. Y podría contar varias experiencias más. Resumo este capítulo diciendo que, desde mi punto de vista, cualquier proyecto político antifascista debería estar atravesado por la mirada artística y feminista. Me suena raro cuando se arman comisiones de arte o de género en espacios asamblearios, dicho mal y pronto me parece bastante retrógrado limitar la acción feminista a una comisión de género cuando ésta perspectiva creo que debería ser transversal a todas las acciones y reflexiones que se puedan plantear; lo mismo con el arte, cuando es puramente militante o se reduce a adornar las acciones que se consideran importantes en el plano político, me parece una pérdida de tiempo. El arte es una perspectiva que incomoda, que innova, que sorprende, que compone, que crea ficciones muchas veces más cercanas a lo verdadero que la impostura de lo que se considera real.
A la par de movimientos como Ni una menos, marea verde, lesbofeminismos y transfeminismos ¿Cómo se tensa desde ahí, lo público, lo íntimo, lo hegemónico masculino y lo político en tus prácticas escénicas?
Creo que lo degenerado, lo poroso, lo cuidado, lo esperanzado, lo colectivo, son influencias de estos movimientos en el teatro contemporáneo. También creo que hay mucha pose con eso, mucha bandera de lo políticamente correcto, mucho discurso hablado y luego en las prácticas concretas se siguen profundizando las políticas de la competencia, el individualismo, lo escéptico, la bajada de línea y la imposición de lo que debe considerarse buen teatro. En este sentido, las consignas cambian pero la práctica continúa siendo funcional al programa patriarcal y machistoide. En estos momentos creo que estamos viviendo en una sociedad, país, provincia, ciudad donde el fascismo toma protagonismo impulsado por los discursos de odio que propagan los medios de comunicación y la casta política que nos gobierna. Encima del agobio que provocan las políticas económicas del ajuste y la represión. Ciertamente es un momento complicado, pero el teatro se alimenta de las crisis. Hay una paradoja. Mientras me cago de hambre, salgo y escucho el odio, hago teatro, escribo, dirijo, actúo. Me muevo como puedo pero me muevo. Refuerzo las redes de contactos seguros. Siempre me pareció que la queja, individual o colectiva, puede funcionar como una especie de catarsis en lo íntimo y luego en lo público es necesario soñar y ensayar otros mundos posibles, probarnos en las prácticas, arriesgar.


¿Alguna experiencia actoral que quieras traer?
Rescato en particular la experiencia actoral en la obra "El Procedimiento". Hace 13 años estrené éste trabajo en la biblioteca popular Vélez Sarsfield de barrio General Paz en Córdoba capital. Llevo más de 300 funciones, he participado en festivales nacionales e internacionales. Una obra que me ha dado mucho, en lo afectivo, en lo interpretativo, . Se trata de una versión de la novela "El Proceso" de Franz Kafka donde actúo con un elenco de muñecos, es un unipersonal de 6 personajes en escena. Algo muy divertido que afortunadamente hemos podido resignificar en diferentes lugares y momentos, en Argentina y otros países de Latinoamérica como Chile, Uruguay, Costa Rica, México. Compartir la escena con muñecos me ha servido para entender que el foco del protagonismo en el cuerpo de la actuación puede ser muy cambiante y siempre es diverso, tiene diferentes posibilidades. Este año tenemos programado funciones de esta obra en el Festival de Teatro de Bahía Blanca y el año pasado ganamos con éste trabajo el premio mayor en la ceremonia de los Premios Javier Villafañe en el Centro Cultural de la Cooperación en Buenos Aires. Fuimos cambiando la obra, hace 5 años viajo con Federico Sosa que toma imágenes en vivo de la escena y las proyecta lo cual amplía las posibilidades de mirada en relación al público que siempre se ríe con lo trágico de la historia. Es una obra del Teatro de Ilusiones Animadas con dirección de Carlos Piñero.
También he ganado premios como actor en obras que me han dado cierto reconocimiento y con las cuales he aprendido muchísimo, "Operativo Pindapoy", "Argentina Hurra! Pensé que se trataba de cieguitos", "Esdrújula, palabras para Bonino" todas producciones del grupo Zeppelin Teatro, compañía que integré 8 años, con dirección y texto de Jorge Villegas; "Ser o no ser Hamlet" con dirección de Eugenia Hadandoniou, "Los ahogados" de María Teresa Andruetto dirigida por Carlos Piñero, "La Guadaña" con dirección de Graciela Mengarelli.
¿Algún momento de desbordamiento, de silencio o de transformación?
Estábamos en pandemia (naturalizando lo terrible) y con Natalia Buyatti nos juntábamos a escribir Mugre Superstar, una obra sobre Omar Chabán y Cromañón. Nos llevó un par de años. Haciendo entrevistas, viendo videos de Cemento, conociendo al Movimiento Cromañón. Una obra muy situada en la historia de Capital Federal. Se tenía que montar en Buenos Aires. En 2023 ya venía con la idea de salirme un poco de Córdoba. Una necesidad. Estando en Medellín, en ocasión de la feria del libro, hacemos una videollamada con un elenco de cinco personas de las cuales personalmente sólo conocía a una, a Olave Mendoza, actriz chaqueña que reside en Buenos Aires, una gran amiga y tremenda actriz. A Dolores Burgos, Martina Ansardi, Juan Luppi y Martina Krasinsky sólo les conocía de venir intercambiando mails, audios, llamadas. En ese desborde de actividades a veces puede aparecer la transformación. Me instalé en septiembre de 2023 en el barrio de La Boca. Fui a vivir con una señora música cuyos hijos e hijas, tiene cuatro Ana Manukian, ya se habían ido de su casa. Una casa hermosa, primer piso sobre la avenida Almirante Brown. A cinco cuadras del Parque Lezama. A dos del club Boca Juniors. A siete u ocho cuadras del río. La brisa que viene del río refresca siempre las noches de verano en La Boca. A las dieciocho horas de cada día el turismo se dispersa. Queda el barrio para el barrio. Es conveniente decir que después de las dieciocho horas se pone peligroso, así la gente que no es del barrio no osa pensar en quedarse a pernoctar, demandando hoteles, bares, ruido, luces, mugre de la fea. La Boca tiene mucha mugre de la linda, mucha historia, mucha frontalidad, mucha familia, muchos artistas, mucho pueblo, gráfica, canto, club, pileta, ajedrez, yoga, atletismo, centro de salud para chequeos generales, los días de partido, cancha, parque, feria, excentricidades de los turistas que vienen a pasar el día, candombe, murga del barrio, plazas, río, pasadizos a Puerto Madero, colectivos hasta el centro. Mucho color. Los colectiveros a la vuelta si decís a La Boca con la sube en la mano te dicen pase y no pagás. La gente quiere al barrio porque es de la gente. Los monoblocks, las casas de madera, de chapa, los árboles, la calle Olavarría, la mercería, la dietética, la carnicería, el súper, los negocios de ropa, las cooperativas, las mutuales, los kioscos. Malevaje, Utaki, Nápoles, Casa Taso. Los espacios culturales. La milonga, el festival de tango. El día de la cumbia. La calle. El baile. El estímulo. Mugre Superstar se estrenó el 2 de febrero de 2024 en Espacio Callejón. Esos 6 meses en Buenos Aires fueron una pausa maravillosa. Mucha gente viene a Córdoba buscando tranquilidad. Yo la encontré en Buenos Aires, sin pensarlo demasiado, hice lo que necesitaba y fue en Buenos Aires donde en principio uno cree que todo va más rápido. Y luego opera la transformación me parece, buscando el silencio para relajar un toque el desborde es que aparece la posibilidad de una pausa. Uno la toma y como una pastilla o una aplicación empieza a operar la transformación. La pausa es transformadora. Nadie sale igual que como entró a una pausa.
¿Qué intervenciones te importan? ¿El trabajo para y desde la escena a quién lo dirigís?
Creo que cada proyecto está destinado a un público específico, me resulta productivo pensarlo durante los ensayos. ¿Qué grupo de personas es el punto de referencia de tal o cual obra? Me parece algo importante sobre todo para las decisiones que tomamos en conjunto entre quienes ponen el cuerpo en la actuación y quienes lo ponen como representantes de ciertos puntos de vista. Entonces si me toca dirigir ¿desde qué punto de vista lo hago? ¿Para quiénes? Cuando empecé a hacer teatro me llamaba la atención que significaba mucho trabajo llevar gente al teatro, en un territorio tan cargado de historia social se promovía con delicada vehemencia, desde espacios legitimados y personajes con cierto renombre, la enseñanza de un teatro raro y una valoración especial de un tipo de teatro que sólo se preocupara por las formas teatrales al punto de considerar buen teatro aquel que más desgranó la temática. Como si la temática y la forma se pudiesen separar, en un estudio del fenómeno teatral puede ser pero, en la convivencia a la que invita un hecho teatral a mi siempre me resultó imposible hacer esa separación. Y saber de qué se trata una obra me hace disfrutar más la forma en que se presentan las convenciones y el arte teatral. Pienso que es necesario para el desarrollo del pensamiento crítico social sublimar nuestras historias comunes a través de la ficción, a través del teatro. Que el teatro deje de mirar tanto sólo al teatro y pueda posar su mirada también fuera de su cuerpo histórico es algo que me interesa particularmente. Poder acercarse con teatro a diferentes espacios, grupos, localidades también es algo que me interesa mucho. Es que el teatro se ha alejado mucho de la vida, es lógico que la vida se haya alejado del teatro. Durante muchos años se ha promovido no pensar en el público, en una especie de paradigma del artista en donde la comida y el dinero para pagar las cuentas se deben conseguir por fuera de la actividad artística. La trampa de lo posmoderno en el arte escénico ha sido muy efectiva. Ya no se metan con la historia social parecían decirnos los libros y las tendencias que llegaban del primer mundo, los grandes relatos no existen y nada (por ende todo) es real. Creo que estamos volviendo a un teatro de mucha ficción, de compromiso actoral, de personajes, de situaciones, de cosas que nos pasan como sociedad, como pueblo. El encuentro cara a cara para transpirar ficción, la transformación del tiempo y el espacio a partir de una acción escénica, asistir desde ese lugar a nuestra historia común, es una experiencia intransferible y me parece que como toda experiencia intransferible hoy en día es una alternativa a lo normal. Y lo alternativo a lo normal es fascinante. El teatro es fascinante. A mi me importa que esa experiencia fugaz que es la escena tenga convenciones culturales, tanto en relación al texto como a la actuación, las dos patas fundamentales, creo yo, de la escena contemporánea.
Con convenciones culturales quiero decir puntos de referencias para el entendimiento de quienes espectan. Y ver cómo podemos introducir elementos artísticos entre, por y sobre esas convenciones que son imprescindibles para que el punto de vista de la expectación pueda identificar qué se le está diciendo y quién o quiénes, qué personajes, o al menos darle la posibilidad de ir preguntando con curiosidad durante una lectura o una expectación. Cuando una persona va al teatro y no entiende nada, es difícil que se emocione, que vibre, que reflexione, que sienta algo. Sin dudas que el elemento artístico es lo que mantiene vivo al lenguaje teatral, es lo que lo renueva. Lo que mueve esos puntos de referencia, pone en duda las convicciones, amplía el imaginario, divierte, entretiene, vincula elementos que en lo que llamamos realidad se encuentran en principio desvinculados. La ficción y la experiencia teatral son territorios de trabajo para mí muy determinantes en la construcción del imaginario y la acción social. Creo que el oficio teatral es una hermosa actividad. Me parece importante pensar en el público, sobre todo si no tenemos otros trabajos que nos den el sustento para la vida en sociedad. Entendernos quienes hacemos teatro, no tanto como artistas, sino como trabajadores que quizás nos ayude a sostener ese oficio en diálogo con las realidades sociales, que están en continuo movimiento y sugieren múltiples caminos de interpretación artística.

¿Cuáles son las preguntas urgentes que te/nos atraviesan hoy?
Una pregunta urgente referida al quehacer teatral para mi sería algo así como ¿En qué sitios vamos a realizar nuestra actividad escénica? ¿Cómo salir con propuestas que estén al alcance de la gente?
En relación al lenguaje específicamente artístico ¿Qué rol cumple la ficción en la reconstrucción de la memoria?
Una pregunta urgente como trabajador monotributista sería ¿Cómo administrar el poco dinero que circula? ¿A quién delegar las funciones de producción y gestión de las obras? ¿Cuál es el espacio creativo en esos roles de producción y gestión?
Ya como ciudadano, me surge una pregunta que un poco me inocula una especie de ansiedad enfermiza ¿Cuándo se va a terminar este ataque al pueblo que es querer dejarlo sin trabajadorxs independientes?
Hay un continuo menosprecio y mala actuación de la casta política que baja la vara de la cultura artística con un gesto berreta y odiante, algo que se reproduce en ciertos estamentos comunicacionales, incluso en ámbitos aparentemente progres o artísticos o educativos, a veces de manera más evidente otras de forma más solapada, pero está un poco esto de que tenés que trabajar 6 u 8 horas en atención al cliente y en el tiempo que te queda si podés hacer teatro. Es como si un médico que tiene que entrar a operar viene de hacer 6 hs manejando un uber. Es algo vetusto esta manera de concebir el trabajo importante para la sociedad como algo que pertenece a militantes, privilegiados, iluminados, artistas que todo lo pueden. Vivir de herencia o ganarse el pan como docente y en el tiempo restante hacer teatro sólo porque quiero y me da el piné y no porque necesito salir a trabajar. Esta es una forma rancia de la moda en el discurso político actual que tienen para vender el país, eso es lo que básicamente vienen haciendo, vender el mundo para que lo compre el mundo y que todo estalle, incluso el teatro. No hay escapatoria ahí. Pensar que todo está acabado y que ya no queda nada por hacer. Un pensamiento punk sería ¿qué construyo con lo que destruyo? A mí me gusta la cultura punk.
En este momento, ¿Cómo sostener las redes de trabajo? La crisis social es algo que siempre ha marcado al teatro, con muchos problemas el teatro pareciera siempre estar en diálogo con la crisis, o sea, con el drama, la comedia y la tragedia, y con la necesidad social de tener experiencias y divertirse, y sorprenderse. Muchos problemas siempre traen muchas maneras ingeniosas de sortearlos.
La tremenda paradoja. En tanto ser humano me pregunto con urgencia ¿Quiero vivir a pesar del fascismo que siempre vuelve? Por ahora la respuesta sigue siendo sí. Es divertido, es gozoso, es ingenioso, es estimulante hacer teatro, meter ficción a lo que nos pasa. Escribir. Actuar
¿Qué experiencia escénica quisieras recuperar o volver a traer a la escena?
En Noviembre de 2024 estrenamos en Córdoba una obra que se llama "Voy con mis amigxs a Saturno", una pieza teatral sobre la historia de Valentino Blas Correas, el joven cordobés asesinado por la policía en el año 2020. Entramos en contacto con Soledad Laciar, la madre de Blas, una vez que la obra ya estaba escrita. Hablo en plural porque llevamos a cabo el espectáculo con Laura Ortiz, Lautaro Ruiz, Matías Unsain en escena, Sele Sanagustín y Agustina Charra en el diseño de luces y operación técnica, Agustina Morón en la dirección de arte, Cruz Zorrilla en el diseño sonoro. Estrenamos en el Teatro La Luna, yo como director. Algo que pensaba mientras montábamos el texto, escrito por mí, es cómo proponer una dinámica para la escena que nos permita estar dentro de la situación que propone el texto y darle espacio al humor, la curiosidad, cómo impregnar el texto con gracia. Sin gracia no hay teatro y un teatro que se pretende comprometido con los temas sociales si no tiene gracia es un embole. Si no es divertido casi diría que carece de sentido, ¿a quién va dirigido? Es importante abrir acá la pregunta sobre la forma, con la temática no alcanza. Yo me figuraba a la mamá de Blas en los ensayos, cuál sería su punto de vista. Como decía, pude conocerla muy poco, mucho tuve que imaginar, porque me acerqué a leerle el texto pero después quienes ensayábamos éramos nosotrxs, nunca vino a un ensayo Soledad Laciar. Sí estuvo en el estreno y nos acompañó varias funciones más, nos quiere y acompaña mucho todavía, el tema para mi era cómo hacerla reír con la aparición de un hijo real asesinado por la policía en el espacio y tiempo del teatro, Blas contando su historia desde la ficción, con elementos ficcionales claros para ella, ¿Cómo hacerla reír a la madre? Así fuimos buscando la verdad escénica que entiendo siempre es leal a los testimonios reales aunque no necesariamente fiel a los datos finos de la historia que aborda. Aparece Blas, en un gesto irreverente para la realidad, en un gesto inocente para la sociedad, en un gesto teatral como cuando aparece Facundo Rivera Alegre en "La ilusión del Rubio", otra obra que escribí y que estrenó el Teatro Cervantes en 2020. Es como cuando aparece el padre de Hamlet y el propio Hamlet, por decir una referencia muy conocida, o como cuando aparece en el teatro mamá Cora, los personajes son inventos, siempre son apariciones, el teatro es la casa de los espectros, y de las temáticas espectrales, aparece lo que no está, lo que no se puede decir, lo que significa una ausencia en el plano real. ¿Cómo hacer reír a la madre de Blas en el teatro? Ahí exigimos mucho el lenguaje, nos pusimos a navegar con una ingeniería fina muy específica, estamos contentxs con el resultado, con estas funciones que estamos haciendo. Vengan a ver "Voy con mis amigxs a Saturno" al Teatro La Luna.
¿Cuál es tu proyecto utópico y cuáles las intervenciones que sentís fueron escalones en ese devenir?
Me gustaría tener más tiempo y eso el teatro me lo ha regalado en cada función. Vinimos a detenernos. Me gustaría seguir escribiendo y dirigiendo. Y eso me lo ha dado la actuación que me lleva de viaje y me hace conocer mil historias, personas, puntos de vista. Quiero seguir actuando y eso me lo ha dado la cantidad de personas que han estado en la platea como se dice al espacio de expectación, con sus corazones latiendo, vibrando reflexiones, emociones, y entonces sentir que el trabajo en el teatro es esperanzador, no sé , ancestral y también una cosa del futuro, algo necesario, chamánico y clarificador. No me figuro una escalera en mi proyecto utópico, más bien se me viene la imagen de un paisaje en el que podemos experimentar un montón de cosas. El paisaje teatral.
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