Se perdió Nicolino

10.08.2025

(A Nicolino Locche, boxeador y escapista. Único. Irrepetible)


Arturo Jaimez Lucchetta

Nicolino Locche atendiendo las indicaciones de Paco Bermúdez (ph: La Nación)
Nicolino Locche atendiendo las indicaciones de Paco Bermúdez (ph: La Nación)

Rubén Torri era un joven periodista que se había sumado al equipo de Peñaflor con el Deporte en Radio Rivadavia. Con un talento inusitado para el relato del boxeo, sorprendió a todos relatando el semifondo de los combates de Nicolino Locche para radio Rivadavia.

La bodega Peñaflor era el único sponsor de la transmisión exclusiva de las peleas del Intocable. Osvaldo Caffarelli era el relator principal y Ernesto Cherquis Bialo el comentarista y la dupla Torri - García Blanco los secundaron.

Pero los periodistas no solo cubrían los sábados de glamour junto al ídolo. Después la seguían en la cena y a veces en el trasnoche. En la semana cubrían sus entrenamientos y eran como custodios para coartar un poco de la bohemia del mendocino. Don Paco Bermúdez, técnico y casi un padre para Locche, les advertía que no le pierdan pisada, porque así como en el ring, Nicolino se hacía invisible y se escapaba.

De tanto insistir, don Paco le permitió una salida al campeón. Rubén, el Cordobés para la jerga porteña, fue el cómplice inconsciente."Dele Paco déjelo ir a Nico, yo lo acompaño y lo vigilo". Ni usted ni la guardia de infantería pueden vigilar a este sinvergüenza. Vayan pero usted va a ser el culpable si se le raja. Usted va a quedar mas desorientado que Paul Fuji, como el hawaiano no lo va a poder ver y le va a hacer el side step. No diga después que no se lo advertí.

Un poco aterrorizado pero también entusiasmado, el periodista acompañó a Nicolino a una parrilla de unos amigos en la costanera y, como había advertido el maestro, Locche se perdió entre el postre y la sobremesa. Cuando Rubencito lo quiso buscar, no había ni rastro del campeón ni su Torino. El Intocable se hizo invisible y el relator pasó a ser el culpable de una más de las agachadas de un escapista de lujo. Para Nicolino el ring era una metáfora de la vida y afuera del cuadrilátero tenía más mañas que entre las sogas.

Torri había pecado de inocente y de cabeza para Juan Carlos Lectoure, quien no se lo perdonó nunca. Cabecita negra (mote despectivo con el que algunos porteños denostan a los argentinos de provincia), irresponsable, inocente, boludo, ingenuo; formaban parte del rosario de adjetivos que usó el mánager para reprender al periodista cordobés.

"Desapareció Nicolino", titularon los diarios. "Dónde está Locche" se preguntaban los cronistas de la televisión. La radio montó guardia en el domicilio del campeón en Buenos Aires. Le llamaban permanentemente a doña Nicolina, la madre de Nicolino. Pero nada. El Intocable seguía sin aparecer.

Don Paco no estaba sorprendido, él ya lo conocía, sabía que era capaz de eso y mucho más, porque ya se lo había hecho en Mendoza. Lo que pasa es que como todavía no era campeón del mundo y aún no había conquistado a las multitudes del Luna Park, aquellas escapadas pasaron desapercibidas.

Torri no pudo dormir en toda la semana, tampoco pudo volver a Córdoba, donde vivía junto a su familia. Tito Lectoure y Paco Bermúdez le pidieron que lo fuera a buscar. Rubén iba todas las mañanas al bar Ring Side, que estaba en la vereda del Luna Park por calle Bouchard, pero nadie había visto a Nicolino. Allí leía los diarios y escuchaba los reportes de la radio. La desaparición de Locche era un tema de estado. Se aproximaba una nueva defensa de su título welter junior y no había pisado el gimnasio por una semana. Es cierto que el Intocable no era un campeón de los entrenamientos, pero para que sus reflejos estuvieran a la velocidad requerida, al menos debía pasar por la puerta del gimnasio.

Cherquis repetía en La Oral Deportiva, junto al relator José María Muñoz, la misma palabra de aquella noche en Tokio cuando Nico dormía en el camarín minutos antes de enfrentar a Fuji por el título mundial: ¡Irresponsable!.

Obviamente que todos estaban detrás del rastro del campeón y, por lo tanto, cuando apareciera y volviera al ring, todos también repletarían el mítico estadio del bajo porteño.

Fue allá lejos y hace tiempo. Fue en Buenos Aires y antes de alguna defensa del título. Nicolino le hizo cintura a Rubén Torri, el periodista y custodio ocasional. Siete días más tarde Locche apareció con su bolsito de cuero por la puerta de la calle Madero, entró al gimnasio del Luna Park como si hubiese ido ayer y anteayer. Saludó a Lectoure, a Bermúdez, a los demás boxeadores y a los periodistas.

Así de sorpresivo, así de rutilante en los diarios, radios y canales: Apareció Nicolino.

A Torri le volvió el color pastel de su rostro achinado y fin de la película. Unos días más tarde como por el bajo, dentro de los seis por seis y las tres cuerdas, así como antes le quitó el sueño al periodista, ante un estadio repleto, le hizo la vida imposible al español Barrera Corpas o al colombiano Antonio Cervantes, Kid Pambelé, no lo recuerdo. Para el caso, da lo mismo. La magia de Nicolino necesitaba tanto de la noche y la bohemia como el asado y los amigos.

De entrenamiento, bastaban una docena de días.




+ en esta sección


Dejá tu comentario