Ciclo Seguir La Huella
Visiones y revisiones de la obra de Sergio Schmucler
Hace algunos meses nos reunió el deseo de reencontrarnos con un amigo que nos abandonó demasiado pronto. Suerte la nuestra de que este amigo dejó una enorme obra artística e intelectual, personal y colectiva, inquieta y curiosa, generosa y llena de opiniones incómodas y provocadoras, como era él.
Sergio Schmucler se exilió junto a su familia en México durante la última dictadura cívico–militar; "yo soy el que vive" solía decirnos, porque su hermano Pablo se encuentra desaparecido. Estudió Antropología Social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (UNAM, México) y Guion en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC, México). Su trabajo alternó siempre entre la Ciudad de México y Córdoba, donde se desempeñó como director, realizador y guionista de largometrajes, mediometrajes y series de ficción y no ficción, para cine y televisión. Además, fue director fundador de la revista de política y cultura La Intemperie (Argentina) y la revista literaria Gilgamesh (México) y autor de las novelas Detrás del vidrio (2000), El guardián de la calle Ámsterdam (2013) y La cabeza de Mariano Rosas (2018).
Con este deseo, pensamos y llevamos adelante el ciclo Seguir la huella en el que buscamos realizar encuentros en torno a su obra. Comenzamos este ciclo con la (re)emisión del radioteatro El Cordobazo escrito por Sergio en el año 1994 en el programa Subversiones radiofónicas de Pablo Ramos por Radio Universidad; y continuamos con la realización de conversatorios en la sede Juan Filloy de la Biblioteca Nacional y en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. En uno de estos encuentros, el periodista Luis Rodeiro nos regaló una intervención maravillosa que queremos compartir con los lectores de Tierra Media y que les dejamos a continuación, esperamos que la disfruten tanto como nosotros y los invitamos a acompañarnos en próximos encuentros del ciclo.
Curadores del ciclo: Ivana Galdeano, Enrique González, Matías Rodeiro, Paola Solá
Palabras pronunciadas en homenaje, el 31 de mayo de 2024. Biblioteca Córdoba.
Sergio Schmucler y La Intemperie
Agradezco a la Biblioteca Nacional Juan Filloy, Filial Córdoba, la oportunidad de recordar a Sergio Schmucler y sus obras, amigo entrañable y compañero. Pedí ser el primero en hablar para ser fiel al nombre del ciclo: "Seguir la huella", De hecho, la sigo, pero a los 81 años que calzo, como decía alguien, estoy más cerca del arpa que de la guitarra. Es el tiempo de los emanueles y las cecilias, que están activos en la huella y los que vengan, que no son pocos.
Es curioso, pero no supe nada de Sergio durante todo el tiempo del exilio mexicano que compartimos sin saberlo. Yo tenía relaciones esporádicas con miembros del grupo Pasado y Presente, entre ellos su padre, debatiendo sobre nuestros sueños frustrados, desde una mirada crítica y fundamentalmente redescubriendo el valor de la democracia.
Lo conocí, ya de regreso a la patria, tiempo después, cuando me tocó dirigir Página 12 Córdoba, un breve tiempo. Un día, me avisan que me buscaba Toto Schmucler. Por cierto, lo recibí de inmediato. Venía acompañado de un joven. Mi hijo, me dijo.
Después de una puesta al día sobre la realidad, inevitable, el Toto me reveló el objetivo de la visita. Sergio, mi hijo me dijo y lo señaló, ha escrito una historia del Cordobazo, pero en onda historieta. Queríamos ver, qué posibilidades de publicarla en sucesivas entregas en el diario. Sergio tiene escrito ya el texto tentativo, pero nos falta quién convierta la historia en historieta. Me gustó la idea. Inmediatamente lo llamé al querido Chumbi, que entonces trabajaba con nosotros, gran dibujante y los conminé para que juntos, hicieran el milagro. Y lo hicieron y lo publicamos. El texto de Sergio después ampliado se convirtió en radioteatro.
Desde entonces, nos hicimos amigos, compinches, con Sergio. Hablamos y hablamos del pasado, del presente y del futuro. Yo le llevaba 16 años y aprecié su inquieta juventud. También discutíamos, por cierto. Descubrí en esa relación a un ser entrañable, que vivió, pensó, buscó, construyó, atravesado por ese tiempo común de intemperies políticas, ideológicas, que vivíamos. De esa realidad sobre la que él, había pensado mucho. Nos propuso –como un desafío- intentar buscar, encontrar un techo, un cobijo, aunque fuera provisorio, para nuestros ideales de justicia y libertad, que seguían vivos a pesar de los naufragios.
El instrumento, en su imaginación, era una publicación, desde Córdoba, sobre la que había trabajado y soñado, podríamos decir prácticamente en detalle. Los contenidos, el diseño, los colaboradores, en la etapa todavía de ambicioso proyecto. Tuve la satisfacción de pertenecer al pequeño grupo inicial. Así nació La Intemperie, la revista, en busca de un cobijo colectivo para los que compartíamos ese estado de intemperie. No fue difícil ponerse de acuerdo. Su entusiasmo, su capacidad de empuje, evidentemente contagiaba.
Sergio había encontrado la palabra exacta para nombrar la aventura: La intemperie, como clave, como expresión de un estado de ánimo de los que habíamos vivido, desde distintos ámbitos y compromisos, la derrota de nuestros sueños revolucionarios y buscábamos a nivel personal, en los restos que habían quedado del naufragio, las causas, las razones, los por qué, además con el peso enorme sobre nuestras espaldas, de los compañeros muertos, los desaparecidos, que nos hacía pensar, por qué tanta sangre, para tan poca revolución. Cuál fue el error fatal, la razón profunda o la "sin razón", acaso. Largas charlas para definir las secciones, el tono, la presentación, los objetivos para que la revista no se quedara anclada solo en la melancolía del pasado, si no que incluyera el presente, que abriera de par en par las puertas a la cultura en todas sus manifestaciones.
Por cierto hubo cómplices que resultaron imprescindibles, que los tengo aquí, sentados al lado: Cecilia Pernasetti, su compañera; el querido Emanuel Rodríguez, que aportaba su mirada joven, incontaminada, que era el mejor candidato por cierto para poner piedras en los zapatos de los escribones y de los lectores, para darle vida a la revista e impedir un modelo acartonado, de las que suelen cargarse la revistas culturales. Por cierto, hay muchos nombres en la lista de cómplices.
Ya decididos, Sergio, el director natural de la aventura, planteó claramente el porqué de ese nacimiento, en el primer editorial de la criatura: "Para reconocer lo que somos, hoy, aquí, año 2003, Córdoba. Para pensar en los temas ocultos bajo la maraña explosiva, voraz, del mundo hecho a medida del pensamiento único… Para los que nos duelen los desaparecidos y vamos cada 24 de marzo a recorrer la Colón y la General Paz, pidiendo Justicia. Para los que queremos buscar en la memoria, en los olvidos, en el afecto, ideas que nos vuelvan a enamorar… Para poner a Córdoba en el lugar que la sacó Menéndez".
Sergio –como dije- había encontrado la palabra exacta para representar el momento: La Intemperie, que expresaba nuestro estado de ánimo y el de los posibles lectores en ese momento y, a su vez, el instrumento adecuado, una revista, para intentar construir ese cobijo, aunque fuere provisorio, en diálogo abierto entre escribones y lectores.
Que cuánto somos, me pregunté en mi primera nota, siguiendo el correr del pensamiento de Sergio. Somos muchos, decía. "Sí, somos mucho los que andamos destemplados. Somos muchos los que andamos a la intemperie, que caminamos a cielo abierto, que no tenemos techo… que estamos a la intemperie, pero fieles a nuestra idea de justicia y libertad; que rechazamos de cuajo los valores con que los poderosos moldean nuestro mundo, que no renunciamos a la convicción de que sí, de que otro mundo es posible. Estamos enteros, pero sin cobijo". La revista tenía sentido.
Y ese texto se preguntaba, además, en aquel 2003: "¿Qué somos? Estamos allí y no sabemos siquiera como llamarnos. ¿Progresistas? ¿Revolucionarios? ¿Reformistas? ¿Somos de izquierda, acaso? ¿Socialistas? ¿Apenas social demócratas? Los nombres no nos cubrían. A algunos les sobraba, a otros les faltaba. Los nombres, pensamos, ya no nos alcanzan si no somos capaces de redefinir sus significados. Los apodos sobran, entran en competencia, se pelean, se acusan, se ningunean", decía.
El hallazgo de Sergio. Pero el hallazgo, tenía su historia. El nombre de la revista más allá de su acierto situacional colectivo, lo expresaba a él, cabalmente; describía con precisión a este buscador obstinado de cobijo. Porque Sergio mismo estaba atravesado por intemperies que eran cicatrices. La mayor fue una herida, que en verdad nunca cicatrizó, que siempre estuvo allí, en carne viva. Una herida profunda que fue una de las razones de su vida. Una herida que tiene nombre, que tiene carnadura y que se llamó Pablo, su hermano, desaparecido y asesinado por la dictadura. Una herida que lo llevó por distintos caminos buscando una explicación, una razón a su destino.
Por Pablo y para Pablo, y para todos los Pablos, hacía lo que hacía. Escribió una gran novela. "Detrás del vidrio", que Horacio González no duda en situarla en la primera fila de la literatura argentina, de considerar que estaba "en condiciones de desafiar a todo lo que se ha escrito sobre el exilio". La he leído una y otra vez y siempre afloraron lágrimas en mis ojos.
La intemperie más profunda, en medio de una tormenta cruel. La muerte de Pablo: "¿Qué puedo hacer con sus ojos y con su sonrisa y con su olor?, escribió en el libro. ¿Qué hago con las canciones que solo yo sé que le gustaban, cómo las escucho ahora, cómo las borro del mundo, si no está él para escucharlas? ¿Qué hago con las frases que dijo y que me acuerdo y qué hago con los ojos de Mariel y con los ojos de mi madre y los ojos de mi padre y que hago conmigo cuando me pasan esas cosas?".
Las intemperies de Sergio, pero ojo, es necesario aclararlo, porque esas intemperies no estuvieron nunca unidas a la desolación y al abandono. Había que crear, como un imperativo. Había que inventar, para luchar contra ellas. Usó todas las posibilidades de repensar, de denunciar, de crear. De hacer techos, aunque solo fueran tentativas. Nos volvió a deslumbrar con su segundo libro, El guardián de la Calle Ámsterdam, con la clave de su otra intemperie: el exilio. (Cuando había terminado de escribir estas líneas, Matías, mi hijo -como él dice- del exilio, me acercó un texto suyo sobre El guardián de la Calle Ámsterdam, que yo había olvidado, publicada en Deodoro, donde se preguntaba: "¿se podrá, alguna vez, salir del exilio? Y señalaba, feliz coincidencia, que la narrativa de Sergio desde hace tiempo, venía dando vueltas al asunto, acaso porque su vida cargaba con esa marca a cuesta")
Incansable, Con sus películas de denuncias y con la alegre historia de un grupo de pibes marginados que encontraban su cobijo, aunque provisorio, siempre provisorio, en una experiencia cuartetera, que el trasladó al cine. No sólo luchar contra sus propias intemperies, sino con las intemperies de otros, poniéndoles el pecho, su vida misma. Y estaba al frente de los debate de La Calle Ancha, en el Auditorio de Radio Nacional y su programa radial, El Mundo Se Va Acabar, con Gonzalo Vaca Narvaja y después con Mónica Manrique,
Y sí, la Revista cumplió su cometido. Supo reunir a jóvenes inquietos que se atrevían a investigar la realidad cordobesa. En encontrar a las columnistas indicados para la aventura: su padre, el Toto; al viejo Salvador Treber, como le decíamos cariñosamente y convencer a Diego Tatián de volver escribir su columna El lado oscuro, que La Voz, no aguantó por la certezas de su pensamiento. ¿A quién buscar para que nos hablara de Filloy, de Capdevila, de Juanele, de Rivera, de Moyano, de la literatura que surgía y del arte? Y él lo sabía, por cierto a Oviedo, a Gazzera, a Tagle, a Ábalos y otros tantos nombres, que sería largo enumerar, pero que todos sabemos y conocemos.
Un punto sobresaliente fue la inclusión en la revista, en octubre y noviembre de 2004, la entrevista que Abril Schmucler, su hija, y Ciro del Barco, dos jóvenes que vírgenes de prejuicios, realizaron una larga entrevista a Héctor Jouve, con la mirada crítica acerca de su participación en la experiencia del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), en Salta, para un documental mexicano, que se tituló "La guerrilla que no fue". Testimonio desgarrador, que fue el punto de partida, del debate más abarcador y profundo sobre la violencia guerrillera en Argentina, de la que participaron intelectuales y militantes, que respondieron con distintas miradas, a la historia de Jouve. La razón de ser de La Intemperie había logrado su objetivo. La Facultad de Filosofía convirtió la polémica en un libro, con la recopilación de todas las opiniones, algunas encontradas, pero sin omitir ninguna. La más profunda polémica, que nació allí, en La Intemperie. Mérito del querido y visionario Sergio Schmucler, que nos honra haberlo compartido.
Vivíamos otro tiempo. El de Néstor y Cristina y una nueva esperanza y algunos recelos. La última vez que lo vi, cenando en casa con amigos, surgió el tema de si no era un momento especial para volver a editar La Intemperie.
A los dos o tres días me escribió: le había quedado rondando la idea. El sueño, que más de una vez le reaparecía, como cuenta al final de su libro primero, de sentir que en definitiva nunca salió de Ezeiza. Esta vez no fue así. Partió, con rumbo desconocido, y nos dejó desolados.
Luis Rodeiro
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Comentarios:
- Luis Rodeiro: Gracias Gabriel y equipo por la republicación de las palabras sobre Sergio.
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