Todo lo sólido se escrolea en el aire
Baal Delupi

Cada día me asombra más la dificultad que tienen las personas de mi generación (y sobre todo las más jóvenes) para atravesar las experiencias. Muchxs prefieren rechazar antes que atravesar. No toleran la incertidumbre y eligen caminar por esa delgada línea ética donde no se hacen cargo de lo propio (la angustia que la incertidumbre provoca), y así abandonan vínculos, proyectos, carreras, viajes… lo que sea. Ese abandono, además, está inmerso en un manto de queja constante. La culpa la tiene siempre el otro.
Esta reflexión no intenta ser un mensaje de autoayuda ni una oda a la resiliencia marketinera, tampoco hablo desde un pedestal. A todos nos cuesta. Sin embargo, me inquietan ciertos desplazamientos subjetivos que se están volviendo comunes en esta cultura del descarte y del rechazo instantáneo, ya que hay aspectos de la vida que no se pueden escrolear.
Tal vez sea momento de volver a Barthes, que cuando lo cuestionaban por su pasado estructuralista, respondió algo así como: ´No reniego del estructuralismo, porque ahí está la diferencia entre rechazar y abandonar. Para abandonar, primero hay que haber atravesado´ ¿Quién se banca atravesar hoy?
Walter Benjamin ya lo anticipaba en otra época: "el valor de la experiencia está devaluado". Y esa devaluación hoy se traduce en subjetividades que no transmiten, no elaboran, no metabolizan. Solo pasan de largo.
Es evidente que la temporalidad cambió, y que la aceleración es el gran elemento que atraviesa una sociedad que se dirime entre el pánico y la depresión, pero, aun así, creo que tenemos que (re)insistir en la necesidad de atravesar: de habitar el espesor (como dice Leila Guerriero), sostener la espera, practicar la paciencia. No nos convirtamos en un ChatGPT: rápidos, eficaces, pero sin experiencia del tiempo.
Tal vez lo verdaderamente radical hoy sea eso: quedarse, sostener, demorar. No para resistir como consigna vacía, sino para volver a sentir el espesor de estar vivos. Atravesar no es heroico, es simplemente lo humano. Pero lo humano, en tiempos de scroll infinito, se ha vuelto casi revolucionario.
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