Tom & Jerry y el investigador privado de los poetas

10.12.2025

Luis Eliseo Altamira


Cierta tarde de 1967 en que Frank Zappa se encontraba en Manny´s, una casa de instrumentos musicales de Nueva York, vio ingresar a un muchacho bajito, buscando resguardarse de la lluvia. El joven en cuestión, que no tardó en reconocerlo, se acercó para presentarse. "Me llamo Paul Simon", le dijo. Después de cambiar unas palabras, el cantante invitó al guitarrista a cenar en su casa, esa misma noche.

Al llegar, Zappa se encontró con Simon escuchando un disco de Django Reinhardt. Poco después cayó Art Gurfunkel. Se pusieron a conversar. El dúo rememoró con nostalgia los buenos viejos días en que andaban en el camino, presentándose como Tom & Jerry. Entonces Frank les dijo: "Puedo entender su deseo de experimentar lo bueno de volver a salir de gira, por lo que les ofrezco… Mañana por la noche vamos a tocar en Buffalo. ¿Por qué no vienen y abren para nosotros como Tom & Jerry? No le voy a decir nada a nadie. Vayan y canten Hey, Schoolgirl in the Second Row y sus otras viejas canciones, no los temas de Simon & Garfunkel".

"Les encantó la idea - prosigue Zappa -. Fueron los teloneros, luego hicimos nuestro show y finalmente le dije al público: ´Me gustaría invitar a nuestros amigos para que canten otra canción`. Volvieron e hicieron Los Sonidos del Silencio. Solo allí cayeron en cuenta que eran Simon & Garfunkel".




"Un indio descenderá de una estrella colorida, brillante, y se posará en el corazón de América en un claro instante, después de exterminada la última nación indígena y el espíritu de los pájaros de las fuentes de agua límpida - profetiza Caetano Veloso en Um indio - . Y aquello que en ese momento revelará a los pueblos sorprenderá a todos no por ser exótico, sino por el hecho de haber permanecido oculto durante tanto tiempo cuando en realidad era algo tan obvio".

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"soy como soy / pronombre personal intransferible / del hombre que inicié en la medida de lo imposible". Así comienza el poema Cogito, que ilustra una nota sobre Torquato Neto aparecida en Mutantia, la revista - libro - objeto que editaba Miguel Grinberg a principios de los ´80. Nunca me había sentido tan próximo (¿tan semejante?) a otro a través de las palabras. Definía, claramente, la imprecisa conciencia que hasta entonces había tenido del carácter intransferible de mi persona y de mi propósito, que no me ha abandonado, de ser mejor.

Nacido en Teresina, en el estado de Bahía, Torcuato Neto se mudó a Salvador a los 16 años, ingresando al colegio secundario al que asistía Gilberto Gil, donde iniciaron una amistad. Caetano Veloso lo recuerda por entonces paseándose con un cuaderno lleno de poemas que evidenciaban sin tapujos la influencia de Carlos Drummond de Andrade. Dos años después, Torquato marchaba a Río con el propósito de estudiar periodismo en la universidad. Allí se reencontraría con Caetano.

"A diferencia de los bahianos (todos habíamos desarrollado algún tipo de crítica a Río de Janeiro) - recuerda el cantante -, Torcuato adoraba a Río, a la manera de los inmigrantes tradicionales: deseando distanciarse con rapidez de su lugar de origen e integrarse a la vida carioca. (…) Le parecía un milagro perpetuo vivir en la misma ciudad que Carlos Drummond de Andrade y Nelson Rodrigues. A veces seguía a algunos de esos personajes sin que lo vieran y era como si hubiera participado en forma clandestina de un ritual secreto".





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