El turismo religioso según Carlos Almaraz
Córdoba es una combinación perfecta entre naturaleza y espiritualidad
Jackie Bini
En la oferta turística que abunda por redes sociales y medios tradicionales, es frecuente encontrar propuestas que invitan a conocer el Santuario de San Expedito en San Juan, previo paso por el de la Difunta Correa, visitar la tierra de nuestro Santo Cura Brochero en Traslasierra, recorrer las Estancias Jesuíticas de la provincia o viajar a la Virgen de San Nicolás, en Buenos Aires. Como estos ejemplos, hay cientos. Hablamos, claro está, del Turismo Religioso. Y para que nos revele aspectos de está particular rama del viaje turístico, dialogamos con uno de los principales referentes nacionales en el tema, el Lic. Carlos Almaraz.

¿Cómo fue tu acercamiento al mundo del turismo, cuáles fueron tus motivaciones para dedicarte a esta actividad?
Mi acercamiento al mundo del turismo se dio cuando era muy joven, hace ya más de veinte años. Tenía 24 años, recién recibido de la carrera de Licenciatura en Comercialización en Buenos Aires, cuando tuve la oportunidad de entrar a trabajar en el Grupo FlechaBus, en el área de transporte. Fueron diez años dentro de la empresa, en los que me fui desarrollando en distintas regiones del país, siempre en el área comercial y con la responsabilidad de armar y coordinar equipos de trabajo.
Con el tiempo llegó un desafío que cambiaría mi rumbo profesional: asumir la gerencia comercial del centro y sur de Argentina desde Córdoba. Fue allí donde mi vínculo con el turismo empezó a profundizarse. Empecé a trabajar codo a codo con operadores turísticos cordobeses para organizar las temporadas de verano en bus hacia el sur de Brasil y la costa argentina. Ese contacto cotidiano con el sector despertó en mí algo más que interés: descubrí una pasión enorme por el turismo, por su dinamismo y por la posibilidad de crear experiencias que conectan a las personas con nuevos destinos y culturas.
¿Qué recorrido has realizado previo a especializarte en el turismo religioso?
Antes de hacer la formación como capacitador en turismo religioso, mi recorrido profesional estuvo muy ligado al transporte. Trabajé primero, como te contaba, en el Grupo FlechaBus y luego en el Grupo Sarmiento, una empresa cordobesa que conecta el norte provincial y la zona de Traslasierra. Más tarde pasé por Costa Viajes, una compañía dedicada al alquiler de unidades y buses, donde seguí profundizando mi experiencia en logística y servicios para el turismo.
El gran salto llegó cuando asumí la gerencia general de Comtur, un operador mayorista turístico de Córdoba. Estuve casi cinco años al frente de la empresa, y fue justamente en ese período cuando decidí formarme como capacitador en turismo religioso.
¿Qué nos podés contar de tu experiencia formativa?

Mi formación en turismo religioso la realicé en la Universidad Blas Pascal, bajo la guía de la licenciada Marta Botti, quien lideraba esa capacitación y que hoy considero una gran referente y amiga. Fue una formación muy completa, en la que no solo abordamos el turismo religioso desde la fe católica, sino desde una mirada multirreligiosa: entender que la espiritualidad atraviesa a todos los credos y que, a través del turismo, podemos conectar y tender puentes entre distintas expresiones religiosas.
Durante el curso trabajamos sobre la diversidad religiosa presente en la provincia de Córdoba y recorrimos espacios de culto muy distintos entre sí: desde la Catedral y las iglesias históricas, hasta sinagogas, mezquitas y templos ortodoxos griegos. Es impactante ver cómo conviven tantas tradiciones espirituales en un mismo destino, y cómo esa convivencia enriquece la experiencia de cualquier viajero.
También profundizamos en la figura del Cura Brochero, cuya historia es central para el turismo religioso argentino. El cierre de la formación consistió en la presentación de un trabajo final evaluado por un jurado. Tuve la enorme alegría de obtener el primer puesto, cuyo premio fueron los pasajes para viajar a Roma y estar presente en la canonización del Cura Brochero en octubre de 2016. Fue una experiencia que selló mi vínculo con este tipo de turismo.
Después de esa etapa, tuve la oportunidad de integrar OTREN, el Observatorio de Turismo Religioso de la Nación, nuevamente bajo la coordinación de Marta Botti. Allí participé como coordinador del equipo técnico, realizando relevamientos en distintos puntos del país: Alta Gracia, Córdoba Capital, Salta, Jujuy, Tilcara, la Quebrada de Humahuaca, entre otros. El objetivo del observatorio era medir el impacto económico y social de los eventos y circuitos de turismo religioso, y demostrar cómo estas celebraciones pueden impulsar a los destinos a crecer y desarrollarse.
Todo ese trabajo culminó en la elaboración de un libro que reúne los relevamientos realizados en todo el país. La publicación se presentó el año pasado en FIT 2024, en un acto encabezado por Marta Botti. Para mí, formar parte de ese proyecto fue un honor y una manera de aportar al desarrollo del turismo religioso a nivel nacional.
¿Qué se entiende específicamente por Turismo Religioso?
Cuando hablamos de turismo religioso, hablamos de viajes cuya motivación principal es la espiritualidad, la fe o una búsqueda interior. Puede tomar la forma de peregrinaciones, visitas a santuarios, monasterios, iglesias, templos o lugares sagrados, pero también incluye experiencias culturales ligadas a las tradiciones religiosas de una comunidad: fiestas patronales, celebraciones populares, rituales, caminos históricos de fe.
No se trata solo de "ver" un templo y sacar una foto, sino de comprender el sentido que ese espacio tiene para la gente que lo habita y lo vive. El turismo religioso invita a acercarse a la identidad profunda de un pueblo: cómo reza, cómo celebra, qué valores sostiene y qué historias guarda cada lugar sagrado.
Además, no se limita a una única religión o credo. Puede abarcar circuitos católicos, propuestas vinculadas a otras religiones cristianas, recorridos interreligiosos, visitas a sinagogas, mezquitas u otros espacios de culto. En todos los casos, el eje es el mismo: el viajero se mueve no solo por interés turístico, sino por una inquietud espiritual, por un deseo de encuentro y de reflexión, ya sea desde la fe, desde la cultura o desde la curiosidad respetuosa.

¿Es Argentina en general, y Córdoba en particular, un destino atractivo para este tipo de turismo?
Definitivamente, Argentina es un destino muy atractivo para el turismo religioso. Nuestro país tiene una riqueza espiritual enorme, resultado de una mezcla única de tradiciones ancestrales, oleadas inmigratorias, diversidad cultural y una religiosidad popular que está muy arraigada en la vida cotidiana. Esa combinación genera un mapa religioso variado, vivo y profundamente identitario.
Córdoba, en particular, ocupa un lugar privilegiado dentro de este panorama. La provincia cuenta con un legado jesuítico excepcional, arquitectura religiosa de gran valor histórico, pueblos con una fuerte impronta espiritual y paisajes que invitan naturalmente a la contemplación. Aquí la espiritualidad no es un concepto abstracto: se respira en los caminos, en las celebraciones, en las comunidades.
Además, Córdoba tiene una fortaleza única a nivel nacional e internacional: es la tierra del primer santo argentino, el Cura Brochero. Su canonización marcó un antes y un después en el turismo religioso de la provincia, potenciando a Traslasierra como un destino de referencia. El santuario del Cura Brochero, la peregrinación brocheriana que cada septiembre convoca a miles de personas, y el recorrido que une el paraje Giulio Cesare con Villa Benegas hasta llegar a la localidad de Brochero, conforman una propuesta espiritual profundamente significativa.
Esa presencia tan fuerte del Cura Santo en la identidad cordobesa nos permite proyectar un desarrollo sostenido del turismo religioso, tanto para visitantes nacionales como internacionales. Córdoba no solo tiene historia: tiene un presente espiritual activo y un enorme futuro por delante en esta temática.
¿Qué ofrecemos al turista extranjero y al interno?
Al turista extranjero le ofrecemos esa autenticidad: la posibilidad de comprender una cultura desde sus prácticas espirituales reales, no desde lo superficial ni lo preparado para la foto. Cuando un visitante internacional llega a Córdoba y se encuentra con comunidades que viven su fe de manera natural, con circuitos donde la historia está viva y con guías que transmiten desde la emoción y la pertenencia, la experiencia se vuelve profundamente significativa.
Al turista interno, en cambio, le damos algo igual de valioso: la oportunidad de reencontrarse con sus raíces. Muchas veces conoce de nombre ciertos lugares, fiestas patronales o figuras religiosas, pero no ha tenido la oportunidad de vivirlas en profundidad. El turismo religioso le permite reconectar con esas historias, comprenderlas mejor y sentirse parte de una identidad cultural que lo trasciende.
En ambos casos —turismo internacional y turismo nacional— la provincia tiene un diferencial muy fuerte: su multirreligiosidad. Córdoba es un destino donde conviven distintos credos de manera armónica, y eso se refleja en la existencia de espacios de diálogo como el Comipaz, el Comité Interreligioso por la Paz, que funciona en la capital provincial. Allí, representantes de diferentes religiones trabajan juntos, se escuchan y construyen comunidad. Ese espíritu de convivencia es parte esencial de lo que ofrecemos.
Lo que finalmente recibe el turista es cultura, historia y una espiritualidad vivida desde lo cotidiano. No solo visita templos o santuarios: se encuentra con personas locales que expresan su fe desde la esencia misma de su identidad. Eso crea un puente emocional muy fuerte y convierte la experiencia turística en un encuentro humano profundo y auténtico.
¿Hay épocas del año en que son más solicitados estos tipos de destinos?
Sí, hay momentos clave como Semana Santa, fechas de fiestas patronales o aniversarios de santuarios importantes. Sin embargo, algo interesante del turismo religioso es que se mantiene activo durante todo el año. Muchas personas buscan estos destinos en temporadas bajas justamente para tener experiencias más tranquilas y reflexivas.
Hay mucha religiosidad popular en Argentina (Difunta Correa, Gauchito Gil, por ejemplo), ¿también se enmarcan en la oferta de las agencias?
Totalmente. La religiosidad popular es parte fundamental del mapa espiritual argentino y, por su fuerza cultural y social, también forma parte de la oferta turística. Aunque no se trate de figuras canonizadas ni de credos oficialmente reconocidos, devociones como el Gauchito Gil, la Difunta Correa o María Livia en Salta están profundamente arraigadas en la vida cotidiana de muchos argentinos. Son expresiones de fe espontáneas, nacidas del pueblo, que convocan multitudes por motivos muy humanos: agradecer, pedir, buscar consuelo, sanar heridas emocionales o encontrar alivio en momentos difíciles.
Esa dimensión tan auténtica de la espiritualidad popular despierta una enorme curiosidad en los viajeros, incluso en aquellos que no se consideran religiosos. Quieren entender qué significado tienen estas figuras, por qué generan tanta devoción y cómo se viven estos rituales dentro de las comunidades. Por eso, muchas agencias incluyen estos recorridos dentro de su oferta, porque representan una espiritualidad viva, comunitaria y profundamente identitaria.
Un ejemplo muy claro es lo que ocurre en Salta con la Virgen de los Tres Cerritos y los encuentros guiados por María Livia. Se organizan salidas mensuales desde distintos puntos del país, algunas a través de agencias formalizadas y otras a través de personas que coordinan estos viajes de manera informal —en el buen sentido— como acompañantes o referentes espirituales del grupo. Son peregrinaciones que siguen el calendario establecido por ella y que, mes tras mes, movilizan a miles de personas que buscan una experiencia de fe intensa y personal.
En definitiva, la religiosidad popular no solo se enmarca dentro de la oferta turística, sino que se ha convertido en uno de los fenómenos más representativos de la espiritualidad argentina, capaz de convocar, emocionar y conectar a personas de orígenes muy distintos.

¿Qué distingue al pasajero que busca una oferta de turismo religioso al que solo pretende turismo de temporada, tradicional?
La diferencia no está tanto en el tipo de turista, sino en la motivación que lo mueve. El viajero que busca una experiencia de turismo religioso viaja impulsado por la fe o por una necesidad interior: puede ser agradecer, pedir, encontrar alivio a un dolor, buscar claridad en un momento difícil o simplemente reconectarse con su espiritualidad. La fe no importa desde qué credo venga: lo que importa es la búsqueda.
Muchas veces se trata de la misma persona, que en otra época del año elige viajar a la playa, recorrer Europa o descansar en el Caribe. Es el mismo viajero, pero movido por razones completamente diferentes. En el turismo de temporada busca descanso, diversión, desconexión. En el turismo religioso busca sentido, alivio, agradecimiento, encuentro.
A veces la motivación es tan simple como decir "gracias": gracias por la vida que tengo, por la salud, por mi familia, por haber salido adelante. Y otras veces es una necesidad más profunda: pedir fuerza, buscar consuelo, encontrar una respuesta o un camino. Esa es la gran diferencia. No es un cambio de perfil, sino un cambio en el corazón del viaje.
¿Cuáles son los puntos fuertes de nuestra propuesta cordobesa y qué debería mejorar la provincia en esta materia?
Córdoba tiene algo verdaderamente único, no solo a nivel nacional sino también internacional: es la tierra del primer santo argentino, el Cura Brochero. Esa figura tan fuerte y tan profundamente vinculada a nuestra identidad provincial marca un rumbo claro para el turismo religioso. Brochero no es solo un símbolo espiritual; es un faro que nos permite proyectar a Córdoba como un destino con una propuesta sólida, auténtica y con un enorme potencial de crecimiento.
En cuanto a lo que deberíamos mejorar, creo que estamos en un proceso positivo, trabajando con una visión clara y sostenida. Hay un esfuerzo conjunto —desde el sector público, el privado y las comunidades locales— por poner en valor la figura de San Brochero, fortalecer los circuitos existentes y desarrollar nuevos proyectos que ordenen y profesionalicen la oferta.
El desafío hacia adelante es seguir consolidando esa visión: mejorar la infraestructura vinculada a los circuitos brocherianos, potenciar la señalización, acompañar el desarrollo de los servicios turísticos que rodean al santuario y continuar generando propuestas que enriquezcan la experiencia del peregrino. Estamos en el camino, y lo más importante es que hay una dirección clara y un compromiso real de todos los actores que queremos ver crecer al turismo religioso en la provincia.
Se acercan las vacaciones de verano, ¿Qué plan recomendarías?
Para el verano —y en realidad para cualquier época del año— yo siempre recomiendo pensar las vacaciones como un espacio de conexión y de reconexión. Cuando se acerca la temporada estival uno inmediatamente piensa en mar, playa, océano… pero para mí el verdadero sentido de las vacaciones no está en el destino, sino en la motivación: conectar con uno mismo, con la familia, con los afectos, con aquello que a veces el ritmo cotidiano no nos deja escuchar.
Si hablamos puntualmente de Córdoba, creo que ofrece una combinación perfecta entre naturaleza y espiritualidad. Un buen plan para este verano puede incluir recorrer algunos puntos de las Estancias Jesuíticas, visitar capillas serranas menos conocidas y complementar el día con caminatas contemplativas por los valles. Son experiencias que invitan a bajar un cambio, a respirar hondo, a mirar alrededor… y también hacia adentro.
La provincia tiene paisajes que predisponen naturalmente al descanso, sabores que hablan de nuestra identidad y espacios culturales donde uno puede sentirse parte de algo más grande. Por eso, más allá del itinerario que cada uno elija, lo importante es definir qué necesitamos de estas vacaciones: descanso, desconexión, inspiración, silencio, encuentro. Cuando ese sentido está claro, el destino cobra vida de otra manera. Y en ese sentido, Córdoba tiene todo para acompañar ese viaje interior.
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