Un niño en medio de la tierra
Gerardo M. García

Las miradas sobre la Navidad o la Natividad - recordemos que se celebra el nacimiento de un niño- pueden ser diversas, por razones estéticas, filosóficas, históricas, políticas o religiosas, entre otras. Más aún, cuando ese niño se convierte en Dios de acuerdo con la creencia cristiana en el designio de esa criatura que se llamó Jesús. Pero no sólo en la religión católica esa vocación se manifiesta y se construye. También en otros credos dicha ventura se consuma e incluso en el seno mismo de la familia el pequeño niño es elevado a tal posición por el amor de los padres. Pensamos que no sólo como compensación de nuestras faltas, sino para atenuar el inmenso desamparo de esa pequeña alma, leve y blanda, de ese soplo ligero que recién comienza.

Recordemos ese maravilloso texto que Michelet tituló La bruja y que trata de las supersticiones en ese prolongado sueño que se llamó la Edad Media. La mujer en su inocencia guardaba un secreto: el pequeño demonio del hogar. Un espíritu del que siente muy cerca su presencia, un duende travieso que la acompaña en la dureza de la vida. Ese duendecillo que la acaricia como la pluma de un pájaro está tan cerca de su niño que en ocasiones se confunde con el mismo.
Pequeño dios, pequeño demonio, las miradas, las creencias, las ficciones son a veces tan diferentes como cercanas y es prudente no precipitarse en rechazar una u otra, sino por el contrario intentar poner en resguardo esa diversidad.
Podemos entonces, abordar la religión como una forma más de los modos que tiene el hombre de formularse la pregunta por su existencia en el mundo. Arrogarse la respuesta sobre esa condición supone temeridad y conlleva el peligro del resurgimiento de oscuros dioses. La fascinación, el fanatismo, implican una captura monstruosa y desembocan habitualmente en el rechazo y el sacrificio de todo objeto en su humana ternura.
La censura
Cuando Lacan examina el trabajo del inconsciente y su relación con la repetición se detiene a reflexionar sobre la función de la censura. Nos proporciona un ejemplo que la ilustra adecuadamente. Nos dice que al comienzo de su libro Sobre Alemania, Enrique Heine escribe –El señor Fulano de tal y su señora tiene el placer de anunciar el nacimiento de un niño hermoso como la libertad.
El censor oficial, el doctor Hoffmann, suprime la palabra libertad.
Las incertidumbres que resultan de la gravedad de tal acto comportan la necesidad de no desviar la mirada sobre las consecuencias, el peso, que puede cobrar esta palabra afectada por lo brutal de la censura. Y además, la obligación ética de plantearnos la pregunta más acuciante, aquella que nos interroga por el destino del hermoso niño nacido bajo esas determinaciones.

Quizás por eso, Paul Celan, que sabía largamente de sufrimientos y torturas, murmuraba en De umbral en umbral
Una palabra-ya sabes:
un cadáver.
En el lenguaje tipográfico, un cadáver es una palabra que falta en el relato y que exige leer el texto en sus ausencias y más en estas circunstancias en las que la libertad de prensa está en constante amenaza.
La repetición indaga el lazo de esas dos palabras, libertad y muerte, dado que cuando se cercena la primera, la otra invariablemente retorna. Destaquemos que en lo actual el vocablo libertario se acuñó rechazando la palabra libertad.
Todos son mis hijos o las madres otra vez

Elías Canetti publicó Masa y Poder en 1960, una obra fundada en la hostilidad hacia el concepto, dado que su autor no tenía ninguna fascinación por las definiciones. Es un texto impactante cuya estructura permite abordar cuestiones puntuales en torno a la temática del semejante y el prójimo.
Un hombre dice a sus niños que estén a la escucha de su abuelo.
"Prestad atención. Me parece que el abuelo se acerca pues siento el lugar de la antigua herida en su cuerpo". Los niños están atentos y avistan un hombre a lo lejos. Le dicen a su padre: "allí viene un hombre". El padre les contesta: "aquél es vuestro abuelo, yo sabía que venía. He sentido su venir en el lugar de su antigua herida".
Es una de aquellas heridas que siempre vuelven a hacerse sentir. Cuando el hijo piensa en su padre, piensa en su herida. Y cuando el padre se acerca percibe la herida en su proximidad. Aquello que se siente como herida en el cuerpo del padre es experimentado como herida en el cuerpo del hijo.
¿Hay forma más adecuada de abordar la temática del prójimo como lo no semejante respecto del ejemplo aquí dado? La proximidad del cuerpo, su lejanía, el íntimo exilio.
Quizás Canetti consideraba como Hermann Cohen la importancia de rendir testimonio sobre este asunto en esta hora, en un tiempo de niñez abandonada y de padres reprimidos por el Estado por reclamar por el derecho de sus hijos.
Homenaje a Sergio Schmucler y revista La Intemperie

Gerardo Máximo García
Psicoanalista y escritor
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