Violencia económica

10.11.2025

Adrián Savino


Mi plata se mueve sola
como un poltergeist 

DILLOM

Las boletas de Rentas nos llegan desde el siglo pasado con el visible circulito del 30% de descuento arriba a la derecha.

En el recibo de sueldo, abajito, nos informan cuántos pesos y centavos ahorramos cada mes gracias al Boleto Educativo Gratuito.

Afiches gigantes machacan en la calle para que también lo sepa todo el resto: "Con el BEG mejoramos el salario de nuestros docentes".

Queda claro: vivo en una provincia donde el gesto de echar en cara, parece garpar bastante.

Donde tras la edificante pretensión de "ayudar al otro", suele acechar el oscuro propósito de hincarle banderas en su territorio.

Pero como bien decía un psi de masas en su cuenta de Instagram: "Un verdadero altruista no es quien hace cosas por los otros, sino quien tolera que el otro sea un otro".

O la más cruda y visceral Eva, frente a las viejas pitucas de la Beneficencia: "Me di cuenta de que habían llegado ustedes por el olor a bosta de vaca".

Por cosas así es que se me viene haciendo carne, de unos largos años a esta parte, la idea de que la más grande, la más honda, la madre de todas las violencias, es económica.

Y en esta Argentina 2025, donde las planillas Excel oficiales me aseguran sin margen de error que vengo a ser un "pobre", confirmo en cuerpo y alma lo que alguna vez me dijo en sueños un irlandés famoso:

-Puedo comprender, estimado amigo, que aceptes las leyes que protegen la propiedad privada y admiten su acumulación, si podés darte cuenta de que aun bajo esas condiciones, se pueda desarrollar alguna forma bella de vida intelectual.

Wow Mr. Wilde, usté siempre clavandolá al ángulo.

Pero ve vo, que aquí y ahora, eso no me arregla…

Eso no me arregla a mí.





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