Contame-la

Éramos parte de una patrulla perdida, no más de una decena de seres extraviados que buscábamos agua en el desierto. Fue en esas circunstancias que surgió la posibilidad de una convivencia con un ser luminoso y extraño, a veces cruel, en una pequeña comuna serrana. Ahora cuando la tragedia se cierne sobre nosotros es que lo recuerdo. No sabíamos...

Vi envejecer a muchos hombres. Me refiero a aquellos que, pasados los cien, continuaron subiendo la cuesta de los años todos estos años. Los requeridos longevos de Vilcabamba que, más tarde que temprano, terminaron despeñándose en la fosa común del tiempo. No yo.

Vivíamos en barrio Güemes, a metros de la cárcel de encausados que, según mamá, era un museo arqueológico. Y no se equivocó. Recién llegábamos de Santa Fe. Mamá y papá sin llegar aún a los 30 años. Y nosotras tan chiquitas que nos asomábamos en puntas de pie a la Cañada a ver cuándo llegaba el río Paraná trayendo camalotes...

Cuando avanzaban sobre el monte nativo, no dijimos nada,
Cuando las cloacas rebalsaban, nos tapamos la nariz y puteamos.-
¿Votamos entonces al cloaquero? ¿Votamos entonces al guardaparque?

Según su propio cálculo, Celestino Murúa tendría noventa y tres años en 1903, cuando el Profesor y yo conseguimos dar con su rancho en San Vicente, tras una averiguación en el Mercado. El Profesor era más baqueano que yo en el pueblo y supo desentrañar las indicaciones que nos dio el Güesito, un sobrino nieto de Murúa.

Su sobrenombre era Pichu porque pichuleaba todos los precios en los negocios del barrio. Como tenía un máster en "Machismo Aplicado a la Vida Barrial" le decíamos Machu Pichu, con perdón del valle sagrado de los incas. Nadie lo quería. Salvo María que se dejó envolver por los mandatos y se casó a los 16 años con un error. Y...

Exaltado como alegría de los pobres, como denostado en tanto opio de los pueblos, el fútbol ha gambeteado cuanto certificado de defunción le ha sido extendido.

En las conversaciones del Café del Plata, en el Club Social, en las oficinas públicas, en los estudios de abogados, en la retreta del Paseo, o en las tertulias domésticas de una ciudad desnuda de radio y de televisión, brotaron risas, sacudidas de cabeza, brillos de malicia, un dedo en la sien indicando que a fulano le faltaba un tornillo....

Tan imponente como su obra literaria es la otra gran obra que Jorge Luis Borges dejó a los lectores, la obra oral. Producto de entrevistas, conferencias, clases universitarias, el escritor argentino hizo un culto a la oralidad y sobre todo al diálogo. Aquí recorremos algunos aspectos de esa obra menos reconocida, pero fundamental para comprender la...

Así llamaban los mayas a Guatemala 1.500 años A.C durante el período Preclásico.

A doce años de fundada la ciudad, las actas capitulares de Córdoba reflejaban un pleito por un entierro no autorizado, llevado a cabo por el Vicario de la ciudad en la callejuela entre la Iglesia Catedral y el edificio del Cabildo.

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